Eduardo Halfon: “El único objetivo que tengo al escribir es contar una historia”

Por: Maxi Legnani

Es uno de los invitados más destacados que tendrá la próxima edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Nacido en Guatemala en 1971, Halfon es autor de una veintena de volúmenes, publicados en su mayoría por Libros del Asteroide.

Su estilo, caracterizado por textos breves, parece propio de un ejercicio borgiano: hay un Halfon real y un Halfon en sus ficciones, que se retroalimentan libro tras libro, al igual que la figura de varios integrantes de su familia.

Así, en “El boxeador polaco” su abuelo se revela como sobreviviente de los campos de concentración nazis gracias a un hombre que le da título al libro, en “Canción” el abuelo es secuestrado por la guerrilla guatemalteca en los años ‘70, en “Duelo” un (otro) Eduardo Halfon atraviesa ese proceso a raíz del descubrimiento de la trágica muerte de su tío, ahogado, cuando tenía cinco años, y en “Un hijo cualquiera” el hijo de Halfon es el punto de partida para revisitar la memoria familiar, emocional, los duelos, las muertes y la identidad. En uno de los cuentos de “Biblioteca bizarra” (Ediciones Godot), aparece ese hijo cuando acaba de nacer, y es llamado Halfon boy.

Las identidades de (los) Halfon son un mecanismo sorprendente que gira y amplía su universo texto a texto, en una dirección unívoca: la conjura de la identidad. Es Halfon: el otro, el mismo.

Eduardo Halfon: “El único objetivo que tengo al escribir es contar una historia”Eduardo Halfon: “El único objetivo que tengo al escribir es contar una historia”
Foto: Prensa / David Herranz


La llegada del ganador de la Beca Guggenheim y el premio Roger Caillois se produce luego de la aparición de “Tarántula”, su última obra, finalista del premio del Premio Finestres de Narrativa. Un texto que revela un notable trabajo de ingeniería, carrera que el autor transitó antes de dedicarse a la literatura.

 La historia -Premio Médicis 2024 a la mejor novela extranjera en Francia- revisita una memoria personal para reflexionar sobre lo colectivo: Halfon y su hermano, cuando niños, viajaron con su familia desde Estados Unidos hasta Guatemala para participar de un campamento de niños judíos, en medio de las montañas. En ese entonces, recibieron una experiencia para atravesar algo parecido al trauma.

Su familia había emigrado a Estados Unidos luego de la violencia política en su país natal, y volvieron para que el joven Eduardo y su hermano pudieran reconectar con sus raíces judías. 

En diálogo con Tiempo Argentino, recuerda el nacimiento de esta obra: “Hace cuatro o cinco años vine a Berlín con una beca para escribir, con el compromiso de ir a almorzar todos los días con otros becarios: una rutina que resultaba terrible, porque interrumpía mi trabajo.

Uno de esos días estaba en una mesa y empecé a contar esta historia, este recuerdo de infancia o preadolescencia, y la reacción en la mesa (que eran casi todos alemanes) fue de incredulidad, yuxtapuesta con la reacción de un becario uruguayo que estaba sentado ahí, y de inmediato respondió: “Claro, lo mismo me pasó a mí”. Un uruguayo judío que había pasado casi por la misma experiencia, en un campamento de niños.

Entonces volví a casa y empecé a jugar con la idea de volver a ese recuerdo, de volver a ese momento, a ese día en el campamento de montañas. Fue en esa comida en donde llegó esa anécdota. Y, de pronto, se transformó en algo más.

Desde la primera escena, en la cual los niños son despertados a los gritos en medio de la madrugada por un instructor muñido de un garrote y de algo que parece una tarántula, irrumpe la violencia. “Es un libro violento, no por lo que se narra -o sea, no es una violencia explícita- sino más bien emocional.

 Hay dos grandes violencias en el libro como escenario: la guerra civil de Guatemala, el conflicto interno, porque todo el campamento está situado en el escenario de la guerra, en 1984, en una montaña en pleno conflicto interno. Pero ese escenario sucede adentro de otro escenario, que es la violencia del campo de concentración, y lo que eso significa”, dice Halfon, desde Berlín.

 Y agrega: “Entonces hay dos grandes contextos de violencia en el libro, pero luego también está la violencia que el niño sufre: la violencia psicológica de recibir ese trato por parte de los monitores en el campamento, pero también la violencia de la montaña, la violencia de estar perdido en una montaña.”. 

Eduardo Halfon

-¿Cuánto te interesa indagar en el tema de la identidad, tan presente en tu obra?

-No sé si el tema de la identidad me persigue, o si yo lo persigo a él. No sé no sé cuál de las dos es correcta, pero es un tema que no tengo presente mientras escribo, eso lo tengo clarísimo. 

-Cómo creés que puede leerse este libro, en el contexto actual?

