La cantante y compositora lanzó Cuna de piedra, su flamante disco que incluye canciones dedicadas a Charly García y Fito Páez. Sus nuevas influencias musicales, el adiós a las adicciones, su búsqueda espiritual, el largo camino para no necesitar la aprobación de los demás y su mirada del feminismo.
Su presente está marcado por el flamante lanzamiento del disco Cuna de piedra. El álbum reúne once canciones y es el primero en el que Cantilo asume la producción artística. Se trata de un disco de ribetes autobiográficos que incluye temas dedicados a Charly García –»La carta»–, Fito Páez –»Dinosaurito» y hasta a su gata, recientemente fallecida –»Luna»–. En lo musical, predomina un tono acústico, donde se percibe la influencia de la cultura celta, entre guitarras, gaitas, flautas, acordeones, tambores escoceses y arpas. Pero también está presente el pop y ciertos aires de folklore.
–¿Cómo definirías Cuna de piedra?
–Es un disco muy versátil. Tiene influencias de la música celta, del folklore, del tango, de la música electrónica… Hasta incluí un tema en inglés –»Shadows»–. Es un disco a mi estilo. Porque mi estilo es mi voz y quería mostrarlo una vez más. Aunque quizás se vea más claro que en otros trabajos. Disfruto cada momento porque soy una sobreviviente, una sobreviviente de un mundo de hombres. Muchas veces me hicieron mierda por lo que hacía, pero encontré la manera de seguir. Así somos las chicas.
–¿En qué momento decidiste hacerte cargo de la a producción?
–Hice muchos años de terapia para dejar de buscar la aprobación del otro. Y después de tanto recorrido, me animé a producir algo mío. Fue todo un proceso. Me cansé de que me digan lo que tengo que hacer, como escribí alguna vez. Trabajo un poco bajo presión, no soy de acumular para tener. Pero cuando me pongo un objetivo empiezan a aparecer las cosas. Las letras de este disco me muestran tal como soy hoy. Ya no hablo del amor y esas pelotudeces, me centro en cosas que me suceden.
–¿Cómo viviste la experiencia?
–Muy bien. No me puse nerviosa, me encantó decidir dónde poner cada cosita. En mi carrera siempre hice las cosas a mi estilo, como yo quería, pero siempre bajo la guía de alguien. Por ejemplo, Superamor (2015) es un disco de folklore electrónico muy audaz que produjo Lisandro Aristimuño. Antes tuve como productores a gente como Charly García, Fito Páez, Pedro Aznar y varios más. Siempre hombres. Me gustaba ver qué me proponían, pero en ese camino aprendí y esta vez quise hacerme cargo yo. Me ayudó mucha gente, sobre todo Ezequiel Borra con el brainstorming inicial, en la preproducción de demos y en la selección de canciones. Pero finalmente yo me hice cargo de todo.
–¿Cómo vivís estos tiempos de empoderamiento femenino?
–Lo que pasa con las mujeres es bárbaro. La fuerza femenina siempre aparece. Desde la lucha por el voto o el de las Madres y Abuelas por los desaparecidos. Pero este es un momento muy especial. Yo toda la vida hice cosas porque las sentía y no me di cuenta de que estaba luchando, tratando de ser una voz que se escuche. Me sentía un poco sola, sobre todo en los ’90, por más que había otras chicas, parecía que todo era menos importante por ser mujer. Ahora me siento apoyada. Me daban con un caño y me subestimaron muchísimo. La revista Rolling Stone me mataba y me acostumbré. Luego se dio vuelta y me pusieron en tapa. ¡Pero Pergolini había salido cuatro veces! ¿What? Era cualquiera. Las cosas van cambiando para bien, por suerte, lento pero seguro. Creo que una de las cosas que tiene de bueno el movimiento actual es que, si bien lo encabezan mujeres, no tiene que ver sólo con el género: tiene que ver con hablar de los abusos. Eso está muy bueno.
–¿Cuál es el rol social de la música en tiempos difíciles?
