Integrada por 30 obras que, en su mayoría, expresan la violencia de la más cruenta dictadura cívico-militar de la Argentina, puede verse en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes hasta el 9 de este mes.
Esta muestra se suma a las cuatro retrospectiva realizadas anteriormente por el artista: Valencia (2000), Museo Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires, 2002), Museo Sívori (Buenos Aires, 2013) y Museo Caraffa (Córdoba, 2014). Todos estos días está integrada por 30 piezas que el artista realizó entre 1979 y 2022 aunque, según aclara, no se trata exactamente de una retrospectiva, porque su objetivo no es mostrar un proceso de transformación de sus trabajos, sino algo muy distinto.
“Durante la pandemia –cuenta-, como la mayor parte de la gente debía permanecer en su casa y se dedicó a arreglar cosas, yo me dediqué a dar vuelta el taller y me encontré con una gran cantidad de obra realizada a fines de los 70 y principio de los 80. Se trata de trabajos en papel realizados con tinta, con pasteles y algunos en chapadur con óleo. Pensé que tenía que hacer algo con ese material que pertenecía a una época determinada de la Argentina, que también fue mi época. Diana Saiegh, directora del Fondo Nacional de las Artes, visitó mi taller por otro motivo, vio la obra y me dijo que le gustaría exponerla. Seleccioné entonces algunas obras de esa época y otras recientes. Me interesaba exponer lo que hice en el momento de la represión y que por razones obvias no había podido mostrar. Quería que la gente supiera que yo había hecho eso. Por esta razón para mí es una muestra muy sensible y muy diferente de las muchas que hice hasta ahora, porque abarca un período difícil. No me interesaba mostrar técnicas, sino su referencia a esa época de la Argentina.”
Cuando se le pregunta en que corriente expresiva cree que se enmarca su producción, elude los encasillamientos y contesta: “En los 90 comenzó una etapa en que la estética empezó a acomodarse a un cambio de la sociedad. Eso hizo que el arte se transformara en un producto de consumo igual que el cine, la literatura y otras expresiones. Las artes plásticas no escaparon de eso, sino al contrario. Dado que los cuadros se venden, a quienes venden cuadros no les importa mucho la buena obra, sino más bien venderla. Por lo tanto, los lenguajes se fueron un poco al diablo. Empezaron a aparecer lenguajes que tampoco son nuevos, expresiones que terminan siendo muy superficiales y que no aportan mucho. En mi caso, indagué en todos los lenguajes que pude y en cuantas técnicas recorrí por todos lados: papeles, tintas, litografía, óleo sobre tela, técnicas mixtas, esculturas en cemento, en bronce… Elijo los lenguajes, los adapto en función de lo que quiero hacer. Por ejemplo, el tejido metálico fue para mí un gran descubrimiento que me sirve cuando necesito hacer algo fuerte.”
López Armentía no concibe el arte desgajado del que contexto social en que se produce. “Soy alguien simple y básico. Me muevo artísticamente con lo que siento y con lo que me pasa. El mundo social es fundamental para mí. Podría decir que comencé primero con la política y luego empecé a desarrollarme como artista. Creo que el arte está relacionado con el modo en que vivimos. No existe un arte ajeno a eso, aunque tratan de implementarlo. Y agrega: “Estuve unos 15 años exponiendo en Nueva York, conozco bien el medio y sé que tratan de instalar cosas de acuerdo con los intereses del mercado para hacer negocios. Y en eso participan todos, desde el The New York Times a los museos. En mi caso, todo lo que hago está contaminado de lo que me rodea. Dicho esto, aclaro que no intento hacer una obra panfletaria, explícita. Creo que el arte tiene que ser un camino para que la gente se involucre emocionalmente, se identifique, piense…”
La obra de este artista forma parte de colecciones públicas y privadas: Museo Nacional de Bellas Artes; el MAM, de San Pablo; el MAM, de Río de Janeiro; MOLAA, de Los Ángeles; Casa de las Américas, de La Habana; Instituto Domeq, de México e Instituto Andino de Artes Populares, de Quito, entre otros. A partir de los 80 ha recorrido y conocido en profundidad los principales escenarios del arte plástico de los grandes centros internacionales. Sin embargo, tal como se especifica en el texto curatorial, ha elegido correrse del centro del arte contemporáneo acaso para preservar su instinto crítico y su pulsión política. Su taller en Flores, barrio del sur porteño imantado por la rabia prodigiosa de Roberto Arlt, es del mismo modo fortaleza.”
En efecto, tiene un gran taller en el que están integradas dos viejas casa. En una trabaja y en la otra expone su obra y la abre al barrio. Una de ellas la compró en 2006 y bastante tiempo después de haberse instalado allí se enteró de que en esa casa habían vivido los padres de Juan Domingo Perón.
“El padre de Perón –relata el artista- murió al poco tiempo de vivir aquí. Perón iba y venía a esta casa y es en ella donde se casa con su primera mujer, Aurelia Tizón. Aquí hicimos una muestra de fotos de Perón de esos años y de fotos de Flores de ese tiempo. Dejé un espacio chico de exposición permanente de algunas de esas fotos. Vino una vez Lorenzo Pepe, se puso una placa que se sumó a otra que me habían dado porque el lugar es de interés cultural. Como esta fue la casa de los padres de Perón, se acercan algunos peronistas. Me gusta que venga gente. Vienen de escuelas, viene gente de la UBA, estudiantes, personas a las que les interesa mi obra. Mi interés fue siempre que la obra tuviera llegada al barrio. Soy un defensor de la periferia, el arte centralizado en Barrio Norte no es lo mío. Sin embargo, comencé ahí. Todos empezamos ahí porque no hay mucha alternativa fuera de ese gran circuito, sobre todo cuando el artista está en sus comienzos. Luego, uno va tomando distancia y va eligiendo su propio camino. Estamos atrapados en eso, porque el funcionamiento de esas cosas no lo maneja «la popular». Yo vengo peleando mucho con esto, porque creo que nosotros tenemos que generar nuestros propios espacios, una iniciativa que no siempre encuentra eco. En 2017 comencé con algunas actividades, como presentación de libros, una charla sobre psicoanálisis y arte, proyección de alguna película. Estoy en contacto con gente de la Comuna 7 y con otras personas. La idea es hacer cosas que aporten algo.”
Y concluye: “Cuando comencé a armar este espacio mucha gente me decía que era lejos, que le costaba llegar, que tendría que estar en Palermo. Pero, si se tiene constancia y coherencia, de a poco las cosas se van consolidando. Hay que sostener las decisiones aunque uno encuentre resistencia.”
La muestra Todos estos días podrá visitarse hasta el 9 de octubre, de jueves a domingos de 14 a 19, con entrada gratuita, en Rufino de Elizalde 2831, CABA.
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