Ana Jusid despliega y analiza un tema sobre el que aún pesan muchos prejuicios y aporta una visión distinta sobre la maternidad a edades tempranas en Semilla. Memoria de madres adolescentes, una obra teatral que puede verse en el Café Cultural del Caras y Caretas y que está basada en uno de sus libros.
Lo cierto es que tiene a sus espaldas una larga trayectoria en la que el tema de la maternidad adolescente ha sido una constante. Acredita un master en Historia y un posgrado en Desarrollo Urbano y Regional en el Colegio de México. Fue docente e investigadora en universidades de Chile, Ecuador, México y Argentina y consultora y asesora de diversos organismos nacionales e internacionales en Maternidad y Adolescencia. Escribió diversos libros referidos al tema como Las niñas mamás (Sudamericana) y Cuadernos de la semilla (Marea Editorial). También ha abordado el tema obesidad en una novela y una obra de teatro, ambas con un título común: Mientras como chocolate.
El texto de la obra que está actualmente en cartel se basa en Cuadernos de la semilla. “Hay algunos agregados dramatúrgicos –explica Jusid- hechos por un gran amigo y un talentoso director como es Fernando Alegre. Sus intervenciones me han gustado mucho. Me pareció bien que el texto estuviera en sus manos y que él resolviera todo.” Se la puede ver durante los viernes que restan de septiembre en el Café Cultural del Centro Cultural Caras y Caretas, Venezuela 330.
-¿Con qué se encuentra el público cuando va a ver Semilla. Memoria de madres adolescentes?
-Con una obra teatral sobre una temática controvertida, nueva para las obras teatrales, como es el caso de las madres adolescentes. Consideramos que este momento de la Argentina, en el que se están debatiendo cosas que hace diez años o quince no se debatían o se debatían de otra manera, es interesante para poner en discusión otro tema más, aunque sea en un ámbito relativamente pequeño como es un centro cultural y en un teatro también relativamente pequeño.
-La obra había tenido una versión anterior, ¿no es así?
-Sí, se había dado con otro nombre, Mamina, en el año 2013. En ese caso la dirección y la puesta fueron mías. Parece mentira, no voy a decir que el tema era tabú, pero en ese momento el tema de la maternidad adolescente todavía no había alcanzado el ribete del tema cotidiano. Creo que el público que va a ver la obra se va a encontrar con una diferencia sobre el tema.
-¿Cuál?
-No es el discurso de qué barbaridad, estas madres demasiado jóvenes, estos chicos que son abandonados o desatendidos por sus madres, en este país en el que no les enseñan educación sexual. El espectador no se va a encontrar con eso. La idea central es ponerse del lado de las madres. Cuando se habla de un bebé abandonado, que sin duda es un espanto, un horror, se piensa en la madre como una asesina. Pero hay que ver qué le pasó a esa madre, ponerse por un momento en su lugar. Cuando esto le sucede a una persona de clase media se toman en cuenta factores anímicos o históricos. Cuando pasa con alguien humilde las cosas son muy distintos. Además, como dice una feminista australiana, es muy fácil odiar a las madres. El odio hacia ellas es el más viejo que hay y el odio hacia las madres adolescentes es impresionante.
-¿A qué lo atribuye?
-En principio al lugar que ha ido ocupando la mujer a lo largo de la historia. No soy una voz autorizada para decir cierto tipo de cosas porque no soy psicoanalista, pero hay quien dice que en vez de hablar de envidia del pene habría que hablar de envidia del útero. Es tremendo lo que sucede con nosotras mismas, con las propias mujeres adultas. Es tremendo que en una sala de parto le digan a una adolescente “cuando te cogieron no gritaste y gritas ahora”. Estas cosas las dice una ginecóloga, una mujer. También las dice un varón, claro, pero que lo diga una mujer demuestra que en ese instante muchas veces no hay solidaridad de género, no hay solidaridad de maternidad. Por supuesto, esto se da en una parte de la población, si fuera algo generalizado creo que estaríamos fritos. Pero hay que atreverse a ponerse en otro lado. A mí no me interesa “denunciar” la maternidad adolescente, me interesa que las madres adolescentes no sean denunciadas, no sean expulsadas, no sean discriminadas. Se dice que la maternidad adolescente genera hechos como no conseguir trabajo, no poder armar una pareja, no tener una casa, no tener una profesión. Todas estas cosas que son atribuibles a la sociedad capitalista, se le endilgan a la maternidad adolescente como si fuera la causante de todo esto. Michael Jackson intentó hacerse blanco porque todo lo no logrado, todo lo malo se le atribuía a los negros. El odio racial es tan tremendo que provoca estas cosas. El odio a las madres adolescentes también puede ser atribuido a los odios que la sociedad arrastra desde hace miles de años, a los odios de raza en los que están incluidos los otros odios.
-La obra presenta varias historias.
