Gobernó un solo mandato y no tuvo una gran gestión, pero se destacó por su labor diplomática. Durante la dictadura en Argentina denunció las violaciones a los derechos humanos y promovió la histórica visita de la CIDH.
Carter, el presidente número 39 de los Estados Unidos, había decidido pasar los días finales de su vida recibiendo cuidados paliativos en su hogar en lugar de seguir internado en un hospital, esto luego de haber sufrido en los últimos años varios problemas de salud, incluyendo un cáncer de hígado y cerebro y varios accidentes domésticos que derivaron en ingresos a centros médicos.
De acuerdo con la prensa estadounidense, el expresidente —el más longevo en la historia del país— había realizado los arreglos pertinentes para que cuando falleciera fuera enterrado en un lote frente a su casa de la ciudad de Plains, de donde era oriundo.
Nacido el 1° de octubre de 1924, James Earl Carter Jr. asistió a la Academia Naval de Annapolis y se graduó en 1946. Al poco tiempo se casó con Rosalynn Smith, su novia de toda la vida y vecina de su ciudad natal. Con ella tuvo cuatro hijos: Amy Carter, Donnel Carter, John Carter y James Carter.
A comienzos de los años 50, cuando Carter estaba a punto de enrolarse como oficial de ingeniería en el submarino Seawolf, la noticia de la muerte de su padre provocó que regresara a su casa y se ocupara de la granja familiar —dedicada al cultivo de maní—, que atravesaba momentos difíciles tras una brutal sequía.
Carter se involucró desde joven en asuntos comunitarios y hasta se había convertido en diácono de la Iglesia Bautista de Plains. Decidió entonces ingresar en la política de su estado, primero ocupando un cargo en la Junta de Educación local.
Al poco tiempo ganaría las elecciones como senador estatal de Georgia, siendo reelegido en 1964. Sintiéndose imparable, el militante del Partido Demócrata se presentó como candidato a gobernador de su estado, terminando en el tercer lugar.
Pese al revés, que según sus biógrafos lo empujó a una profunda depresión, volvió a presentarse a los comicios de gobernador y en este segundo intento obtuvo el triunfo. El perfil de Carter se elevó hasta las portadas de los diarios y revistas de alcance nacional, que destacaban su lado progresista en un entorno, el sur estadounidense, marcado por los valores conservadores y el racismo.
A finales de 1974, cuando todos descontaban que se presentaría para su reelección como gobernador, Carter sorprendió a todo el mundo decidiendo que buscará la nominación para ser el candidato presidencial demócrata en las elecciones de 1976.
Eran los años posteriores al escándalo Watergate. Con Estados Unidos todavía enlodado en la desastrosa guerra de Vietnam, Carter vislumbró que su perfil humanista podría ser lo que los electores estuvieran buscando.
La jugada tuvo éxito. El demócrata, que hizo campaña a lo largo y ancho del país durante dos años con un mensaje centrado en la necesidad de volver a tener un gobierno honesto, se hizo con la nominación de su partido, eligiendo al senador de Minnesota Walter F. Mondale como compañero de fórmula.
Su racha triunfal continuaría a nivel nacional. En las elecciones del 2 de noviembre de 1976, Carter se impondría a su rival republicano, el presidente Gerald Ford, por un estrecho margen, obteniendo 297 votos electorales contra los 240 conseguidos por el sucesor de Richard Nixon.
Una presidencia impopular
Pese a llegar a la Casa Blanca impulsado por el deseo del electorado de renovación y cambio, Carter nunca pudo llevar adelante las reformas sociales que había prometido en campaña,
Además, su intención de establecer una política exterior basada en el respeto de los derechos humanos apenas se limitó a algunos importantes logros aislados, como el Tratado de Camp David, que consiguió la paz entre Israel y Egipto, los Tratados Torrijos-Carter, que transferían la soberanía del Canal de Panamá al país centroamericano, así como el restablecimiento de las relaciones de Estados Unidos con China.
Pero a nivel mundial, Estados Unidos continuó con su política expansionista e injerencista, imponiendo, por ejemplo, un recordado embargo cerealero a la Unión Soviética, que resultó en una herida autoinflingida para la economía estadounidense.
Si bien el Gobierno de Carter estuvo marcado por una serie de fracasos económicos, con alta inflación, aumento de los precios de la energía y una recesión económica, los historiadores coinciden en que fue la crisis de los rehenes de la Embajada de Irán lo que sellaría su final.
Luego que el sha de Irán, Mohamed Reza Palavi, fuese depuesto y mientras ganaba fuerza el movimiento encabezado por el ayatolá Jomeiní que al poco tiempo lo llevaría al poder, Estados Unidos anunció que le otorgaría refugio al exmonarca —que se ocultaba en aquel momento en México— para que pudiera realizarse un tratamiento médico.
