El escritor santafesino acaba de publicar el libro de relatos Teoría y Práctica, una propuesta que se aleja de la colección de relatos diferentes para apuntar a la unidad narrativa. Con él obtuvo un galardón del Fondo Nacional de las Artes.
También se dedica a la crónica, género en el que incursionó con Historia oral de la cerveza (2015), punto de partida de una trilogía que se completó con El habla de la tribu y Mi nombre es Julio Emanuel Pasculli. Con la novela corta Tambor de arranque ganó en 2012 el Premio Ciudad de Rosario.
Con el volumen de cuentos Luces de Navidad obtuvo el Premio Alcides Greca en 2014 y con su último volumen de relatos, Teoría y Práctica, se hizo acreedor del segundo premio del Fondo Nacional de las Artes. A diferencia de lo que pasa con otros libros de cuentos, los cuatro relatos que lo integran tiene un núcleo común. Giran alrededor del amor y la amistad y la modificación de estos vínculos a través del tiempo. No se trata de una colección de textos heterogéneos cuya unidad se da a posteriori al reunirse en un libro más por contigüidad física que formal, sino que están planteados como unidades dependientes de un todo desde el principio.
En diálogo con Tiempo Argentino, Bitar habló de su relación con la literatura y de la cocina de su último libro de cuentos.
–Los relatos que integran Teoría y práctica podrían ser definidos como cuentos-laboratorio. Es como si tu propuesta fuera: voy a poner estos personajes y estos elementos en juego para ver qué pasa. ¿Acordás con esta caracterización?
-Sí, acuerdo. Ésa me parece una idea especialmente atendible porque la vengo pensando desde hace tiempo a través de la poesía. Me interesan los libros como reunión de poemas, libros que podrían estar unificados por el efecto de una voz, por la forma en que habla esa voz. Pero me interesan más, o me deleitan en mayor medida esos libros de poemas que, reuniendo una seria de anotaciones, parecen ser un conjunto de poemas pero también parecen ser otra cosa. Me interesa, sobre todo, el poema-libro. En este caso hay un texto que está entre el cuento y la novela y que no es una nouvelle. Poner al libro entre el cuento y la novela es una cuestión de teoría y práctica. Se trata de un texto que toma elementos del cuento y elementos de la novela para condensarlos en un texto. Creo que las relaciones humanas, o por lo menos las más fuertes, podrían englobarse dentro de los sentimientos que se ponen en juego en el libro En este sentido creo que es también un libro de laboratorio. Lo mismo pasa en los poemas-libro que mencionaba antes que están cerca por su extensión de un poema-novela. En Teoría y Prática hay algo de este tipo. En cuanto a las relaciones que se muestran en el texto, se trata de relaciones que están muy expuestas al paso del tiempo. En el modo de narrar hay una intención de dar cuenta de esto, porque el narrador pone el foco o cuenta grandes extensiones de tiempo en espacios breves para que ese paso del tiempo se perciba.
– Aunque no se den definiciones teóricas, creo que el texto tiene que ver también con lo ensayístico. Es un libro transgénero.
-Totalmente. Lo ensayístico está en esa especie de amague o de juego del narrador de reflexionar sobre algunos principios o nociones que hasta podrían ser categorías, porque aluden a los planos de la unidad del relato en un sentido aristotélico. Los tres primeros cuentos que componen la parte de la teoría tienen que ver con un discurso analítico. El narrador juega a reflexionar acerca de estas unidades. De esta forma logra una voz propia que, a la vez, le confiere cierta autoridad. El fin último, por supuesto, es la historia narrada, por lo que esa voz debe fundirse con la historia, porque, de lo contrario, naufraga, fracasa y el relato se derrumba.
-También hay una reflexión de carácter filosófico sobre las pasiones y la forma en que se modifican a través del tiempo. Vos mostrás de qué manera lo que empezó de una forma puede terminar de una manera muy distinta.
-Sí, hay algo filosófico en la pregunta acerca de por qué hay ser en lugar de que no haya nada. En los personajes hay una especie de decepción, de déficit o de default que consiste en no poder estar en dos lugares al mismo tiempo. El lugar en el que no pueden estar es el lugar de la fantasía. Para un amigo es lo que hace el otro amigo; para una chica, lo que hace el primer amor; para otro personaje masculino, una aventura amorosa que nunca termina de concretarse. Hay una especie de placebo que hoy nos vende el poder que es “podés hacer todo”. “Elegí todo” dice un slogan de celular. Pero eso es imposible de hacer..
-Mientras leí tu libro pensaba en la conocida frase de Heráclito “no podemos bañarnos dos veces en el mismo río”, porque no importa cuáles sea el deseo, lo que uno se propone, indefectiblemente el tiempo lo va a cambiar.
