Fuck you

Por: Nicolás G. Recoaro

Para vos lo peor es la libertad, libertario. Te saludamos acurrucados desde las butacas, con las manos bailando por los aires y el dedo mayor erguido.

«¿Qué le dijo Borges al punk en un tren de Londres? “Yeyeyeyeyeyeyeye Yoyoyoyoyo… ¡Fuck you!”. La respuesta es de Luca Prodan en el furioso arranque del último recital de Sumo en Obras, circa finales de 1987. Se apagaba la tórrida primavera democrática, calentaba la próxima hiperinflación. A ciencia cierta no sabemos si el autor de Historia universal de la infamia acompañó el saludo con el dedo medio erecto sobre su mano cerrada en puño. Mejor no hablar de ciertas cosas.

La mano es la ventana de la mente. Esta aseveración rotunda del filósofo Immanuel Kant inspiró numerosos trabajos científicos durante la primera parte del siglo XIX. En su libro El artesano, el sociólogo norteamericano Richard Sennett cuenta que la imagen de la “mano inteligente” apareció por primera vez una generación antes de Darwin, con la publicación del volumen The Hand (1833) de Charles Bell. Este anatomista y cirujano escocés creía que la mano estaba diseñada por Dios: otro miembro del hombre bien adaptado a una finalidad. Cristiano devoto, Bell atribuía a la mano un lugar privilegiado en la Creación. Realizó varios experimentos para probar que el cerebro recibía información más fiable del tacto que del sentido de la vista, tantas veces engañado por bellezas y fealdades ilusorias. Poco después, Darwin demolió la idea de Bell acerca de la atemporalidad de la mano, tanto en la forma como en la función. Sennett resume las conjeturas evolucionistas: con mayor capacidad cerebral, nuestros antepasados humanos aprendieron a mantener objetos en las manos, pensar en esos objetos y, finalmente, darles forma; los homínidos pudieron construir herramientas; los humanos, cultura.

El cine es cultura y está en peligro por la Blitzkrieg del gobierno de Milei. Crucemos los dedos: hay una trinchera que resiste el avance ultraliberal en el arrabal de Olivos. Frente a la plaza Borges, el Cine York promete rock en pantalla grande para la gélida noche del domingo. Entrada libre y gratuita para ver Fuck You!, el documental de José Luis García que retrata la vida secreta de un concierto de Sumo estallando desde el VHS. La fila de pibas, pibes y no tanto es una serpiente emplumada de dos cuadras que rinde homenaje a las noctámbulas vigilias ante las fauces de Cemento. Las manos sostienen porros, latitas de birra y contracultura en la previa. Los viejos vinagres de la policía custodian a distancia. El comisario Milei también anda por el barrio, quizá viendo ópera en el microcine de la Quinta Presidencial junto a una caterva de periodistas y economistas lamebotas.

Se apagan las luces en la explotada sala del York. El primer fotograma del film reza en letras blancas sobre lienzo negro: “Un documento audiovisual sin fines de lucro”. La película no tendrá exhibición comercial ni irá a ninguna plataforma de streaming. Se para de manos frente a la mano invisible del mercado. La cultura no se vende. Es libre. Para vos lo peor es la libertad, libertario. Te saludamos acurrucados desde las butacas, con las manos bailando por los aires y el dedo mayor erguido. Fuck you.

Digitus impudicus. Señalan las crónicas que así llamaban los romanos al gesto de exhibir el dedo medio para evitar el mal de ojo y otros espíritus non sanctos. No confundir con los cuernitos, tres dedos cerrados y el pulgar y meñique endemoniados en alto. Lo usaban también las putas del imperio para mostrarse disponibles a la hora de brindar sus favores, como analogía del pene y los testículos. El historiador romano Cornelio Tácito narra escenas furiosas de los bárbaros germanos haciendo la señal de la Higa mediterránea antes de entrar en combate. Pero los primeros en maldecir con los dedos fueron los ilustrados griegos. El comediógrafo Aristófanes inmortalizó la señal en Las nubes, una comedia satírica que ridiculizaba a los sofistas. El dramaturgo narra una escena en que Sócrates le pregunta a su discípulo Strepsiades si conoce el dáctilo, una métrica de poesía representada con el pulgar e índice estirado. El alumno contesta levantando su dedo del medio de forma socarrona. El cínico Diógenes solía usar su dedo medio para criticar a los políticos atenienses. “Este es el que gobierna a la gente de Atenas”, les espetaba las falanges centrales en la cara sin chuparse el dedo.

Mucho antes del anglosajón Fuck you, Cervantes honró el saludo en español. Escribe en El Quijote de boca de Sancho Panza: “Seis días estuvo don Quijote en el lecho, marrido, triste, pensativo y mal acondicionado, yendo y viniendo con la imaginación en el desdichado suceso de su vencimiento. Consolábale Sancho, y, entre otras razones, le dijo: ‘Señor mío, alce vuestra merced la cabeza y alégrese, si puede, y dé gracias al cielo que, ya que le derribó en la tierra, no salió con alguna costilla quebrada; y, pues sabe que donde las dan las toman, y que no siempre hay tocinos donde hay estacas, dé una higa al médico, pues no le ha menester para que le cure en esta enfermedad: volvámonos a nuestra casa y dejémonos de andar buscando aventuras por tierras y lugares que no sabemos; y, si bien se considera, yo soy aquí el más perdidoso, aunque es vuestra merced el más mal parado’”.

Pocos días después de la proyección en el Cine York me tocó ver otra película: La ley gases, una de terror. Reina la represión en Congreso durante las manifestaciones contra el gobierno ajustador. El gas pimienta lastima la garganta. Los dedos de los gendarmes disparan gatillos, abrazan bastones, cazan manifestantes. Los reventados por las políticas del shock mileísta cantan que la patria se defiende. Hacen flamear las manos en V como bandera a la victoria. Más gases. Corremos para Avenida de Mayo. A unos metros, una piba enfrenta al pelotón de fusilamiento con los puños cerrados y los dedos medios de pie. Esas manos curtidas que son por sí mismas el monumento vivo de la resistencia popular. De fondo sonaban disparos. En mi cabeza, la voz de Luca, fuerte como un trueno: “Yeyeyeyeyeyeyeye Yoyoyoyoyo… ¡Fuck you!”.

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