Economistas que sueñan con privatizar el mar, adoradores de la última dictadura, nazis volcados al ultraliberalismo, ex funcionarios de pasado sombrío, influencers y simples oportunistas.
Milei, quien con el propósito de sobreactuar austeridad había decidido ir a Suiza en una línea comercial en vez de usar el Tango 01, permanecía en su butaca de la clase Business con la mirada clavada en un punto indefinido.
¿En qué diablos pensaría? ¿Acaso su intervención en el Foro de Davos había dejado alguna mácula en su autoestima?
Lo cierto es que aquella fue una representación única.
Allí, en una sala con la mitad de los asientos vacíos, no le tembló la voz al acusar a los referentes mundiales del establishment político y económico de estar cooptados “por una visión que conduce al socialismo y la pobreza”. Pero, además, aseveró que el “neomarxismo controla el mundo” con la idea de la regulación estatal, la justicia social, el feminismo y el cambio climático, entre otros ejes doctrinarios que él abomina.
Sus ojos irradiaban un extraño brillo, como si disfrutara por anticipado la ovación que recibiría.
Al concluir su discurso en medio de un murmullo incómodo, los únicos aplausos fueron los de la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino; los del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo; los del jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y los Karina, a cargo de la Secretaria General de la Presidencia, quien batía las palmas a rabiar. Luego sobrevino un pesado silencio.
Milei se retiró rápidamente del escenario con el desconcierto dibujado en el rostro. Tal vez se preguntara en qué había fallado.
La cuestión es que, de allí, pasó al triunfalismo de los incomprendidos, tal como lo prueba su desenfrenada actividad en X (ex Twitter), donde, hasta el amanecer del jueves, vomitó una catarata de agresiones, burlas e insultos a los líderes mundiales que no habían apreciado sus palabras.
No fue la primera vez que en esa red social daba la nota: días antes ya había mantenido una vibrante polémica con una cuenta falsa de Axel Kicillof –incluso a sabiendas de su carácter apócrifo– y otra con el actor Hugo Arana, sin considerar su fallecimiento tres años antes.
Pero regresemos al escandalete del avión.
La disputa de Karina con los pilotos alemanes retumbaba en la cabina.
Quizás ellos no supieran que esa mujer era “El Jefe”. Y quizás también ignoraran el lazo bíblico que la une al mandatario, quien suele explicarlo con elocuencia: “Moisés era un gran líder, pero no un divulgador. Dios le mandó a Aarón para que se comunicara. Yo soy a Karina lo que Aarón es a Moisés”.
Ella seguía en la aeronave a los alaridos.
En eso llegaron los rezagados de la comitiva. Recién entonces, dijo:
–Ahora sí. Nos vamos.
Ya en las dos orillas del océano Atlántico corrían ríos de tinta sobre el preocupante acting de Milei en Davos. Y en todas esas crónicas subyacía el mismo interrogante: ¿acaso ese tipo no está en sus cabales?
En este punto bien vale retroceder al 28 de diciembre –Día de los Santos Inocentes–. Fue cuando el mandatario, acompañado por la primera línea del Poder Ejecutivo, apareció en el balcón de la Casa Rosada para saludar a una multitud inexistente, dado que en la Plaza de Mayo sólo había un puñado de turistas y algunos peatones. Una gran escena del presente, que remite al cuento de Hans Christian Andersen, “El nuevo traje del emperador”, referido a una prenda que –según le habían hecho creer al monarca en cuestión– resultaba invisible a los ojos de los estúpidos y los incapaces de ejercer su cargo. De manera que el rey, convencido de lucir semejante indumentaria, se exhibió desnudo ante sus súbditos, sin que nadie se atreviera a decirle la verdad.
Claro que esa vez Milei no incurrió en el desliz de la desnudez, ya que lucía una campera de cuero sobre un grueso buzo azul. El problema fue que la temperatura rozaba los 32 grados. ¿Acaso se le habría averiado su termostato biológico?
Semejante extravagancia no opaca a otras, ya que –por caso–, sin que se le mueva un solo músculo del rostro, suele asegurar que Dios le dio la sagrada misión de ser presidente, además de mantener, en comunicación directa con el Más Allá, un fluido diálogo con su finado perro Conan, al cual clonó para así concebir a sus actuales “hijitos de cuatro patas”.
Dicho sea de paso, a tal efecto no vaciló en recurrir a los servicios del médico veterinario Daniel Salamone; su especialidad: la clonación de vacas. Pues bien, esta especie de “Doctor Frankenstein” es ahora el jefe del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
De modo que aquel sujeto se sumó así al elenco gobernante. Una troupe compuesta por outsiders de toda laya: economistas que sueñan con privatizar el mar, adoradores de la última dictadura, nazis volcados al ultraliberalismo, ex funcionarios de pasado sombrío, influencers y simples oportunistas, entre quienes se destacan personajillos como Lilia Lemoine y Ramiro Marra.
Todos ellos –sin ocultar sus disfunciones y predicando el “sufrimiento” que deberá padecer la “gente” a manera de castigo divino antes de alcanzar la felicidad– serán los bastoneros del “cambio” que votó el 56% del electorado. Una pesadilla distópica que, por rebasar el límite de lo estrictamente político, merecería ser estudiada desde el campo de la sociología psiquiátrica. Y dadas las particularidades de su escenario, no es improbable que los historiadores del futuro denominen esta etapa como la del “Estado-manicomio”. «
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Ahí va
Ningún periodista o politólogo ha propuesto una terna formada por psicólogo; psiquiatra y psicólogo social para analizar que tipo de patología tiene Milei y cual la de sus electores; porque alguien que ha decidido pegarse un tiro en el pié indudablemente no está en sus cabales
Me gustò mucho el artículo de Ragendorfer. Plasma la realidad con mucho humor. O tendríamos que llorar?
Necesario difundir este hecho ..
Impecable