«Eureka», un tributo al western que denuncia el maltrato a los nativos y persigue la esperanza

Por: Adrián Melo

El ambicioso film de Lisandro Alonso retrata la tragedia de ser nativo en Estados Unidos a partir de su experiencia personal en la reserva Pine Ridge (EE UU). Una historia en tres partes y el factor Viggo Mortensen.

Según cuenta una leyenda de la antigüedad griega, el tirano Hieron II ordenó la fabricación de una nueva corona de forma irregular y le pidió al matemático Arquímedes determinar si la misma estaba hecha completamente de oro o el orfebre lo había estafado con otros materiales. Mientras se bañaba, Arquímedes sumergió la corona en el agua y de esa manera, no solo pudo responder al monarca, sino que también descubrió la manera de calcular la densidad y el volumen de los cuerpos irregulares. De la alegría, salió desnudo por las calles al grito de “¡Eureka!” (“Lo he descubierto”).

Eureka es el título de la nueva creación de Lisandro Alonso  que, ya desde el título, invita al público espectador a hacer sus propios y diversos descubrimientos. Filmada en España, Portugal, Estados Unidos y México, la que es, sin dudas, la película más ambiciosa de Alonso constituye un retrato desolado de la vida de una reservación indígena de Dakota del Sur y del lugar excluyente, marginal e injusto que la sociedad estadounidense le otorga a los nativos.

“Antes de comenzar a filmarla ya había decidido el título y eso tenía que ver con mis propios descubrimientos. Básicamente, me había dicho a mí mismo: ‘Sé a quién quiero filmar’. Es decir, había descubierto con quién quería pasar mi tiempo cinematográfico, dónde poner el cuerpo y la cámara. Eso era con gente cerca de la naturaleza y alejada de los semáforos, las luces de la gran ciudad y de los entretenimientos tal como los conocemos. Hoy las plataformas invaden las casas. Yo quería filmar sobre gente cuyo principal entretenimiento -en medio de situaciones terribles- es contar historias o contarse los sueños. Cuando terminé Jauja gané dos becas en Estados Unidos y ahí empezó la fantasía de que podía hacer una película hablada en inglés. No quería filmar en Nueva York ni en Los Ángeles. Pensé en una reserva indígena. Siempre estuve relacionado con gente que desciende de o vive cómo se vivía hace 500 años o más. Por otro lado, Eureka es también el nombre del pájaro imaginario que sobrevuela toda la película y da cuenta o descubre que hay otras formas de vida posibles más allá de las impuestas por el capitalismo”.

Consultado sobre el punto de partida, Alonso describe: “En Jauja, mi anterior película, hay dos personajes, dos indios que le roban el caballo y le secuestran la hija al personaje interpretado por Viggo Mortensen. Desde ese momento quería filmar sobre esos dos indios y por cuestiones de tiempo, espacio, estructura no quedó margen en Jauja y me quedó latiendo. Por eso ahora decidí hacer una película basada en comunidades de poblaciones originarias, también nativos, aborígenes, indios. Las diversas nominaciones me llevaron a preguntarme quiénes lo representaron, cómo, de qué forma”.

Eureka está dividido en tres episodios bien diferenciados. Comienza con un western en blanco y negro, con el clásico héroe blanco (Viggo Mortensen) y los indios relegados a la marginalidad, el alcohol, la sordidez y la violencia. Fue la manera clásica -y largamente perdurable en el imaginario social- en la que fueron retratados las poblaciones originarias. “Esa parte es una parodia y un homenaje al western. En cierta forma da cuenta de mi propia colonización por parte de la cultura hegemónica. A mí me prohibían ver La familia Ingalls porque lloraba en todos los capítulos. Ahora bien ¿por qué yo, un pampeano descendiente de hijos de españoles creía que para ser director de cine debía mirar y tenía que filmar un western? Yo no comparto la mayoría de las concepciones y la ideología de los westerns. La mitad de ellos hoy no se podrían filmar por su falta de respeto a las poblaciones originarias, a las mujeres, a los animales. Si hoy se filmara The Searchers (Más corazón que odio, John Ford, 1956) irían todos presos. Hay una escena donde un compañero de John rapta a una india y la trata como un objeto, como un animal. Hay que filmar el western como parodia, pero a la vez amó los westerns. Entonces tenía que filmar un buen western”.

La segunda parte hace un salto en el tiempo y transcurre en la realidad actual de una reserva indígena en Dakota del Sur. El punto de vista es la mirada de Alaina (Alaina Clifford), una mujer policía, que hace la ronda montada en su patrullero y se enfrenta a las situaciones cotidianas de la Pine Ridge Reservation: violentas peleas familiares, gente que vive en estados calamitosos de miseria, conductores borrachos. La paradoja es que, a la vez que intenta imponer orden y autoridad, Alaina es parte de la comunidad y no puede menos que sufrir sus tragedias. La otra protagonista de este episodio es su sobrina Sadie (Sadie Lapointe), una joven entrenadora de básquet que no sabe qué hacer con su vida mientras la mayoría de los jóvenes de su edad se suicidan. “Estando en Boston, Mortensen me conectó con una familia que vivía en la reserva de Pine Rigde. Allí había una policía y con ella hice la ronda nocturna que me permitió conocer los conflictos y necesidades de la comunidad.  Empecé a hablar con gente y a entender por qué el western no había representado a esa comunidad como ellos hubieran querido. Hablamos de cómo nos representamos a través del cine, de las consecuencias de ese cine de Hollywood, que cayeron sobre sus hombros. Entonces me puse a escribir el retrato verdadero, descarnado de esa comunidad que la está pasando tan mal merced a un Estado que no solo los ignora, sino que sueña que desaparezcan.  Me enteré de que hubo diecisiete suicidios infantiles en menos de cuatro meses. No hay voluntad política de cambiar eso. Si ese tipo de cosas tan extremas no se abordan, evidentemente, eso no habla bien del ser humano”.

Finalmente, el tercer y último tramo de la monumental película de 140 minutos de duración (el pasaje de un tramo a otro, pleno de realismo mágico retoma algunas de las creencias de los pueblos primitivos y es espectacularmente cinematográfico) transcurre en la Amazonia Brasileña. Allí, en pleno auge de la fiebre del oro, los nativos indígenas se levantan y narran su historia, cuentan sus sueños. “A pesar de que América Latina no ha sido muy justa con las comunidades indígenas encuentro acá una esperanza. En Estados Unidos, las políticas y los sueños de desaparición de los nativos están más anclada que acá. Nosotros aun podemos mirarnos en el espejo de ese aquel que aparece como otro y es de nuestra misma humanidad. En esencia, no nos diferenciamos de ellos. Nos levantamos, tomamos mate. Como ellos nos contamos los sueños y sabemos que los sueños no se van a hacer realidad. Ni los sueños propios, ni los que nos prometen los políticos”, sentencia Alonso.    «


Eureka

De Lisandro Alonso. Guión: Lisandro Alonso, Fabián Casas y Martín Camaño. Con Viggo Mortensen, José María Yazpik, Chiara Mastroiani, Alaina Clifford, Sadie Lapointe. Estreno: 14 de marzo. En la Sala Lugones y Showcase Belgrano.




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