El tema de Canticuénticos ayuda a romper el silencio en episodios de abuso sexual infantil. Herramienta fundamental para la ESI, sonó en un juzgado de Neuquén. Mañana, la sentencia.
“Hay secretos”, de la banda Canticuénticos, lleva tres años sonando en aulas y hogares. Pero la fuerza de esta vidala llegó esta vez a una sala de audiencias, con un efecto multiplicador. Por decisión de la jueza de Garantías de Zapala, Carolina González, sonó allí donde todo suelen ser expedientes y pronunciamientos con terminología difícil. Puso la canción luego de declarar al acusado penalmente responsable del delito de abuso sexual por tres hechos, dos en forma continuada, contra dos niñas y una adolescente. En Neuquén, los juicios se desarrollan en dos partes: una primera etapa para determinar responsabilidades, y otra –en el juicio de cesura–, para establecer penas. Este lunes, el abusador –que está en libertad– conocerá la suya.
“El caso tuvo mucha repercusión a nivel local. El victimario es una persona conocida, era representante de una comisión vecinal. Había confianza con él en el barrio y fue un impacto en la vida de las familias cuando empezó a circular la información sobre lo que había pasado”, señala Paula Castro Liptak, titular de la Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes, que en Neuquén es parte obligada como querella en los delitos contra la integridad sexual. Esta función busca garantizar los derechos de las infancias vulneradas y les permite a las víctimas tener un rol de peso en los procesos judiciales. La Defensoría también se ocupa de ellas a nivel integral, no solo en lo jurídico. Es un rol clave, pero no tiene la asignación de recursos correspondiente, según reclaman a nivel local.
Los abusos ocurrieron en 2018 y 2019 contra una adolescente de 13-14 años y dos niñas de 7 y 8 años. La misma edad que tenía la nena que escuchó “Hay secretos” en su clase de música y la compartió en su casa con sus hermanas, mientras veían en la tele una noticia sobre un tío abusador.
“La mayor empieza a hablar sobre el tema y la más pequeña, muy pequeña, dice: ‘Yo sé que eso pasa, el profesor de música nos enseñó una canción sobre los secretos. Vamos a buscarla en el teléfono a ver cuál es’. Y la escuchan todas juntas”, cuenta la jueza Carolina González, en diálogo con Tiempo. “Al escuchar el tema, una de las hermanas –la víctima del abuso– cambia de rostro y se va, no quiere hablar. La más grande percibe que algo había pasado y le insiste, hasta que le cuenta. A partir del develamiento de ella, otras chiquitas del barrio se enteran de que no la dejan salir a jugar porque hubo un problema con ese señor, y dicen: ‘Yo también tuve ese problema. Cuando nos daba caramelos nos quería dar besos’. Así es como se devela”.
“Lo particular del caso es que estamos hablando de hermanas con mucha diferencia de edad, y la que logró sacar el tema y lo puso sobre la mesa era la más chiquita, que tenía en ese entonces 7 u 8 años, frente a otras que ya eran adolescentes y adultas. Ahí uno comprende la necesidad de este tipo de educación”, destaca la jueza, aludiendo al rol de los contenidos de Educación Sexual Integral (ESI) en las aulas.
“En todas nuestras intervenciones, la presencia de la escuela es fundamental. Sobre todo por el vínculo que tienen las infancias y adolescencias con maestros y profesores. A pesar de la pandemia, el año pasado abordamos muchas situaciones de vulneración de derechos detectadas por docentes. Estos espacios de educación sexual son fundamentales para empoderar y educar sobre situaciones de abuso. Cada vez que aparecen las clases de ESI o tenemos una campaña, enseguida empiezan los relatos: niños y niñas empiezan a contar sus vivencias. Y la canción aparece en varias situaciones, generalmente por docentes que la utilizan. En Neuquén hubo una campaña que se llamaba ‘Contalo’: venían de la Capital a capacitar docentes y cada vez que el ‘Contalo’ iba visibilizando un abuso, enseguida aparecían las denuncias”, señala la defensora Castro Liptak. Y concluye: “Son sumamente receptivas las infancias a estos abordajes”.
Cómo cantar sobre el abuso
Sabrina Medina, licenciada en Trabajo Social y hoy coordinadora del área de Género, Diversidad Sexual y Derechos de la Facultad de Ciencias de la Vida y la Salud de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, tenía una inquietud: no encontraba cuentos, canciones, ni otras piezas artísticas infantiles con perspectiva de género, con una mirada alejada de los estereotipos y que cuestionara el rol de adultos que debían ser obedecidos por niñas y niños sumisos.
