El destacado periodista, autor de clásicos deportivos como "Díganme Ringo", acaba de publicar una magnífica biografía, "Menotti, el primero, historia del técnico que refundó la selección".
Ese lugar lo viene a ocupar «Menotti, el primero. Historia del técnico que refundó la selección», el libro que acaba de publicar. Después de la muerte del Flaco, el 5 de mayo de 2024, Fernández Moores escribió un artículo que enfocaba en el entrenador de izquierda campeón del mundo durante una dictadura genocida. ¿Cómo se procesaba esa contradicción? ¿Tenía que haber renunciado Menotti con el golpe del 24 de marzo de 1976, el mismo día en que su selección debía jugar un amistoso con Polonia en Chorzow? La editorial Sudamericana, entonces, le propuso hacer de esa nota un libro. Este libro, que es una biografía y es un perfil sobre el ideario del entrenador bohemio y ególatra, soberbio y encantador, amante de la música popular y la lectura, el técnico que armó un Huracán inolvidable, que podía charlar durante horas con una profundidad que no abundaba en el fútbol, y el que construyó la selección moderna, el que marcó el camino con su refundación. El que ganó la primera estrella.
La crónica parte de ese 24 de marzo fatal (y previsible), en el momento en que el relator José María Muñoz, recién llegado de una visita a Auschwitz, le avisa al Flaco que hubo un golpe de Estado. Con cerca de noventa entrevistas, muchas realizadas por el periodista Roberto Parrottino, incluso con un testimonio entrañable de Pablo Aimar, Fernández Moores despliega a un Menotti con padre peronista que muere joven de cáncer de pulmón (y él sería un gran fumador), con formación comunista en el barrio rosarino de Fisherton, con sus grandes conceptos futbolísticos, con su enfrentamiento a Carlos Bilardo, lo que dividió al fútbol argentino y, quizá, lo multiplicó. Todo hasta el último día de su vida, incluso con su aporte para el último título mundial en Qatar. El libro de Fernández Moores -autor de otra biografía extraordinaria, «Díganme Ringo», la vida de Bonavena- hace honor a su obra. Hay política y fútbol, hay contexto y belleza narrativa y hay, sobre todo, humanidad, las bases que lo hacen una referencia en el periodismo mucho más allá del deportivo.
“Jamás fui amigo de Menotti, y lo aclaro por respeto a quiénes sí fueron sus amigos”, dice Ezequiel en esta charla para Tiempo. Pero recuerda sí el vínculo de respeto, incluso en el enojo que le pudo haber causado al Flaco algunos de sus artículos relacionados al Mundial 78. “Como si eso -cuenta- fuera una mancha en el título de los jugadores. Me lo expresaba a veces enojado en entrevistas”.
-Vos arrancás el 24 de marzo. Hasta ese día, Menotti tenía claro todo su horizonte, ¿qué le ocurre después del golpe?
-En el libro cuento una escena de 1971 donde él ya le dice a los amigos que va a ser campeón con Huracán y técnico de la selección. Había algo muy metido adentro suyo y esa fuerza de ser el técnico y darle a la Argentina el primer título mundial lo fue guiando todo el tiempo. Hay que decir que era el cuarto golpe en 22 años en la Argentina. No era lo que sería hoy un golpe, imposible de concebir. Entiendo que aceptó eso como regla de juego pero que su objetivo seguía siendo dirigir a la Argentina y darle un título mundial.
-¿Pensó en algún momento en dejar el cargo?
-Primero no, pero cuando vuelve a Buenos Aires de la gira percibe que hay un clima muy fuerte. Más por presión de quienes lo designaron, que le dicen: “Che, esto es un desastre, dictadura, acá nos están echando a todos, la AFA está siendo echada a punta de pistola, a los que te pusimos nos están echando, tenés que irte”. Él ahí percibe que se tiene que ir, pero se lo encuentra a (Alfredo) Cantilo al frente de la AFA. Y Cantilo lo frena, era menottista. “Lo único serio que encontré acá es esto”, le dice sobre su proyecto de selecciones. La Argentina venía de no jugar en México 70 y de irse con papelón de Alemania 74. Menotti finalmente impone su proyecto, pero en el libro cuento cómo fueron las disputas con los clubes, sobre todo Boca y River, por la cesión de jugadores.
-¿La contradicción lo mortifica o logra superarla?