La noticia de la acogida al sha, considerado un traidor y un corrupto en Irán, despertó la ira de cientos de jóvenes, que asaltaron la embajada de Estados Unidos en Teherán y tomaron como rehenes a 66 estadounidenses, entre diplomáticos y ciudadanos.
La crisis, que ocuparía durante casi un año y medio las portadas de los diarios y de los noticieros en Estados Unidos, provocó el derrumbe fulminante de lo que quedaba de la popularidad de Carter, percibido cada vez más como un presidente que no contaba con la fuerza necesaria para resolver el conflicto.
Para hacer las cosas peor, las sucesivas operaciones de rescate para salvar a los rehenes terminarían en fracaso, incluyendo la recordada operación Garra de Águila, que culminó con ocho militares estadounidenses muertos y cuatro heridos, además de un civil iraní muerto. Carter tuvo que pedir disculpas por el resultado de la misión.
En este contexto, el mandatario, que apenas logró conseguir la nominación demócrata para volver a presentarse como aspirante presidencial, debió enfrentarse al popular exgobernador de California Ronald Reagan, quien basó su campaña en las críticas a la falta de liderazgo del demócrata. El resultado fue el triunfo electoral más contundente de la historia en Estados Unidos, con el exactor de Hollywood obteniendo 489 votos electorales y Carter apenas 49.
Labor humanitaria y diplomática
Carter centró su mandato en los derechos humanos y los valores democráticos. Su gobierno denunció los crímenes de las dictaduras militares del Cono Sur, que antes habían recibido la ayuda y la bendición de Estados Unidos.
En 1977 recibió al dictador Jorge Rafael Videla en Washington, pero en la conferencia de prensa posterior reclamó por los desaparecidos y las violaciones a los derechos humanos en Argentina. Luego promovió la histórica visita a Buenos Aires de la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos en 1979, que recopiló cientos de denuncias sobre desapariciones forzadas.
Su malograda presidencia dio paso a su rehabilitación como una figura de peso en el campo de la labor humanitaria y la diplomacia internacional.
Tras establecer el Centro Carter sin fines de lucro en 1982 junto a su esposa Rosalynn, el político se dedicó hasta los últimos meses de su vida a construir hogares para la organización Habitat for Humanity, así como también a financiar la erradicación de la enfermedad del gusano de Guinea y hacer las veces de mediador en numerosos conflictos internacionales.
«Cuando dejé la Casa Blanca era un hombre bastante joven y me di cuenta de que quizá me quedaban 25 años más de vida activa», explicó Carter en una entrevista, «así que aprovechamos la influencia que tenía como expresidente de la nación más grande del mundo y decidimos llenar vacíos».
En el 2002 fue merecedor del premio Nobel de la Paz «por sus décadas de esfuerzos para resolver conflictos internacionales», según explicó el comité organizador sueco. En aquel momento, la distinción a Carter fue interpretada como una crítica de Estocolmo a la invasión de Estados Unidos llevada adelante por George W. Bush.
El propio Carter había sido crítico de la política exterior de los EEUU en aquellos años, diciendo que la invasión a Irak se había basado en «mentiras».
En marzo del 2011, Carter visitó por segunda vez Cuba en una visita de tres días para reunirse con el entonces presidente Raúl Castro. Al mes siguiente encabezó una misión diplomática en Pyongyang para aliviar las tensiones entre Corea del Sur y Corea del Norte.
En los últimos años, Carter se hizo merecedor de tres premios Grammy por narrar los audiolibros de las distintas obras literarias que publicó, varias de ellas autobiografías, y continuó dando clases en la Universidad de Emory.
Reconocimiento mundial
Tras su muerte se multiplicaron los mensajes de todo el mundo, especialmente de los demás expresidentes estadounidenses. «Trabajó sin descanso por un mundo mejor y más justo», dijo Bill Clinton. El también expresidente demócrata Barack Obama afirmó que Carter «enseñó a todos lo que significa vivir una vida de gracia, dignidad, justicia y servicio».
El actual mandatario, Joe Biden, destacó su labor como «líder extraordinario, estadista, activista humanitario y amigo». Mientras que Donald Trump, puso en valor sus esfuerzos por mejorar la vida en «la nación más grande de la historia».
Desde América Latina, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, aseguró que los cubanos recordarán siempre con «gratitud» a Carter por sus esfuerzos para lograr una «mejoría de relaciones».
Por su parte, Lula lo recordó como «un amante de la democracia y un defensor de la paz».
GS con información de Sputnik y Europa Press
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