-No fue el momento histórico que estamos viviendo ahora, con tanta atrocidad, con tanta guerra (Israel y Palestina, en Ucrania, etc.). No fue eso lo que me motivó a escribir este libro, porque lo escribí antes de esos dos conflictos. Especialmente, antes del de Israel-Palestina, pero el libro ahora no se puede leer sin pensar en ello. No es posible leer un libro que trate el tema de la identidad judía y el sufrimiento sin pensar en el sufrimiento que ahora están pasando tanto judíos como palestinos en medio oriente.

¿Tenés algún objetivo específico al escribir?

-El único objetivo que tengo al escribir algo es la historia, es contar una historia. Muchas veces se va abriendo, o no. La mayoría de esas veces esa historia se me cierra, y pues tengo que dejarla para más adelante o cambiarla, o simplemente abandonarla, porque no funciona.

Yo siempre digo que es como escribir en la oscuridad: mientras estoy escribiendo no sé hacia donde voy, no sé qué es lo que estoy haciendo realmente: solo tengo que continuar. Y, eventualmente, al final se prende una luz en ese cuarto, y finalmente veo todo lo que he escrito, o sea, veo hacia atrás sí pero tengo que confiar en el proceso, y continuar escribiendo. 

-¿Cómo se vinculan la literatura y la memoria en tu obra?

-Para mí, la literatura y la memoria están muy vinculadas. La memoria que recibimos en la infancia es esa arcilla, esa materia prima, con la cual yo más trabajo. Pero eso no implica que hay otras: la memoria de ayer, de un acontecimiento más actual, la memoria colectiva de un grupo, de un pueblo, de un país, o la memoria histórica.

Todo, todo ello está sobre la mesa cuando escribo, pero especialmente esa memoria de las memorias infantiles, a las cuales yo vuelvo constantemente. Memorias falibles, inciertas, cambiantes, no confiables: algo genial para la literatura.

-¿La literatura puede servir para comprender algo del pasado o del presente?

-Yo no comprendo nada mejor al terminar de escribir un libro. El ejercicio de escritura para mí no es de conocimiento, como lo puede ser el ejercicio de lectura. Yo no sé si el pasado se está reconstruyendo a través de la literatura, porque lo que estoy haciendo no es historia.

 Lo que, creo yo, sucede en la literatura con el pasado es un acercamiento a la emoción del pasado, o sea un sentir del pasado. No al pasado como hechos, hechos históricos o hechos cuantificables, sino a un estado emocional del pasado: qué se sintió esa secuencia del niño en el campamento. Es construir (y no reconstruir) un estado emocional, y compartirlo con los lectores y las lectoras. 

Foto: Prensa / Adribian

-Al leer tu obra encontramos un mecanismo que parece de Borges. ¿Te considerás un autor borgiano?

-Me considero un lector borgiano, no sé si un autor bien borgiano. Sería mucho pedir. Una de las luces de nuestra literatura, no solo latinoamericana, sino nuestra literatura con L mayúscula.

Siempre fui y sigo siendo un gran lector de Borges, pero no sé si soy un escritor borgiano, no sé qué quiere decir.  Borges y yo, creo que te refieres a eso: Halfon y yo, ese desdoblamiento del escritor y el personaje. En ese sentido puede que sí, pero no sé si más allá de eso, y no sé si de la misma manera. 

-¿Cómo nació la idea de un otro Halfon, casi como protagonista de tus ficciones?

-Ese otro Halfon no fue algo buscado, fue algo orgánico: este personaje apareció en un cuento que estaba escribiendo, llamado “Fumata blanca”, que está en El boxeador polaco. Es un personaje al que le presto mi nombre, le presto mi vida para que él me cuente la suya.

No soy yo, él es él: él es Halfon.  Tiene su propia voz, tiene su temperamento, fuma muchísimo, viaja bien. A veces nos llevamos, a veces un poco y a veces se me esconde, y a veces yo me escondo de él. Pero es algo que se ha ido dando de una manera muy espontánea.

-¿Estás escribiendo actualmente?

-Escribo constantemente. No sé qué estoy escribiendo, nunca lo sé. Pero en algún momento se me revela. Escribo a diario, soy muy maniático. Es un acto de terquedad la escritura.

Sobre su viaje a Buenos Aires

“Es la segunda vez que visitaré Buenos Aires, y llevo nueve años esperando volver. Hay algo en el sentir argentino que me atrae mucho. Yo creo que por eso mis libros se leen tan bien allá, mucho más que en cualquier país latinoamericano. Hay algo, que no sé qué es, en común, algo que me hermana con Argentina, y con Buenos Aires especialmente. Estoy muy emocionado por volver.”


Invitado por la Feria Internacional del Libro y la Fundación Medifé, Eduardo Halfon presentará “Tarántula” el domingo 4 de mayo en la Feria del Libro, y el sábado 3, conversará con Martin Kohan la apertura del Diálogo de Escritores Latinoamericanos. Además, hará lo propio con Damián Huergo en Eterna Cadencia el lunes 5, y con Julián Gorodischer el martes 6, en la UNTREF.

 


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