España cumple este martes 40 años del intento de golpe de estado de un oscuro teniente coronel de la Guardia Civil contra la naciente democracia. El “Tejerazo”, por el oficial Antonio Tejero, significó el ingreso del reino al siglo XX, cuando se aunaron los intereses de una elite nacional con la monarquía del Borbón Juan Carlos I, designado a dedo por el dictador algunos años antes de su muerte. La intervención del monarca fue clave para desarmar la intentona golpista, aunque siempre se discutió si no fue una operación amañada para limpiar su figura, o terminó apostando a la dirigencia política y la Constitución de 1978 porque vio que no le quedaba otra.
A cuatro décadas de aquel 23 F, el rey sigue siendo una figura central de la política española, aunque por cuestiones diametralmente opuestas. Sus continuos escándalos sexuales, financieros y fiscales lo obligaron -para salvar la corona- a abdicar en favor de su hijo Felipe. Desde entonces sus desaguisados continuaron saliendo a la luz y a fines del año pasado se exilió por unos meses a un destino no revelado acosado por las denuncias sobre fraude fiscal.
Mientras tanto, el bipartidismo acordado entonces también estalló, por una crisis de las hipotecas que dejó a cientos de miles en las calles y con deudas impagables. Surgieron partidos que intentaron correr al sistema por izquierda (Podemos) o por derecha (Ciudadanos). Pero cuando la vaca del estado nacional dejó de dar la leche de los negocios armados en la década neoliberal de América Latina, otros aires soplaron sobre todo en Cataluña, con el renacimiento de viejos reclamos de independencia y, mala palabra, de república. En este clima enrarecido, crecen los sectores franquistas y directamente neonazis alineados en Vox.
La semana pasada, los independentistas obtuvieron una mayoría que les permitiría gobernar la rica región del noreste hispano. Pero sería una coalición entre la centro derecha de Junts per Catalunya y la centro izquierda de Esquerra Republicana de Catalunya. El socialismo catalán, ligado al PSOE nacional, obtuvo una mínima mayoría que si se armara una coalición con ERC, por izquierda, podría generar un gobierno “constitucional”.
En ese entuerto, detuvieron al rapero catalán Pablo Hasél, acusado de enaltecer al terrorismo y de injuriar a la monarquía. Por decir en sus canciones que la policía reprime y tortura a inmigrantes o que el rey anda de juergas y es corrupto. O sea, una que saben todos, pero que todavía parece que es mejor callar en España.
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