–Obviamente que lo tiene. Pero no pienso en eso. Yo estoy en otra. Leo a los profetas, estoy súper espiritual, me doy cuenta de que uno ocupa un lugar en este asunto en el que estamos metidos. Yo sé que soy una servidora pública y no es fácil porque uno empieza a hacer música porque le gusta. Pero aprendí que tengo que tener cuidado con lo que transmito porque nosotros tocamos fibras íntimas. Y somos vibración, somos energía y si eso no es positivo o no hace bien a otros no tiene mucho sentido. No podemos pensar sólo en nosotros. Hay otros. El otro día un señor me contó que una vez le dolía mucho la cabeza, puso mi música y se le pasó: me sentí plena cuando me enteré. No busco mucho más. Los cantantes estamos en la vibración más alta del arte. Muchas veces me vienen a ver chicos y quiero ser un recuerdo agradable. ¿Me entendés? Por lo que pasé con las adicciones, me interesa decir cosas lindas, quiero dejar algo bueno, es mi posición. Soy una hormiguita más que quiere aportar para que la fila siga avanzando. Me hace sentir muy bien percibir que soy de ayuda, que puedo hacer sentir bien a otros. Sobre todo porque durante mucho tiempo sólo cantaba para comprar porquerías y delirarme, o por una cuestión de egocentrismo. Por suerte, luego de la tormenta, pude entender mi rol en este camino. Me costó, pero fui encontrando la fortaleza.
–La fortaleza se va entrenando también, ¿no te parece? Igual que la sensibilidad.
–Me encantó esa frase: la fortaleza se entrena. A veces no te das cuenta, pero es así. La sensibilidad se padece. Soy una gran curiosa y buscadora, sigo la enseñanza budista, que erradica la culpa católica. Porque todo lo que nos pasa ya lo elegimos antes de nacer y tenés que responsabilizarte sin tirarle la pelota a otros. Al principio hay como un cimbronazo, pero después viene la paz porque todo depende de vos. Menos la muerte que, según el librito que hago en mi cabeza, es algo que no es por libre albedrío, siempre tiene un porqué. Creo que el universo o Dios tienen leyes y son frías, no hay moral ahí. Hacés mal y te vuelve mal. Yo sigo esas leyes y aprendo a ser mejor persona. Siempre hay algo que mejorar. Ahora estoy trabajando con la ira: tengo que cambiar un montón, soy muy iracunda y muy nerviosa con casi cualquier cosa. Con el celular, por ejemplo, me pone loca. ¡Me da bronca porque no puedo darle unos sopapos! Todo lo que no es humano y no me hace caso me saca (risas). Por eso quizás tengo un pinzamiento de vértebras en el cuello. Tengo que estar más tranquila.
Una parte importante de la carrera de Fabiana Cantilo estuvo condicionada por las adicciones. Es un tema personal, pero del que no duda en hablar. La cantante y compositora sostiene que «los rockeros no nos podemos callar nada, todo lo escupimos en la cara y esa es la actitud con la que nos asocian. No somos caretas. Jueces, políticos, médicos y arquitectos, entre otros, tienen que cuidar más las formas, por más que también se drogan. Pero en este ambiente está eso de ‘te lo digo en la jeta, sigo de gira tocando y haciendo la que me pinta porque soy el rock hecho persona’. Pero todo se puede ir a la mierda. Yo gaste mucha plata en veneno. No era feliz, era un delirio, uno se agarra de eso para tapar cuestiones personales. A veces las sustancias te hacen sentir que podes hacer lo que no te animarías estando careta. Pero se te viene en contra. Cada uno que haga lo que quiera y maneje su destino como le parezca. Pero yo no quiero más. Mi mal fue ingerir el ‘polvito blanco’. Fue un lastre que me puse solita. Un día me desperté y dije ¿cómo llegue hasta acá? ¿Cómo pasó? Pero ya está. Ahora quiero disfrutar lo que me queda.»
A donde el destino la lleve
El presente de Fabiana Cantilo va día a día. El futuro no aparece dentro de su paleta de preocupaciones: «Estoy al mango en el presente. Y no exagero, de hecho no sé dónde voy a tocar el mes que viene. De eso se ocupan otros, me avisan cuando tengo que partir y yo agarro mis cosas y voy. Lo único que sé es que voy a tocar bastante en los próximos meses, voy a estar en el Lollapalooza y voy a ir a Europa. Por mi parte, lo único que quiero es que me mi canto me lleve donde sea, donde me quieran escuchar y, de ser posible, una vez por año ir a las playas del Caribe: conectar con esa belleza es impagable. Estuve hace poco en Tulum, México, y fue hermoso. Toqué en lugares chiquitos y fui a la playa. De eso se trata este presente. No quiero ser Shakira y llenar estadios.»
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