Andrew Fishman, editor de The Intercept Brasil que reveló cómo el fiscal Moro manipuló la causa para procesar y mantener preso a Lula, analiza el impacto que produjo el Lava Jato en la crisis política brasileña y se esperanza por el efecto que la elección argentina pueda tener en la región.
De visita en Buenos Aires para participar en el Media Party, este experto en seguridad y tecnología que edita la edición brasileña de The Intercept (TIB), vive en Río de Janeiro desde hace siete años. Dejó un lugar de privilegio como productor en la National Public Radio (NPR) para venir a esta parte del planeta donde le tocó ser testigo de la crisis política que sacudió Brasil desde 2015.
Si bien Fishman no se considera un conocedor de la situación argentina, sí se atreve a esperanzarse en que un eventual triunfo de Alberto Fernández en octubre «puede significar un freno a la ola de la derecha en Latinoamérica». Y agrega: «sería una gran pérdida para (Jair) Bolsonaro, porque (Mauricio) Macri es un gran socio para sus políticas económicas». De tal manera también podría ser el inicio de una ola progresista que «sirva para detener esta terrible política que impulsa Bolsonaro».
«Quizás no era la intención, pero el Lava Jato (la investigación por un caso de lavado de dinero que inicio en Curitiba el exjuez Sergio Moro) influenció fuertemente para el impeachment a Dilma Rousseff», quien fue destituida hace justo tres años. En este hecho radica, detalla el joven periodista, el triunfo del excapitan del Ejército brasileño.
«Moro engañó para ver a Lula convicto y cuando Bolsonaro fue electo, se convirtió en ministro de Justicia, eso no es una coincidencia», puntualiza Fishman. Siempre hubo sospechas sobre la manipulación de las causas contra el exdirigente metalúrgico, pero la enorme filtración que comenzó a develar TIB el 9 de junio pasado y que se conoce como Vaza Jato resulta en una muestra contundente de la connivencia entre la fiscalía a cargo de Deltan Dallagnol y el juez.
«Es una relación irregular, que el sistema no debe aceptar», destaca Fishman. Pero que para gran parte de la sociedad brasileña cuesta trabajo explicar en su profundidad. «Es que Lava Jato era un caso extremadamente fácil, cinematográfico, explosivo», analiza.
«Como reportero en Curitiba, los fiscales te daban fotos increíbles, te facilitaban testimonios, los alegatos. Eran historias impresionantes. Todo eso tenía mucho interés para los medios. La mayoría no vio mucho incentivo para buscar la verdad», recuerda. Si a eso se agrega que los medios hegemónicos tienen un odio visceral por Lula y por el Partido de los Trabajadores (PT), no hubo mucho prurito en subirse a una ola en la que hubo buenos y malos, héroes y villanos. «Los medios participaron apoyando el Lava Jato de una manera infame», reflexiona el editor de TIB.
Explicar el Vaza Jato, la otra cara de esa investigación, no resulta tan atractivo. «Son temas más técnicos y generan más discusión sobre si algo es legal o ilegal. Y además, O Globo trató de calificar el caso como una historia de hackers» que entraron en los teléfonos o los mails del ahora ministro Moro.
Aun así, «el caso explotó como una bomba y nadie pudo ignorar lo que estaba ocurriendo». Fue así que se fueron sumando a la publicación de los chats de la red Telegram primero Folha de São Paulo y luego la revista Veja.
¿Cómo es que con una información tan contundente no hayan explotado todas las instituciones? Por un lado, porque la sociedad ya venía azorada por el caso Lava Jato. «Para los seguidores de Bolsonaro, Lula es el corrupto más grande del mundo. Y si Moro quebró las leyes, dejó de lado las reglas, eso no importa porque sirvió para derrotar al PT», lamenta Fishman. Muchos, recuerda, veían incluso la posibilidad de que Moro pudiera aspirar a la presidencia.
Los que no ven las cosas del mismo modo son los abogados de los acusados, que siempre encontraron un fuerte escollo en esa connivencia entre fiscales y jueces que afectan de un modo letal a la posibilidad de una legítima defensa.
Formado en las instituciones estadounidenses, cree que la solución no pasa por buscar héroes, como acostumbra la tradición en estos territorios. «Todos están buscando héroes, ahora es Lula, ahora es Bolsonaro, y esa es una postura equivocada, porque un individuo no puede arreglar todo, no puede salvar nuestros problemas», dice.
En cuanto a la región, Fishman cree que podrían venir otros tiempos si Argentina cambia el rumbo. Y a pesar de que las olas políticas, sostiene, sean de diez años, puede surgir un freno a la derecha. «Estoy feliz de ver que en Argentina no se votó ninguno parecido a Bolsonaro y que fue en otra dirección», culmina.
Pero para eso habrá que ver qué tipo de relación podrían establecer el candidato del Frente de Todos y el presidente brasileño. «Bolsonaro, que no es precisamente un gran diplomático, definitivamente no es amigo de Fernández.»
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