Con esa preocupación, decidió enviar un correo a Canticuénticos, ofreciendo la posibilidad de pensar juntes cómo romper con ese tipo de mensajes.
“Rápidamente, tuve una respuesta positiva de Ruth (Hillar, compositora, cantante, flautista y acordeonista), expresando que ella también andaba en la búsqueda de cómo transmitir esos mensajes. Así empezamos a encontrarnos, a conversar, uniendo nuestros saberes. Recuerdo que lo primero que conversábamos era cuáles son las características principales en estas situaciones, y lo que lo sostiene es el secreto, lo que el abusador genera con el niño o la niña para poder perpetrar y satisfacer sus deseos sexuales”, explica Medina.
El intercambio entre la trabajadora social y la compositora resultó en “Hay secretos”, la vidala que postula que “Hay secretos livianitos/que te llevan a volar/y hay secretos tan pesados/que no dejan respirar./No se tienen que guardar/los secretos que hacen mal”. El tema se estrenó en 2018, se viralizó en 2019 al circular en formato audiovisual y, en 2021, sonó en el veredicto de un juicio por abuso sexual infantil.
“Me voy enterando de agradecimientos de docentes y personas adultas que han podido hablar del tema con niños y niñas, que no sabían bien cómo tocarlo. Esta canción habilita a hablar muchas cosas, no solo el abuso, sino cualquier otra situación de maltrato que el niño o niña esté pasando. Aporta mucho al real acceso a derechos para nuestras infancias”, remarca Medina.
“Busqué un lenguaje sencillo, que pudiera referenciar sin nombrar, que comunicara mansamente, sin volver a lastimar donde duele –detalla Ruth Hillar–. También pensé que debían poder escuchar y sensibilizarse con la canción las nenas y los nenes que nunca pasaron ni pasarán por situaciones de abuso y maltrato. Y, por supuesto, los adultos, que somos quienes debemos estar atentos, contener, ofrecer ayuda. Desde lo musical, busqué un género argentino que tuviera un carácter intimista y profundo, y elegí la vidala”.
La artista apunta que “fue muy sorprendente que la jueza Carolina González hiciera referencia a la canción e incluso pusiera el video durante el juicio. Creo que es un reconocimiento al enorme poder del arte como transformador de su tiempo. Como grupo que genera contenidos para la niñez, esto nos pone en un lugar de mucha responsabilidad. Porque entendemos que, además de acompañar a las infancias desde la música, tratando de despertar la imaginación, la creatividad, la conexión con su propia cultura, la sensibilización por la poesía y los valores humanos, tenemos la posibilidad y tal vez el deber de acompañar también en lo más duro de transitar, en lo que duele”.
La jueza, que en su fallo explicó el peso que habían tenido el rol del maestro de música y la canción “Hay secretos” para que se rompiera el silencio en un grupo de hermanas, contó luego por qué decidió compartir el tema en la audiencia –semipresencial– para que lo escucharan todas las partes: “Porque el veredicto no es para mí, ni para el tribunal revisor, ni para el resto de los jueces. Es para el imputado, para la defensa, las víctimas, los ciudadanos. Y me parecía que era la mejor forma de que comprendan la sinceridad del develamiento, por lo emotivo, lo claro y lo emocionante del tema. Y como un reconocimiento a los maestros y a este grupo musical, a su autora. Porque es tan sencillo y es una herramienta preciosa”. «
“Si no alcanzan las palabras/para lo que hay que contar/inventemos otro idioma/siempre te voy a escuchar”.
Lucio escuchó el cuento y se durmió. A la mañana siguiente dijo que no quería ir al jardín. Igual que otras veces, pero ahora con mayor insistencia. “No quiero ir porque en gimnasia me dicen ‘Lucio sucio’”, largó por fin, antes de entrar a la escuela bajo protesta. Su mamá se fue al trabajo tratando de procesar lo que acababa de escuchar.
De vuelta en casa, la familia retomó la charla. Lucio logró entonces contar que quien lo llamaba así era nada menos que la maestra de gimnasia. Que él ya le había pedido que dejara de hacerlo, sin éxito. Y que otros nenes y nenas, habilitados por la docente, también usaban ese apodo.
La maestra justificó luego que solo buscaba rimas para los nombres de nenes y nenas, que se trataba de un juego. La mamá y el papá de Lucio llevaron el caso hasta la dirección del área y la docente terminó con licencia. Al nene “le afectó mucho lo que pasó –dice Marcela–. Al cambiar de escuela, porque empezaba primer grado, no quería ir porque creía que le iban a decir ‘Lucio sucio’. Fue muy amargo el tránsito por ese jardín. Y fue justamente esa canción, después de un año y medio de andar aguantando, la que le permitió hablar”.
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