-Sí. Al principio, con el auge de las redes sociales decíamos “bueno, ahora cómo vamos a escribir los escritores. Era el discurso del “todo se puede”. Pero cómo hacemos para escribir si todo se puede. En Facebook o en Instagram me pregunto dónde está mi amigo, lo busco y por ahí salta. Lo mismo pasa si pongo el nombre de mi primer amor. Si aparece, la fantasía que se genera es que quizá podría involucrarme otra vez con esa persona. Pero el tiempo pasó y, como decías, no nos podemos bañar dos veces en el mismo río.
-Por eso se dice que el regreso es imposible. Es lo que les pasa a los exiliados: cuando vuelven aquello con lo que se encuentran no es lo que dejaron.
-Claro, “no puedo estar a la vez en dos lugares” es parecido a “es imposible bañarse dos veces en el mismo río”. No se puede estar en el presente y en el pasado al mismo tiempo. Esto es un tiro de gracia al slogan “elegí todo” porque no se puede elegir todo a través del tiempo. Tampoco se puede elegir todo en el espacio, pero sobre todo en el tiempo queda clarísimo que es imposible.
-Yo sería aún más drástica. No sé si se puede elegir algo.
-En algún momento llegamos a la conclusión de que aquello que elegimos tiene que ver con nuestra propia fábula, que es una construcción propia respecto de lo que es el otro. Esto les pasa mucho a los personajes de Teoría y Práctica.
–Uno construye una imagen de la persona que ama. Lo mismo sucede con las relaciones de amistad. Luego habrá que ver si esta persona responde o no a la construcción que hicimos de ella. Siempre el amor es una construcción propia. No está tanto en el otro como en uno mismo.
-Totalmente, es así. Algo de eso aparece en el primer cuento, en ese chico que espera su primer amor. En los personajes del libro aparece el temor de lanzarse a la aventura, a que su vida real naufrague, se frustre. Pero también aparece el temor a descubrir que la fantasía no tiene correlación con la realidad, que no concuerda con ella. Eso me parece que es clave.
-Tus personajes en general están atravesando los 30 años. ¿Existe alguna razón especial para que hayas hecho esa elección?
-Es algo que no tuve que forzar en absoluto porque es un poco el relato de mi propia experiencia o de gente que está cerca de mí. Por supuesto no hay una traducción exacta de lo que me pasa a mí. Lo relatos no son en absoluto biográfico u autobiográficos, pero sí soy sensible a lo que tengo cerca. Creo que en definitiva se trata de construir un modelo que exceda lo meramente coyuntural. A mí el guiño generacional me parece algo espantoso. De ninguna manera hay en mí un gesto megalómano como el de hablar en nombre de una generación, porque, además, me daría vergüenza querer ser un portavoz.
-Pasemos a la cocina del libro. ¿Cómo fue la escritura?
-El primero de los cuatro cuentos que escribí es el que está al final que constituye la segunda parte del libro, la de la práctica, y que se llama “El próximo nivel”. Los otros tres fueron escritos con una especie de intención de unidad que juega con las unidades aristotélicas del relato. Creo que vengo construyendo una voz y Teoría y Práctica es una formalización o estetización de mi libro anterior, Acá hubo un río. Los relatos de Teoría y Práctica mantienen una unidad en un sentido formal y me parece que el título también es estructurante porque indica que los relatos forman parte de lo mismo.
-¿Cómo te convertiste en escritor?
-En la casa de mis viejos había libros y ellos me estimulaban para que leyera y escribiera. Yo me apropié de eso, pero, paradójicamente, cuando dije que me quería dedicar a la literatura me dijeron que no. La literatura fue mi compañía. Estaba solo en el mundo acompañado por mi deseo que fue y lo sigue siendo la escritura.
-¿Por qué tus padres te dijeron que no te dedicaras a la literatura si ellos mismos te habían estimulado para que leyeras y escribieras?
-Mis viejos eran profesores de filosofía. Mi padre, que ya murió, se orientó más al estudio de la política. Por esta razón conocían “el paño”. En este país –y ahora lo estamos constatando- periódicamente vuelve a aparecer la crisis y, sobre todo mi viejo, apostaba menos a una carrera en humanidades que a una carrera más liberal. Por eso, si bien me alentaba a leer, a escuchar música, en el momento de pensar en eso como una posibilidad real de trabajo, lo desalentaba. Si ya es difícil salir adelante con cualquier otra ocupación, pensaba que en la Argentina iba a ser más difícil aún si me dedicaba a la literatura.
-Pero las crisis han “democratizado” las profesiones. Creo que hoy hay falta de oportunidades tanto para alguien que escribe como para alguien que es ingeniero nuclear.
-Totalmente. Hoy se puede ser médico o abogado y morirse de hambre.
-¿Podés vivir de la literatura?
-No de lo que escribo, pero sí con actividades que tienen que ver con la literatura. Dicto talleres de escritura, doy clases de redacción en terciarios y, eventualmente, escribo para algún medio. Me licencié en Letras y también tengo algunas materias de Gramática. Hice la literatura algo mío.
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