Gael García Bernal es uno de los protagonistas de Neruda, el film que se estrena este jueves, y aprovecha para repensar el comunismo y la mirada del poeta chileno.
«Neruda» toma un episodio de la vida del poeta chileno en un momento clave de la historia de su país, la crisis política que enfrentó como senador del Partido Comunista en 1948, al pararse de frente a la persecución que inició al gobierno de entonces a la izquierda, y lo forzó a su primer exilio.
En el guión, escrito por el dramaturgo Esteban Calderón, García Bernal encarna al detective de la policía Óscar Peluchonneau, encargado por el presidente Gabriel González Videla, producto de de una coalición que incluyó el PC chileno, para perseguir a Pablo Neruda hasta dar con él como fuera.
-¿Cómo recibiste la propuesta de Larraín?
-El punto de partida es una ficción, pero con elementos reales. Por eso definirla como real no es correcto. Es una ficción, de principio a fin, inspirada en personajes y sucesos reales, pero no todos. Es un homenaje nerudiano y también borgeano a la poesía y a la literatura.
-Hay quienes cuestionan esa libertad en la inspiración…
-La película genera cierto desconcierto, en Chile sobre todo, porque mucha gente creía que era una biopic. Pero no lo es. Neruda es inabarcable.
-Es una historia que recurre a juegos literarios y cinematográficos…
-Creo que a Neruda le hubiese encantado esta película, porque es un retrato muy fiel a su imaginación, al contexto en el que se vivía entonces, y es algo que retrata fielmente. La posguerra, el conflicto que surge en contra de los comunistas, la posición de los poetas en el poder.
-Larraín y su guionista eluden los planteos políticos convencionales
-No caen en las controversias políticas que son muy fáciles y muy banales, para comparar o denostar. La pregunta está planteada de forma muy interesante, cuando una compañera militante le pregunta a Neruda: «¿Cómo vamos a ser los comunistas cuando triunfemos: como usted o como yo?». Y la respuesta de él es fantástica, le dice: «Como yo, vamos a comer en la cama y a hacer el amor en la cocina».
-Una respuesta para sacar conclusiones…
-A mí me encanta esa respuesta, es fascinante, porque no resuelve esa controversia que siempre tuvo el comunismo, la del siglo XX sobre la igualdad, y sin embargo a la vez la contesta: de que no le falte nada a nadie. Al dar esa respuesta Neruda describe una postura de vida que abre posibilidades, que lleva la responsabilidad a tu mesa: hay que comer bien y coger más, vivir la vida y disfrutarla.
-Hay que tener en cuenta el factor humano, la distancia entre lo teórico y lo práctico
-Es una respuesta simbólica, porque de alguna manera cada quien la entiende a su forma: qué casa necesito, qué espacio necesito, qué trabajo necesito, qué tiempo libre necesito, cuánta familia necesito. Es interesante la época de esta historia, que vemos con cierta nostalgia o añoranza porque trataba de incorporar a las personas más marginadas dentro de la sociedad.
-¿La película realiza una suerte de revisión histórica?
-Sí, pero no con el afán de reivindicar ciertas cosas del ahora sino de revisitarlas, como una especie de patrimonio que tenemos, para aprender, para jugar. Es un ejercicio fascinante el que hace la película en ese sentido, muy alejada de lo que uno puede esperar de un cine de denuncia o social, realista.
-No se la puede encuadrar…
-Es muy interesante que no haya un nicho en donde ponerla: yo le llamo un cine que termina teniendo unas consecuencias de reconciliación impresionantes, y genera una discusión muy necesaria.
-La ficción permite múltiples lecturas…
-Sí, está la lectura de que Neruda y el policía son uno mismo, por ejemplo
-Tu versión de Emilio Eduardo Massera de «Eva no duerme» tenía algo que ver con este Peluchonneau, los dos son antihéroes que narran en off…
-Sí, pero Massera pudo haber sido cualquier personaje. Eso es lo interesante: en la ficción se pueden tomar elementos de la realidad y jugar con ellos. Hay gente que se pregunta cuál es el límite para jugar con los elementos reales, y yo les digo que es una conversación que tenemos que superar porque no existe un parámetro para para poner fronteras a la creatividad: el juego es histriónico y, si no, estamos jodidos.
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