Unas 5,3 millones de personas cayeron debajo de la línea de la pobreza en el primer semestre. El salto fue el doble del registrado en la pandemia. Uno de cada cuatro chicos vive en hogares indigentes.
Sin forzar tanto los números, el Presidente tendrá que admitir que el primer semestre de su gestión produjo 29 mil pobres por día. Ese es el número que se desprende del informe que dio a conocer este miércoles el Indec. Según el organismo estadístico, el 52,9% de la población argentina quedó bajo la línea de pobreza en el primer semestre de 2024, en contraposición con el 41,7% que había en la segunda mitad del año pasado.
La cuenta se tomó una licencia, mucho más leve de las que usa el mandatario: surge de expandir a todo el país los resultados del relevamiento que el Indec realiza en 31 aglomerados urbanos donde viven casi dos tercios de la población argentina. Si se extrapolara esa cifra al resto del territorio (algo metodológicamente incorrecto, porque no se puede afirmar que las canastas de consumo y las necesidades básicas de los habitantes rurales sean las mismas que las de quienes viven en ciudades), significaría que la cantidad de gente bajo la línea de pobreza creció en 5,3 millones de personas en apenas seis meses.
La primera observación es una perogrullada pero vale la pena recalcarla para tomar dimensión de ella: en la Argentina hay más pobres que no pobres. La segunda es que nunca (al menos desde que el Indec reformuló sus estadísticas, a comienzos de 2016) se había verificado un salto tan grande de ese indicador en tan poco tiempo; los 11,2 puntos porcentuales de crecimiento más que duplican el efecto de la pandemia de 2020.
Algo similar se desprende de la indigencia, que saltó de 11,9% a 18,1% de la población en apenas seis meses. Dicho de otra manera, uno de cada cinco argentinos no reúne ingresos para alimentarse correctamente. En este caso la gravedad es mayor porque la tasa se duplicó en apenas un año (en la primera mitad de 2023 era de 9,3%).
Para hacer sus informes, el Indec considera los ingresos de todos los integrantes de una familia y los compara contra dos canastas: la básica total, que comprende todos los bienes y servicios que necesita esa familia, y la básica alimentaria, que sólo considera los alimentos. En el informe ejecutivo presentado este jueves se detalla que “con respecto al semestre anterior, en promedio el ingreso total familiar aumentó un 87,8%. Las canastas regionales promedio aumentaron 115,3% (CBA) y 119,3% (CBT).
Los ingresos en el período estudiado aumentaron a un nivel inferior tanto con respecto a la CBT como a la CBA. Así, ambas tasas, pobreza e indigencia, presentan un incremento en el presente semestre”. Con sencillez, el documento desmiente al Presidente: los salarios y las jubilaciones no le ganaron a la inflación.
No sólo creció la cantidad de pobres, sino que los incluidos en esa categoría están más complicados para salir. Según el relevamiento, la brecha de pobreza (es decir, la distancia entre los ingresos y las canastas de los hogares pobres) también aumentó: el ingreso promedio de los hogares estuvo 42,6% por debajo del costo de la canasta básica total.
Otro dato desgarrador es el del impacto en los más pequeños. El trabajo revela que “dos tercios (66,1%) de las personas de 0 a 14 años forman parte de hogares bajo la línea de pobreza”. Además, el 27% de esa franja (uno de cada cuatro) está dentro de la categoría de pobres indigentes.
La cuestión es tan grave que hasta despertó preocupación en las Naciones Unidas: la semana pasada el Comité de los Derechos del Niño de la ONU alertó la “continua y drástica disminución” en las asignaciones presupuestarias para niños, incluyendo “desinversión en salud y educación en los últimos meses”, déficits que la actualización en la AUH dispuesta por el gobierno libertario no sirvió para paliar.
Horas antes de que se difundiera el informe, y avizorando que la cifra sería catastrófica, el gobierno ensayó a través de su portavoz Manuel Adorni una pirueta discursiva; culpó al “populismo económico” y prometió un futuro auspicioso, poniendo como ejemplo el crecimiento de la cantidad de créditos hipotecarios.
Pero el vocero pisó el palito: recordó que “la última hiperinflación que sufrieron los argentinos, la de 1989 bajo el gobierno de Raúl Alfonsín, llevó la pobreza del 20% en mayo al 47% en octubre, una catástrofe económica y social”. Treinta y cinco años después de una de los momentos más difíciles de la historia reciente del país, los números del primer semestre de gestión de Javier Milei son todavía mucho más graves.
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