El presidente Emmanuel Macron quiere blanquear la historia de su país y recomponer la relación con el país africano. Un académico le recomendó ir de a poco en temas tan espinosos.
Este paso, que ningún gobierno había querido dar hasta ahora desde que Charles de Gaulle reconoció la independencia de Argelia, luego de algo más de siete años de una guerra atroz, en marzo de 1962, forma parte de una estrategia diseñada por el historiador Benjamin Stora, que intenta recomponer relaciones entre Argel y París y blanquear el pasado de esa nación.
Ya en 2018, Macrón -que no es de izquierda precisamente- había reconocido la responsabilidad de Francia en la muerte de Maurice Audín, también bárbaramente torturado. Boumedjel era un abogado que encabezó las luchas por la independencia de Argelia, ocupada desde 1830, cuando el rey Luis Felipe de Orleans quiso estrenar monarquía ocupando el territorio del que se estaba retirando el imperio otomano.
«En el centro de la batalla de Argel, Boumedjel fue detenido por el ejército francés, llevado a un lugar secreto, torturado y después asesinado el 23 de marzo de 1957», admite el Elíseo en un comunicado que desmiente la versión oficial hasta entonces, de que se había suicidado en prisión.
Es más, asumió -algo que se supo desde siempre- que la orden para eliminar al dirigente argelino había partido de Paul Aussaresses, responsable de los servicios secretos. Un ultraderechista que murió en 2013 y había inaugurado sus métodos criminales en Vietnam. En los años 60 entrenó a oficiales argentinos y brasileños en tortura y desaparición de personas.
La guerra de Argelia es una parte de la historia que los franceses preferirían ignorar, lo mismo que la de Vietnam, la nación asiática de la que debieron huir en 1954 tras la derrota en la batalla de Dien Bien Phu a manos del Ejército Popular, al mando del general Vo Nguyen Giap. No solo porque son dos hechos en los que tuvieron que arriar la bandera gala, sino porque antes de hacerlo desarrollaron verdaderas acciones genocidas.
Entre inmigrantes, hijos, nietos, Pieds-Noir (nacidos en Argelia), judíos argelinos, harkis reclutas que fueron a la guerra- y trabajadores humanitarios, uno de cada diez franceses tiene raíces argelinas. Sin ir tan lejos, el crack del seleccionado francés que ganó la Copa del Mundo de Fútbol de 1998, Zinedine Zidane, es hijo de padre argelino.
Los archivos -parcialmente liberados, por cierto- comprenden medio siglo hasta 1970. En rigor de verdad, el gobierno aprobó una nueva modalidad para acceder a los archivos que facilita la tarea de los investigadores. Pero no todo el material estará disponible. Permanecerán fuera del escrutinio público los documentos relacionados con los ensayos nucleares que se realizaron en el Sáhara argelino.
La periodista y cineasta Marie-Monique Robin logró introducirse en los círculos de la extrema derecha francesa y algunos de los personajes más siniestros de la dictadura militar argentina. Así consiguió testimonios que de otra manera hubiesen quedado en secretos pliegues de la historia.El maestro de los militares de la dictadura argentina
Uno de esos personajes, el general Paul Aussaresses, tenía colgadas algunas medallas por su participación en la II Guerra Mundial en contra de los nazis. Pero copió lo peor de sus enemigos de entonces para combatir contra los vietcong y los nacionalistas argelinos, entre 1950 y 1962. Luego, se jactó de haber entrenado a militares latinoamericanos en la “lucha antisubversiva”. Un eufemismo para perseguir, torturar y desaparecer a miles de personas en todo el continente. Sus alumnos argentinos continuaron el ejemplo a partir de 1976, y no lo ocultan en el documental, que se puede ver en youtube.
En su libro y básicamente en su filme Escuadrones de la Muerte. La escuela francesa, Robin consigue que Aussaresses -que usaba un parche en el ojo izquierdo, lo que le daba una imagen siniestra, aunque se trataba de un problema de cataratas- le dijera que aquellos años de lucha contrarrevolucionaria habían sido “muy divertidos”.
Murió plácidamente a los 95 años, sin haber sido juzgado por sus delitos de lesa humanidad. Y eso que los confesó a los cuatro vientos y hasta se dio el lujo de publicar sus memorias, en las que no ahorró ninguna de sus salvajadas. “La tortura se convierte en legítima cuando se impone la urgencia”, llegó a escribir en su libro Servicios especiales, Argelia 1955-1957, publicado en 2001.
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