Las películas “Boy Erased”, “The Miseducation of Cameron Post” y “Powrot” pusieron en primer plano mecanismos represivos y arcaicos impulsados por algunos cultos.
Tanto “Boy Erased” como “The Miseducation of Cameron Post” están basados en sendos best-sellers (el primero es autobiográfico) y son similares tanto temática como estilísticamente. Ambos hablan de dos adolescentes obligados por sus mayores a entrar en una especie de convento laico para “curarse” de su homosexualidad, a fuerza de confesiones públicas, plegarias y humillaciones varias que pueden conducir a finales funestos.
Pero lo que los diferencia es la cualidad del enfoque, desde el guión del primero, que mezcla sabiamente los tiempos de la narración con sobrios flashbacks, hasta la interpretación de Lucas Hedges como el “chico borrado” del título que logra imponerse a la voluntad de su padre, pastor evangelista, y Nicole Kidman, que por amor a su hijo sabrá enfrentar a su marido, interpretado por un Russell Crowe en sobrepeso, lo que le permite ahora afrontar roles más suculentos de los que tenía cuando era galán.
Joel Edgerton, australiano como Kidman y Crowe, ha abandonado como actor el cine de puro espectáculo como “Star Wars Episods II and III” y el teatro (fue Stanley Kowalski para la Blanche Dubois de Nicole Kidman en un reciente “Un tranvía llamado deseo”) para concentrarse en films de mayor empeño, como su opera prima “The Gift” del 2015.
“Miseducation”, en cambio, es más pedestre, los flashbacks son más desarticulados, los personajes poco atractivos y desarrollados y Chloe Grace Moretz parece poseer un solo gesto facial lo que le quita profundidad y simpatía a su Cameron Post.
“De vuelta a casa” en cambio alude a otra clase de marginalidad, la de una adolescente raptada por su primer amor y obligada a prostituirse en Italia. Ursula, Ulka para sus amigos, logra milagrosamente escaparse y piensa que volver a su pueblo, donde también vive su raptor, es la única solución que le queda pero la Polonia profunda, hecha de rigor religioso y prejuicios despiadados, la obligará esta vez a huir de los suyos, luego que la madre la vendió al secuestrador.
Magdalena Lazarkiewicz proviene de la escuela de un Andrzej Wajda y Krzisztof Kieslowki y eso se nota por el rigor implacable de la narración y una aparente falta de posición respecto a las criaturas de su película.
En los tres films, el clima religioso es sofocante y, cada uno a su manera, transmite ese sentimiento al espectador pero se trata de una batalla perdida que interesa a los ya convencidos pero no cambiará en nada el oscurantismo que se va extendiendo de los pequeños centros habitados a las grandes capitales en una nueva y aparentemente irresistible cruzada contra los librepensadores.
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