Malena Solda y Osqui Guzmán protagonizan La tempestad, la obra del mítico autor británico que hace foco en la relación entre los hombres y la construcción del poder. El placer de volver al Teatro General San Martín y el aporte de la directora Penny Cherns.
En la obra, Guzmán interpreta a Próspero, el protagonista de la historia que atraviesa mares y dificultades para volver a un punto de partida del que fue expulsado. Solda se mete en la piel de Ariel, una fiel compañera del protagonista que será su mano derecha en la adversidad.
Desde su estreno, la curiosidad del público conocedor de clásicos agota tickets con varios días de anticipación, lo cual para ambos no deja de ser llamativo, sobre todo teniendo en cuenta la difícil situación por la que atraviesan las salas de teatro en la actualidad. «Yo estoy contenta por lo importante que significa esta obra y sobre todo por el privilegio que constituye representarla. Es un lujo ser parte de un Shakespeare entretenido y profundo para nosotros y para el público. Es un bálsamo dentro de la realidad que estamos viviendo», dice Solda algunos minutos antes de prestarse para unas ineludibles pruebas de maquillaje que requiere esta propuesta. A su lado, Guzmán no hace otra cosa que asentir: «Sin duda alguna, todo lo que dijo Malena es cierto. ¿Qué más puedo aportar al tener también semejante privilegio?».
–¿Volver con Shakespeare al San Martín significó algo particular?
Malena Solda: –A mí me puso muy contenta y orgullosa porque me parece que es el mejor lugar para hacer este tipo de obras.
Osqui Guzmán: –Volver a este lugar para los actores siempre es importante. Es un teatro que tiene mucha tradición de contar obras con un lenguaje particular, ya sea clásico o con cruces. Este tipo de materiales no se podría hacer en otro lado y la idea del San Martín de renovar estas propuestas es insuperable. Tanto en el San Martín como en el Cervantes se recurre a los clásicos para decir cosas nuevas. Se trata de una especie de refugio cultural. El público lo sabe y lo elige, sobre todo cuando se hace a Shakespeare.
–Ustedes suelen tener agendas apretadas. ¿En qué momento de sus carreras estaban antes de embarcarse en esta obra?
OG: –Yo estaba a la búsqueda de algo interesante. Pero mi incursión en la obra se remonta a unos tres años cuando me enteré de que Penny estaba en el país. Ahí le dije a Malena que si hacía algo con ella me tuvieran en cuenta. Bueno, más tarde pidieron unos videos míos y a Penny Cherns, la directora de la obra, le gustaron y ella me vio para interpretar este papel que hago actualmente. Cuando me enteré de que haría de Próspero me sorprendió porque es un personaje soñado. Dije que sí enseguida porque, si bien ya había hecho a Shakespeare, esta vez era diferente.
MS: –Yo estaba en un momento trabajando mucho pero muy aburrida, algo que me suele pasar. Me puse a pensar en qué podía hacer para eliminar eso. Había recibido un mensaje de Penny diciéndome que quería volver a trabajar en la Argentina porque antes había estado en el país haciendo en unos workshop. Con eso me acerqué al British Council para preguntarles si podíamos contar con el apoyo del organismo para traer a esa directora. A ellos les gustó y nos ayudaron a buscar un socio.
–¿Fuiste como una especie de productora entonces?
MS: –Fui una especie de gestora. Llevó tres años plasmar todo esto. Yo confiaba mucho en Penny, pero también investigamos mucho más qué obra hacer antes de decidirnos por La tempestad. Nos decidimos por esta obra al tener en cuenta que es, entre comillas, la más musical de Shakespeare y porque era un año donde el British Council hablaba de las utopías y las distopías en América Latina. Como la historia es rica en esos temas nos pareció que cerraba por todos lados.
–¿Conocían la obra con anterioridad?
MS: –En mi caso sí, la había visto en varias versiones y me gustaba mucho. Por otro lado, el año pasado viajé a Londres para encontrarme con la directora y definimos aspectos importantes, como por ejemplo la traducción que usaríamos y que finalmente sería una versión más rioplatense.
OG: –Yo la conocía e inclusive hace muchos años había tenido un ofrecimiento para ser parte de ella, pero con un personaje diferente al que hago ahora. Siempre recordaba que la última vez que se había hecho La tempestad en la Argentina había sido con Alfredo Alcón en el rol que hago ahora. Hay que estar a la altura para encarar ese personaje y por eso fue un desafío para mí en esta oportunidad.
–Siempre se dice de Shakespeare que sus obras tienen un anclaje importante con la realidad. ¿Se cumple esa premisa con La tempestad?
MS: –Es que lo importante de él como autor era que trabajaba en tres niveles distintos: el personal, el social y el épico. Es una responsabilidad del director y de los actores poder transmitir esos planos.
OG: –Es una obra muy actual.
–¿Sus personajes se conjugan con esos tópicos?
MS: –Yo soy Ariel, mano derecha de Próspero. Lo ayuda con la magia para llevar adelante una venganza. Más no voy a contar.
OG: –En esta versión Próspero está hecho en base a mis propias experiencias. El personaje tiene un ímpetu que es muy latino, de esta parte del mundo, y por eso tiene mi propia visión de la venganza, la acción, la visión del perdón y la esperanza. De todo eso estuvieron teñidos los ensayos de esta versión de La tempestad.
–Trabajar con una directora británica presupondría sortear una barrera idiomática. ¿Fue así en este caso?
MS: –Penny habla español, así que ese factor fue muy importante más allá de sus ideas. Hicimos dos semanas de entrenamiento corporal y luego ensayamos unas seis semanas más, seis veces por día para montar la obra. Los primeros tiempos fueron más exploratorios, lo cual nos dejó bastante agotados pero contentos. Lo bueno de todo esto es que también pude trabajar con Osqui, que es un gran amigo.
OG: –El tiempo que ensayamos siempre resulta poco a la hora de producir un espectáculo nuevo. Trabajamos de manera incansable con una directora que tenía claro hacia dónde ir y nos guió con firmeza y sin perder el tiempo en búsquedas vanas. Quería trabajar con los cuerpos que tenía y eso fue lo más interesante que nos pasó. Penny es una directora admirable y en su cabeza había una arquitectura muy clara de la obra, por eso nos transmitía mucha paz. Ella nos decía que lo único que nos quedaba del autor era su escritura y que por eso debíamos seguir ese patrón. Esas palabras escritas son un lenguaje y un sonido que tienen secretos muy particulares y que la directora conocía muy bien. Por eso todos nosotros buscamos llegar a esa particularidad. «
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