Tiempo Argentino dialogó con Amalia Sanz, directora del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, que este año, a partir de su formato digital, logró la participación de escritores extranjeros de primera línea cuya ocupada agenda no les permitía viajar hasta la Argentina. También participarán más autores argentinos que viven en el exterior. Joyce Carol Oates abrirá esta nueva edición y serán de la partida desde Nic Pizzolatto a Guillermo Arriaga.
-El mayor desafío en términos absolutos fue tomar la decisión de hacerlo de manera virtual, porque la tuvimos que tomar ya arrancada la cuarentena, en marzo o en abril. Tuvimos que mudarnos a la virtualidad sin saber casi nada de cómo iban a ser los meses siguientes. La dificultad se hace evidente si hacemos el esfuerzo de trasladarnos a marzo, que hoy parece el siglo pasado. En ese momento pensábamos el mes de octubre como algo muy diferente de lo que en realidad va ser. Creíamos que quizá la pandemia para esa fecha ya iba a ser parte del pasado. Tomar una decisión en medio de la incertidumbre fue el mayor desafío. Pero teníamos que tomarla porque no podíamos quedarnos esperando. Apostamos que fuera lo que fuera lo que pasara con lo que hoy es nuestro presente, algo de esa virtualidad iba a quedarse en los hábitos de todos y todas.
-¿Y cómo fue planificar el festival en modo virtual?
-Para que resultara atractivo lo que no queríamos hacer era trasladar el festival presencial al mundo virtual, no queríamos hacer una traducción obvia a la virtualidad. El segundo desafío fue, entonces, plantearnos cómo aprovechar realmente los recursos y herramientas que te da lo digital para tratar de hacer algo distinto. Pero no salimos corriendo, nos tomamos un tiempo, dejamos que las cosas decantaran. Esa fue una de las razones por las que atrasamos el festival casi un mes. De no haberlo atrasado, se estaría desarrollando en esta semana. Dedicamos dos semanas a pensar cómo hacerlo y tomamos la decisión de unir al Filba y al Filbita y que los dos equipos de programación trabajaran juntos para ver de qué manera podían explotarse en el mejor sentidos los recursos de la virtualidad.
-¿La digitalización tuvo un efecto positivo en cuanto a los invitados extranjeros? Me refiero a los recursos materiales que se necesitan para traer a un escritor de otro país.
-Sin duda la virtualidad favoreció que pudiéramos tener este grupo de lujo. La mayoría de los escritores que nos dijeron que participaban son escritores que venimos persiguiendo hace mucho tiempo.
-Y según se veo en la programación son todos de primera línea.
-Sí, la verdad es que sí, no te voy a contradecir. A Joyce Carol Oates, por ejemplo, le mandé el primer mail para invitarla a participar hace diez años y hacía diez años que estábamos tras ella. Pero la virtualidad no solo nos favoreció en términos económicos, sino también en disponibilidad de agenda. A su vez, sentimos que en estos años el festival se hizo un nombre en el circuito de los festivales internacionales, por lo cual es más fácil convencerlos de participar de él. Pero, a pesar de eso, como estamos muy lejos de la centralidad en términos de la cultura hegemónica europea o de los Estados Unidos, cuesta que los escritores tomen un vuelo de 15 horas para venir hasta acá. Y, en este sentido, la virtualidad fue una ventaja. Del mismo modo esperamos que lo sea en la multiplicación de públicos. De hecho, los talleres que lanzamos explotaron y en dos horas se llenaron los cupos. No solo se anotó gente de distintas provincias del país, algo que nos interesa muchísimo, sino también del resto de Latinoamérica, de España, de los Estados Unidos. Esperamos que eso se replique en el festival.
-Al desparecer las distancias se incrementaron las posibilidades de participación.
-Claro, yo misma he participado como público de distintos festivales a los que siempre había querido ir pero no había ido.
– ¿Qué balance haces de la trayectoria que ha tenido el Filba en el transcurso de estos años y de la forma en que se ha impuesto?
-Es difícil opinar desde adentro. Creo que se instaló como una plataforma de encuentro y de conversación. Hoy se lo reconoce como un lugar en el que sucede la literatura, donde aparecen nuevas voces, donde los participantes pueden conocer personalmente o ahora de manera virtual a escritores que han leído, descubrir escritores consagrados que no leyeron pero que si vienen presentados por Filba generan un voto de confianza. Eso se fue instalando poco a poco y hoy es una realidad. Lo mismo sucede, quizá de modo más notorio, con el Filbita, que en esta edición cumple diez años, quizá porque no hay muchos festivales especializados en literatura infantil y juvenil en la región y entonces es un espacio central para situar ese tipo de literatura. Queda mal que lo diga yo, pero creo que se ha instalado y ocupa un lugar central.