-La verdad que no sé. No pretendo ser el intérprete exacto de lo que le pudo pasar a la otra persona. Lo que intento comprender es el contexto y a la persona. ¿Qué hubiese hecho yo en esa situación? Yo era periodista y seguía escribiendo. Está bien, tenía veinte años y menos formación política. ¿Eso me exculpa, por decirlo de algún modo? No, para nada. A él le molestaba mucho cuando el tema aparecía. Se refugió en que no fue culpable de nada, que no entregó convicciones, que todos siguieron haciendo lo suyo. ¿Por qué tengo que estar dando explicaciones que no le piden a otro ciudadano argentino? Si yo no fui torturador, no fui miembro de la dictadura. Si yo hice mi trabajo, ser técnico de la selección. Y lo hice bien porque Argentina salió campeona mundial. En esa convicción creo que él podría haber contado un poco más sobre su debate interno. Que hubiera sido rico. Tal vez, lo que entiendo es que él creía que dando explicaciones sobre este tema le daba letra a los que no se lo bancaban.
-¿La selección campeona del 78 representa lo que Menotti proponía?
-Yo ahí rescato una frase de Guillermo Blanco. Jugó como podía y no como quería. Fue la batalla de Menotti por decir que los europeos no son físicamente superiores a nosotros. Hubo mucha energía puesta en eso. Todos para uno. No renunciar a correr. Todas esas exigencias llevaron mucha energía y jugar se hizo un poco más complejo. Pero si ves los partidos del mundial, es una selección protagonista en casi todos. Jugando bien o mal, pero protagonista. La del 79 sí, estuvo mucho más cerca de él. La presencia de Diego Maradona ya implicó un contagio de un juego más vistoso, que además se hizo efectivo. Se acercó al Huracán del 73.
-¿Cómo describirías la relación con Diego después de la exclusión del Mundial 78?
-De furia cuando lo deja afuera. Una furia que terminó siendo clave, según me cuenta Daniel Arcucci, para entender al Diego posterior. Esa furia fue un motor eterno en la vida de Diego. Y después de amor absoluto. Aún cuando es campeón con Bilardo en el 86, a los pocos días dice que su Biblia es menottista, que le llega al corazón. Creo que se llevaba mejor con el Flaco que con Bilardo. Porque el Flaco lo veía más humano. Entonces, es como que esa humanidad lo seducía más a Diego. “Si compro un libro de fútbol, es el de Menotti”, dijo. Ahí hay una definición muy poderosa.
-¿Qué concluís que pasa en el 82?
-Me gusta mucho la mirada reflexiva de Jorge Valdano: los jugadores están acostumbrados a ser el centro de atención, sobre todo en un Mundial. Son los representantes de la Nación, los héroes, los que dejamos todo por la Patria. Bueno, no, acá no había metáfora posible porque había una guerra. Los que dejaban todo por la Patria eran esos pibes allí en Malvinas. La atención estaba puesta en ellos. Y aparte tenían ya la pancita llena, que puede ser un lugar común y no. Argentina ya era campeona y no hubo una posibilidad de revolucionar ese grupo. Uno podría decir que el Diego ya es una revolución suficiente, pero evidentemente le faltó una inyección de renovación. Hubo una mirada menos exigente, una puesta a punto menos dura.
-¿En dónde radicaba la virtud de Menotti? ¿En la palabra o en la táctica?
-En las dos cosas. Podés tener la mejor táctica del mundo pero si no la transmitís con convicción y convencimiento a tus jugadores, ¿de qué te va a servir? Hay una frase de un periodista español que dice que Menotti era un filósofo en un mundo de peluqueros. Y sí, fue el rey del concepto.
-Un concepto menottista era el fútbol como “tiempo, espacio, engaño”, ¿por qué le termina quedando más pegado “el achique”?
-Siempre los últimos años son los que más quedan. Y fue fuerte lo del achique. Fue un sello de Menotti. Y revela una tozudez de Menotti que en algunos lugares generó críticas. Insistía con el achique cuando los ejecutantes tal vez no eran los mejores. El achique te puede salir con determinados jugadores y con otros no.
-¿Qué fue Huracán para Menotti?
