Tenía 94 años. Lo confirmó su familia en la tarde del jueves. La lloran generaciones de militantes de derechos humanos en Argentina. Será velada este viernes en Castelar.
La recordamos caminando, con sus pasos cortos, por una movilización, por un corte de calle, en una asamblea, en un acto sindical, político o de reclamo social. Su recuerdo con el puño en alto acompañando cada lucha que consideraba necesaria se repite una y otra vez. Incansable.
Un símbolo de las causas justas que durante años sólo contó como únicas armas con un pañuelo blanco sobre su cabeza y la imagen de su hijo, Gustavo, desaparecido durante la última dictadura, colgando en su pecho. Recientemente, a su arsenal se sumaron también un bastón y un pañuelo verde atado en la muñeca. Madre de Plaza de Mayo, luchadora social, docente, defensora de derechos humanos y feminista.
“Antes no era feminista, yo me crie en un hogar machista y patriarcal por años, y cuando se llevaron a mi hijo se me cayó un velo, y tomé toda la fuerza y el impulso para salir a la calle y vencer todos los obstáculos. Encima del dolor, nos decían que no saliéramos a la calle, que nos quedáramos adentro. Tuvimos que despojarnos de un sistema que teníamos prendido en nuestro cuerpo y en nuestro ideario hasta ese momento, y conocer que tenemos derechos”, dijo hace años consultada sobre su defensa de las luchas por los derechos de las mujeres.
El 15 de abril de 1977 fue el punto de inflexión: ese día en el que secuestraron a su hijo en la estación de trenes de Castelar, Nora se convirtió en madre de un desaparecido y comenzó a buscarlo. Gustavo tenía 24 años, estudiaba Ciencias Económicas en la UBA y militaba en la Juventud Universitaria Peronista y en Montoneros. Estaba casado con Ana Cernadas, con quien tenía un hijo de dos años.
Al salir a buscar a Gustavo, Nora se fue encontrando con otras mujeres que pasaban por la misma situación, entre ellas Azucena Villaflor, con quienes empezó a reunirse en Plaza de Mayo y a caminar para reclamar por la aparición con vida de sus hijos e hijas.
“El 30 de abril de 1977, nuestro primer día, éramos muy poquitas y todas estábamos atravesadas por el miedo y la angustia. Mientras averiguábamos por el paradero de nuestros hijos nos íbamos encontrando con mujeres y hombres en la misma situación. Entonces comenzamos a juntarnos para descubrir las causas, para consolarnos. No nos unían opiniones políticas ni religiosas sino la tragedia, la búsqueda incansable. Ahora bien, desde el inicio en vez de estar quietas decidimos rondar. No obstante, durante los cuatro primeros meses de reuniones lo que hacíamos era estar paradas. Las vueltas comenzaron casi por orden de la policía que nos hacía circular. La razón fue muy simple: como el estado de sitio no permitía que las personas se juntasen en las calles se nos ocurrió caminar alrededor de la plaza. Fue Azucena Villaflor la que propuso esa idea. Allí podíamos expresar nuestro dolor, nuestra angustia y la gente al vernos se iba enterando de lo que estaba sucediendo”, reconstruyó en una entrevista publicada por el programa Educación y Memoria.
La búsqueda de su hijo se convirtió luego en una lucha colectiva que daría forma al movimiento de derechos humanos de Argentina. Fue así parte de los inicios de las Madres de Plaza de Mayo y muchos años después conformó Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, organización con la que siguió militando hasta su muerte.
“Nosotras ya no somos madres de un solo hijo, somos madres de todos los desaparecidos. Nuestro hijo biológico se transformó en 30.000 hijos. Y por ellos parimos una vida totalmente política y en la calle. Los seguimos acompañando, pero no de la misma manera como cuando estaban con nosotras: revalorizamos la maternidad desde un lugar público. Somos Madres a las que se nos sumó un nuevo rol y en muchos de los casos no estábamos preparadas para ello. Transmitimos algo más de lo que antes les transmitíamos a nuestros hijos: el espíritu de la lucha y el compartir otras luchas”, sostuvo.
En ese camino que comenzó en 1977, Norita se convirtió en una referente social y política y fue distinguida en Argentina y en otros países por su defensa de los derechos humanos. En su honor, en 2022 un grupo de mujeres fundó el Norita Fútbol Club en la localidad de Castelar. Quienes integramos Tiempo Argentino también quisimos homenajearla y en 2021 la declaramos socia honoraria de la cooperativa de trabajadores por su lucha por Memoria, Verdad y Justicia.
En una entrevista a Graciela Di Marco para el libro De lo privado a lo público. 30 años de la lucha ciudadana de las mujeres en América Latina (2007), Norita nos dejó su pensamiento sobre cómo quería que trascendiera su lucha. “Me gustaría ser recordada como mujer que quiere exaltar el género, en el sentido de que valoro y aprendí la lucha de las mujeres en el mundo, en cualquier rincón y así sea la más humilde. (…) yo creo que a mí me gustaría simplemente que me recordaran y dijeran “¿Te acordás de Nora? Uyyy, venía a todos lados”.
Será velada en la Casa de la Memoria y la Vida – Predio Quinta Seré, en Santa María de Oro y Blas Parera, Castelar, partido de Morón. Este viernes viernes 31 de mayo, entre las 9 y las 19.
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