Para el especialista, la intención anunciada por Macri de publicar rankings de escuelas "naturaliza el divorcio entre calidad e inclusión". El licenciado en Ciencias de la Educación ve en el proyecto un alineamiento con los imperativos de la OCDE. "No van a desmontar la educación, la vacían por goteo".
Es la primera vez que se habla de modificar la ley para rankear a las escuelas. ¿Qué significa esta idea?
Naturaliza cada vez más el divorcio entre calidad e inclusión. Es pensar en la evaluación con la lógica efectista, tecnocrática y marketinera, haciéndole el juego a la creencia de que la evaluación por sí misma mejora el sistema. Allí reside la posverdad en educación. Se prometieron 3000 jardines y no se construyeron más que algunas aulas, y faltan vacantes hace una década en el distrito más rico del país. Lo del discurso presidencial fue un sinceramiento en la línea del Operativo Aprender, alineado a los imperativos internacionales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y las pruebas PISA, los organismos del capital trasnacional que orientan la política educativa. La competencia es la principal fuente de progreso, despojando totalmente la variable humana y cualitativa. Convierte a la víctima en único culpable de su propio «fracaso» y hace invisible al Estado y sus políticas como principal garante y responsable de dicho fracaso o dificultades. Ajustando los resultados estandarizados independientemente de los contenidos. Además, no hay evidencia alguna de que al publicar los rankings, las escuelas que están peor, mejoren. En cambio, se fortalece la etiqueta y el estigma sobre las escuelas que estén «peor».
Macri sostuvo que con los resultados de Aprender aplicaron los criterios de las escuelas a las que les fue mejor en las 3000 «que más problemas tenían».
El contexto no interesa, se estandariza. Por eso es de una vulgaridad enorme pensar que una escuela mejorará copiando a otra. Habla de una ingenuidad que alarma. Significa despojar del estudio al recorrido pedagógico que existe en todo el ciclo de cada institución y cada alumno. No hay escuela sin contexto. Pero todo esto es distractivo, porque hay cero inversión. Hubo 80 millones de libros en las escuelas y hoy no hay nada. Lo mismo con las netbooks y la subejecución alarmante. La lógica no es desmontar, sino vaciar por goteo. «
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