Los independentistas catalanes de Junts se convirtieron en el árbitro: exigen amnistías y la autodeterminación para aportar sus siete votos al socialismo. Pero el propio Pedro Sánchez advirtió que no cruzarán "la línea roja". Si no obtienen los votos necesarios, el rey deberá convocar a nuevas elecciones para febrero.
Camisa de jean remangada, pose canchera, micrófono en mano. El líder del PSOE, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, exultante junto a María Jesús Montero, le izaba el brazo a su ministra de Trabajo, Yolanda Díaz Pérez, dirigente del PC, arquitecta de la construcción de SUMAR. Habían logrado 121 y 31 escaños (152 en total: habían “perdido” las elecciones de ese 23, pero festejaban en el escueto balcón-escenario.
A pocas cuadras, los “vencedores” exhibían la acidez de sus almas. Tensión en los pisos superiores de la madrileña esquina de Génova 13. Todo el PP hacía cuentas con los 136 diputados más los 33 de Vox. A su líder, Alberto Núñez Feijóo, viejo zorro, refunfuñaba: ya vislumbraba que serían insuficientes.
A los pocos días, Felipe VI convocó al Palacio de la Zarzuela a Feijóo: lo instó a conformar gobierno. Ni los propios cerraban filas para acordar con la ultraderecha de Vox. Dos intentos. Dos fracasos. Hasta que el rey, cumpliendo la formalidad, esta semana, le traspasó la demanda a Sánchez. Otra vez el líder socialista sonrió. Esa noche otra vez se dio un reiterado gustazo: ir al Luna Rossa a degustar la «cojonuda», su pizza favorita.
Voto a voto
Se requiere al menos 176 diputados, la mitad más uno del pleno. Son imprescindibles los siete de Junts per Catalunya. También los seis del Esquerra Republicana de Catalunya y los 13 de las agrupaciones independentistas, incluyendo las vascas (EH Bildu, PNV y BNG) históricos aliados de los socialistas. Si no lo logra, el Rey deberá soportar el mal trago de llamar a nuevas elecciones para febrero de 2024.
“El 23 de julio, España se movilizó ante la posibilidad de que el PP y Vox, o sea la derecha y la extrema derecha, pudiesen formar mayoría absoluta. Y lo hicieron. Ahora el socialismo y Sánchez recibieron ese mandato. Ha logrado la reafirmación del rey de hacer realidad aquella movilización”, asegura telefónicamente Raúl Díaz Marín, diputado socialista por La Rioja.
Pero Carles Puigdemont i Casamajó, conductor indiscutible de Junts, aún desde su exilio en la Avenue del Abogado número 34, en Waterloo, Bélgica, impertérrito con su peinado raya al medio, se mantiene inflexible: «No haremos presidente a Sánchez a cambio de nada». Planta sus exigencias independentistas junto a una amnistía. Cruza, según el PSOE, la línea roja.
Las negociaciones van y vienen según las horas. “Funcionó muy bien lo que hicimos en la anterior legislatura que era el tema de los indultos a las personas en prisión por haber participado en el referéndum ilegal en Cataluña. Ello tuvo por consecuencia una política de pacificación. Los problemas políticos se deben resolver por la vía política antes que por la vía judicial o represiva. Lo seguiremos intentando. Por eso no buscamos un pacto de investidura, sino un pacto de legislatura. No vale esto de que vamos a pasar rápido la investidura para gobernar un año. Queremos pactar para ver a dónde conducir a España en los próximos cuatro años.”, agrega Dïaz Muñoz.
¿Para Pedro Sánchez es negociable lo que exige Junts? Un dato es que el año que viene «también hay elecciones en Catalunya», según aseguró la líder de Sumar, Yolanda Díaz, quien a su vez suele enfatizar: “Desde Sumar defendemos un país de países, un país plurinacional”.
Unos y otros insisten: todo dentro de la constitución. Ahí está la línea roja. Las agendas no son las mismas. Desde Cataluña pretenden «subirle el precio» a la negociación: amnistía y autodeterminación. Sin embargo, el socialismo insiste en que la constitución sí admite la amnistía y el referéndum unilateral, pero conceptualmente se enfrenta a la autodeterminación. Un amplio sector de la alianza duda de que Puigdemont quiera “intentar aportar y construir”. Recuerdan una y otra vez que Esquerra fue su histórico socio, y pasan factura de algunas antiguas alianzas de Junst con el PP.
Claro que, hoy por hoy, esos siete votos son no apenas necesarios. Se impone la pregunta: ¿cuán probable es que se requieran nuevas elecciones? No es remota, reiteran unos y otros. Además, los independentistas firmaron un documento conjunto en el que aseguraron que «si no hay pasos firmes para la autodeterminación», no habrá investidura.
La respuesta de Sánchez fue contundente: «Si quieren ir a elecciones, vamos…». El PSOE y sus aliados manejan esa carta, aún riesgosa. En las últimas elecciones obtuvieron más de un millón de votos respecto de las anteriores y aún mejoraron los números de noviembre de 2019. Sólo Sumar acumuló arriba de 3 millones. Y, de paso, le recuerdan a Puigdemont el evidente desmoronamiento que Junts viene sufriendo en los últimos años. Conocen el riesgo. Juegan fuerte con la alternativa de que haya nuevas elecciones en febrero. No creen jugar con fuego.
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