-Fue como una casa, un barrio para él, una pertenencia. Si querés salir de la parte política, está Parque Patricios. Toda esa parte obrera, del tango, la bohemia artística y laburante, al Flaco le significó mucho. Se sentía muy cómodo ahí. Y me parece que eso fue prioritario para la parte política. El club de barrio, de barrio con identidad. El Flaco era muy de esas identidades en el fútbol. Por eso para él fue un motor genial.
-¿Cómo nace la influencia alemana en Menotti?
-Él se entera de la existencia de este técnico Hennes Weissweiler, desconocido en Sudamérica, que en Alemania estaba revolucionando la Bundesliga, y él quiere conocer. Cuando ve cómo entrena Weissweiler se fascina más todavía. El Flaco era hijo de un tano ordenado, un tano que imponía horarios de almuerzo estrictos, que exigía una disciplina, y Menotti lo hereda y se lo traslada a sus hijos. Y esa planificación que hizo, por mucha bohemia, es la faceta del Menotti ordenado. Orden para desordenarse, orden para la aventura. Pasa que nos seduce más esa faceta del bohemio porque, en un sentido, es más encantadora. Entonces, ese orden alemán a Menotti lo podía. Siempre decía que si hubiese hablado alemán hubiese dirigido al Bayern Munich. Y en el Bayern Munich lo amaban.
-Y sí dirige al Barcelona, ¿hay ahí una aparición de un Menotti global?
-El técnico campeón del mundo ya es un técnico global, ¿no? Pero es cierto que Menotti llega a Barcelona y seduce, encanta, y llega a un Barcelona que en veinte años había ganado una sola liga. No es que repartía títulos con Real Madrid. Tenía a Maradona y a Schuster. Y el tema fue que se le lesionaron los dos casi medio campeonato. No es nada menor. Terminó segundo, apenas atrás del Bilbao de (Javier) Clemente. Y ganó tres títulos menores respecto de lo que sería la Liga o la Champions. Se lo reconoce igual porque fue el primero que habló del ADN Barça. Que Barcelona saliera jugando desde el fondo. Jugar para atrás para reiniciar era muy infrecuente en España. Todo más vertical, más de choque y de dividir la pelota. Ese concepto se lo reconocen los estudiosos de Barcelona a Menotti casi como pionero.
-¿Vos insinúas que su pelea con Carlos Bilardo alimentó al fútbol?
-Si quiero hacer una mirada generosa de esa pelea, creo que sacando la mugre que tuvo luego, hizo hablar mucho de fútbol. Si sacamos el barro, hizo hablar de líbero y stopper, de marcación en zona, achique, pressing, de estudio a los rivales, de cómo los estudio. Porque el debate de si todos quieren ganar o no es un reduccionismo absoluto. Y ahí lo que intento decir es que no debe ser casual que haya técnicos argentinos en todas partes del mundo. Ese debate ayudó a estudiar mejor el asunto.
-En Argentina tiene un par de intentos con Boca, otro con River, dos veces con Independiente.
-A Boca lo encuentra decimocuarto y lo lleva al primer puesto, ahí hay un trabajo extraordinario. Hay una etapa en Independiente también que es extraordinaria. Hay un sello que pareciera ser que abandonaba rápido. Como que se cansaba, veía su obra rápidamente concretada. El equipo estaba jugando bárbaro y es como que luego un poco se aburría de eso. Esa frase después del 78 es un poco mortal: “Después del Aconcagua todo es serranía”.
-¿Cuánto hay de Menotti en esta selección?
-Lo primero es la confirmación de (Lionel) Scaloni como técnico de Argentina, como lo acepta el propio (Claudio) Tapia en el libro. Y, segundo, (Pablo) Aimar es lo más menottista que hay dentro del cuerpo técnico. Creo que Aimar habrá sido importante para que Scaloni cambie su idea de juego vertical a partir de los jugadores que tenía. Pero me parece que eso es más del fútbol argentino, de la identidad del fútbol argentino, de la cual Menotti es una parte importante.
-¿En dónde ves a Menotti hoy?
-En el Barcelona actual, que juega con un achique, diríamos. Por momentos impresionante. Justo con un técnico alemán, Hansi Flick.
-¿Y cuál es su legado?
-El amor por el fútbol y por la selección. Yo por eso intenté terminar el libro con esa frase. “Nací en una cancha de fútbol”. Es el amor por el fútbol y el contagio que produce ese amor. Ha sido un gran difusor del fútbol, más allá de los estilos, el Flaco fue un vocero del fútbol.
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