El operativo de retorno de los argentinos desde el exterior y de traslado de los insumos sanitarios fueron claves en este período de cuarentena. Guillermo Justo Chaves, jefe de Gabinete de la Cancillería, analiza la situación
A la Argentina se demoró en arribar. El primer caso se conoció el 3 de marzo, pero la crisis se desató ya entrado ese mes. Y el gobierno argentino encaró una serie de políticas, de diferente índole, para paliar la situación. El cierre de fronteras, el operativo de retorno y de traslado de los insumos sanitarios fueron aspectos importantes en este período de cuarentena y son repasados por el jefe de Gabinete de la Cancillería, Guillermo Justo Chaves.
“El proceso retorno de argentinos, que algunos llaman repatriación, tuvo distintas facetas. Una de ellas fue la cantidad de argentinos que querían volver en un momento en que prácticamente se cerraban las fronteras en todo el mundo. Se decidió restringir el ingreso a unos 500 por día por vía aérea y otro tanto, vía terrestre, para evitar la entrada del virus que en un inicio fue “importado”. Ocasionó un cuello de botella, ante la desesperación de argentinas y argentinos para regresar. Fue la primera dificultad. La segunda: las compañías aéreas se negaron a volar porque dejó de ser rentable venir a la Argentina, por la restricción y porque no podían llevar pasajeros ya que todo estaba cerrado. Después hubo una gran demanda de quienes reclamaron ante las sedes diplomáticas, ya que tenían dificultades de alojamiento, de mantenimiento, de salud, mucha gente de edad avanzada. Hubo que hacer frente a esas demandas. Hubo mucha ayuda material; también contención a la angustia de mucha gente que estaba varada”, relata Chaves.
A partir del viernes 13 de marzo, cuando ya el presidente había advertido lo que se venía con el coronavirus, en pocas horas salieron 19 mil argentinos por Ezeiza y otros 11 mil por vía terrestre. Con la crisis desatada, la situación fue otra, la opuesta. Desde ese martes 17 de marzo hasta ahora retornaron unas 220 personas: casi 90 mil de ellas por vía aérea, mediante más de 330 vuelos. “Fue un trabajo de 24 horas por día. Implicaba el cuidado de la salud de los 44 millones de argentinos que estaban en el país: por eso este tipo de restricciones, por eso la idea de crear un corredor sanitario y elaborar un protocolo que se aplicaba en aeropuertos y pasos, como tomar la fiebre, verificar otro tipo de síntomas, elaborar una declaración jurada».
-Restan regresar unos 10 mil. ¿Qué dificultades persisten?
-Podemos decir que la problemática está resuelta. Los que quedan, son en general trabajadores o estudiantes, que originalmente no tenían pensado retornar. En muchos casos son personas dispersas en distintos países. O, por dar un ejemplo, en Perú todavía queda gente: la dificultad es que está restringido el tránsito de aeronaves. Lo mismo en Ecuador, en Colombia… Hay mucho argentino disperso en Oceanía, pero que también están por volver. La presión de la demanda ya no existe como antes.
-¿Estaba preparado el Ministerio para un trabajo de emergencia de esta envergadura?
-Todo el Estado argentino debió salir a resolver este tema. Hubo una decisión política muy fuerte de parte del presidente que fue priorizar la vida y la salud de los argentinos. A partir de ahí se organizó todo y se establecieron las prioridades. Si hubo gente que debió estar un mes o dos más de lo previsto sin poder regresar, se cumplió lo que yo decía: que esa incomodidad transitoria iba a ser un mal recuerdo, comparado con el valor de lo que cuidábamos que es la vida de todos los argentinos. Habla a las claras las prioridades que marcó la gestión del presidente Alberto Fernández y la conducción de Felipe Solá en la Cancillería
-En alguna ocasión mencionó la irresponsabilidad de muchos argentinos que no tuvieron en cuenta las primeras previsiones ante la pandemia.
-Hubo gente a la que la sorprendió la pandemia. Pero hubo otra que ante los mensajes del presidente del 13 de marzo se fue del país. Hubo una gran irresponsabilidad. Una falta de evaluación de lo que se venía. Ya pasó el tiempo, pero debe servir de lección, porque a nosotros, como ciudadanos, nos cabe una responsabilidad, independientemente de la que le cabe al gobierno. Ese fue un tema a resolver y lo hemos hecho.
-¿Cómo fue el operativo de los vuelos para traer insumos médicos?
-Trabajamos en coordinación con el Ministerio de Salud, Aerolíneas Argentinas y el Anac. Fueron más de 23 vuelos que trajeron una cantidad importante de insumos, muchos provenientes de donaciones y otros que compró el Estado argentino. Hizo que pudiéramos abastecernos de material sanitario imprescindible para paliar la crisis. La cooperación con China fue fundamental. Fue un trabajo muy aceitado, de gran colaboración. Como el que sucedió con los extranjeros que ayudamos a que vuelvan a sus países que fue reconocido y agradecido por los líderes de esas naciones.
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-¿El tema de la pandemia postergó otras cuestiones claves para la Cancillería?
-La política exterior argentina siguió funcionando, claro. Por ejemplo con leyes que son fundamentales, que incorporan el derecho interno de la plataforma continental. La que amplía en dos veces nuestros territorio: ya había sido reconocido por las Naciones Unidas, pero lo sumamos a nuestro ordenamiento jurídico interno. La de pesca en general: Argentina estaba siendo sometida a una depredación ictícola por parte de pesqueros sin autorización en la zona económica exclusiva: se actualizaron las multas y se sanciona con más rigor la pesca ilegal. También se trabajó en la creación del consejo de Malvinas, un consejo interdisciplinario, multisectorial para que haya una política de Estado, que es lo que debe ser y no lo que ocurrió durante el gobierno anterior. Pero además, todo lo que tiene que ver con las negociaciones de Mercosur, en su agenda interna. Y por supuesto el trabajo que arrancó en febrero cuando acompañamos al presidente en la gira por Europa para lograr el acompañamiento de las potencias en la negociación con el FMI y los acreedores privados.
Cien días después
Los cinco pasos fronterizos terrestres que más debieron trabajar con estrictas condiciones de control fueron Paso de los Libres/Uruguayana (Brasil), Gualeguaychu/Fray Bentos (Uruguay), Salvador Mazza/Yacuiba (Bolivia), Cristo Redentor (Chile) y Paso San Sebastián (Chile). En estos 100 días, y especialmente a mediados de mayo, varios de esos pasos transitaron por distintas etapas, incluso una flexibilización para “casos excepcionales”, especialmente en los que responden a “la geografía de ambas naciones, donde es necesario, para conectar dos zonas de un mismo país, atravesar el territorio del otro». Pero en los últimos días, la profundización de la pandemia tanto en la Argentina como en los países limítrofes, provocó que se volvieran a medidas muy férreas como en el de La Quiaca a Bolivia.
Al tiempo que esta última semana ingresaron a Ezeiza nuevos vuelos desde Madrid, Cancú, Miami, Amsterdam, y Roma, que trajeron a 1700 pasajeros. Para este lunes 29, incluso, se espera uno desde Madrid, de Aerolíneas Argentinas, con 243 personas. Una de las conclusiones es que luego de 100 días, “los casos importados de COVID-19 que al principio eran del 100 % de los que se registraban, ahora son del 2,8%”.
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