-Sí, son cuatro historias basadas en hechos reales de madres de clase media que tuvieron noviazgos, matrimonios y maternidades relativamente felices. Son historias muy duras, de chicas que fueron fajadas a la escuela para disimular el embarazo, que no se atrevieron a decírselo a sus padres, aunque estos eras profesionales y progresistas. Todo esto que se ve en otros sectores de la sociedad, también se ve en la clase media. Esto está en un libro que se llama Cuadernos de la semilla. En ese libro se basa la obra y la idea era mostrar, precisamente, madres adolescentes de clase media. El embarazo adolescente atraviesa clases, países, grupos de todo tipo. Ningún sector queda fuera de él.
-¿Qué papel juega la educación sexual en el embarazo adolescente?
-La obra no da para todo, pero me gustaría tirar abajo la idea de que la educación sexual es una panacea, que quien recibe educación sexual no se embaraza siendo joven. Ya la expresión “educación sexual” es ridícula
-¿Por qué?
-Porque qué quiere decir educación sexual. ¿A qué se refiere? ¿A saber ponerse un preservativo? ¿A saber tomar una pastilla? La educación sexual no disminuye el embarazo temprano porque la cosa pasa por otro lado. Creo que el tema tiene más que ver con una educación sentimental, con el mundo de los sentimientos, de los afectos, del amor, de la sexualidad. Además, la expresión “educación sexual” asusta a todo el mundo porque los padres se imaginan equivocadamente a sus hijos tomando clases de sexualidad y no quieren eso.
-¿A quién va dirigida particularmente la obra?
-A todo el mundo, pero son las mujeres las que más se pliegan a ella y también quienes ejercen profesiones ligadas a la educación, a la psicología, psicopedagogía, trabajo social. En fin, los que están más en contacto con esta problemática y quieren ver cómo se trata, qué se dice. Detrás de lo que se ve en escena hay una historia real. En el caso de la historia que se cuenta bajo el nombre de «Lorena», lo que se muestra es qué le pasa a una joven que a los 14 años se enamora de un pibe de 15, el pibe de 15 se enamora de ella y les da terror contar lo que les pasó. Cuando lo van a contar, la chica se esconde y la madre persigue al chico cuadras y cuadras. Ellos estaban enamorados, querían vivir juntos y seguir adelante con el embarazo. Te podrás imaginar el lío que se armó. Los dejaron solos como diciéndoles “¿quieren eso? Arréglenselas”. Y se las arreglaron. Lograron alquilar una casita muy chiquita en las afueras y con la poca plata que tenían hicieron una compra mayorista y pusieron un kiosco en una de las ventanas de la casa. El barrio los recibió muy bien porque se notaba que eran dos buenos chicos con ganas de salir adelante. Pasó el tiempo y nació la nena. Lo que la chica relata del embarazo y el nacimiento es realmente alegre y muy conmovedor. Tiraba agua jabonosa en el patio y resbalaba jugando con su hija, porque esas son cosas que también da la maternidad joven.
–Quizá no todo el mundo lo vea de esa manera o no siempre sea así.
-Sí, sé que es un tema muy controvertido y también lo es para mí. Muchas veces me reprochan: “vos defendés la maternidad adolescente”. Y no es así, yo no defiendo la maternidad adolescente, sino a la madre adolescente que es distinto. Creo que deberíamos escuchar de qué se trata, que deberíamos escuchar qué dicen los jóvenes y poner eso en el contexto de la realidad actual. Creo también que habría que relacionarse más con la realidad de lo que pasa y no con el modo en que yo o cualquier otro ve la realidad. Me gustaría que la obra provocara un pensamiento porque si hay algo que me saca de quicio es la obediencia y en estos últimos tiempos me he encontrado con una obediencia terrible.
-¿A qué se refiere específicamente?
-Al pensamiento, en este caso, sobre el embarazo adolescente. La obediencia consiste en poner siempre por delante la verdad “escrita” y no la realidad. Un periodista o cualquier otra persona le pregunta a una adolescente de 15 años si no hubiera sido mejor para ella no quedar embarazada, poder salir con sus amigas, terminar la escuela e ingresar a la universidad. Y aquí hay dos cosas: ¿qué quiere decir “mejor”? Pero en el caso de que hubiera sido mejor, no es lo que le sucedió y, además, la juzgan. Hay chicos para los que ser padres muy jóvenes es lo mejor que les pasó en la vida, que a partir de ser padres dejaron la droga o dejaron de tomar. Hay diferentes formas de sentir, de pensar, de vivir. No hay algo que sea “lo mejor” para todo el mundo. El prejuicio y la discriminación están en el centro de la maternidad adolescente. ¿Dónde está el Estado para garantizar que un porcentaje del trabajo sea para estas madres? Se dice que las madres adolescentes no pueden estudiar, pero es porque no se les ofrecen las condiciones. Hubo mucho trabajo previo y en algunas escuelas se empezaron a organizar guarderías. Hace unos días se vio la foto de un maestro o profesor con un bebé en brazos mientras la mamá daba examen. Esas son cosas maravillosas.
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