-Pero objetivamente es así. Creo que el hecho de que ambos festivales se hagan en octubre tiene la ventaja de que todos venimos bastante entrenados con la virtualidad.
-Sí, totalmente. Tuvimos tiempo de rearmarnos. De todos modos, la incertidumbre continúa porque estamos en octubre, los días están lindos, se flexibilizó la cuarentena y la gente puede ir a tomar cerveza, lo que nos hace preguntarnos quién va a querer estar frente a una pantalla. Pero sí, estamos bastante entrenados y hoy, dentro de esta nueva normalidad, nos parece bastante natural seguir una conversación por Zoom y que los autores se presenten a través de ventanitas en la pantalla es parte de lo nuevo.
-Tengo la sensación que en esta edición hay mayor cantidad de escritores que otros años. ¿Es así?
-Sí, es así.
-De modo que es posible que está modalidad perdure más allá de la pandemia.
-Levantadas las restricciones y con una nueva normalidad real, creo que va a perdurar el formato mixto. Todos entendimos que se pueden tener reuniones sin emplear una hora de viaje en el transporte público para asistir a un evento que quizá dura media hora. Los talleres funcionan muy bien realizados desde la casa. Creo que lo ideal es un formato mixto que sea a la vez virtual y presencial porque el encuentro presencial es muy importante y necesario. Además, hay cuestiones que están menos instaladas en el discurso pero que son muy importantes desde la ecología. Hoy se está cuestionando la necesidad de que haya tantos vuelos transatlánticos. Muchos autores redujeron la cantidad de vuelos y eligieron moverse por tren por Europa, aunque, en nuestro caso, estamos lejos y para llegar hasta aquí el vuelo es imprescindible.
–Por otra parte, los autores consagrados muchas veces están cansados de viajar.
-Sí. Además, a virtualidad también permite la participación del público, no se trata solo de escuchar una conferencia. Hay instancias en las que va a haber una participación real.
-¿Ya saben cuál es el tema que va a desarrollar Joyce Carol Oates en la apertura del Filba?
-Aún no de manera definitiva, pero venimos hablando con sus asistentes. Quizá después del viernes pueda contar algo más. Es una escritora muy profesional y en esos niveles hay muchos protocolos de acceso, algo muy norteamericano a lo que no estamos acostumbrados en la Argentina. De todos modos se mostró muy contenta con la invitación y nosotros le transmitimos que este año el eje está puesto en la transformación, en el cambio, en lo que puede pasar luego de esta crisis que está atravesando la humanidad entera y en los vínculos que puede tener con la literatura, con las preguntas que la literatura abre. Eso le gustó mucho y entiendo que sus palabras inaugurales van a ir por ese lado.
-¿Cuál es la transformación que impone la virtualidad respecto de los autores argentinos?
-Hay muchos autores argentinos que no viven en Argentina, por lo cual no siempre es fácil tenerlos en el festival. Por ejemplo, Sergio Chefjec, que vive en los Estados Unidos va dar un taller de 3 días para 15 personas que es un lujazo y que va a ser totalmente gratuito. Lo mismo pasa con Ariana Harwics que vive en Francia, se va un año a Berlín y que hasta el momento no la habíamos tenido en el festival. Ella va a estar en una mesa sobre cuáles son los límites en la literaria, si debería tender o no hacia la corrección política y estará junto a escritora andaluza, Cristina Morales, una feminista muy combativa y con un discurso muy fuerte. También va estar en esa mesa Juan José Becera. Por su parte, Rodrigo Fresán, vive en Barcelona. Son autores que no hubiéramos podido tener de otra forma que no fuera virtual. Además, este año pondremos el foco en la traducción en un sentido amplio. Queremos iluminar esa zona de la literatura y ver también cómo se traduce ese lenguaje al cine, por ejemplo, o al teatro. Hay varios cruces interesantes. Va a estar Arriaga que está muy vinculado a ese mundo de la literatura y el cine y también va a estar Nic Pizzolatto que es el autor de la serie True Detective y s un novelista alucinante. Él va a dar una Master Class. También hay algo que me resulta muy simpático y es que los lectores que quieran hacerlo pueden llenar un formulario para recibir un cuento todas las noches. Es algo pequeño, pero que me parece muy lindo.
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