«Es un año malísimo para la economía popular: una máquina de hacer pobres»

Por: Gustavo Sarmiento

Entrevista a Juan Grabois, referente de la CTEP. Le incomoda que digan que es "hombre de confianza" del Papa Francisco o que tiene "trato directo" con él. "Trabajo para los sectores populares, no para el Vaticano", afirma.

Juan Grabois termina de hablar y pide disculpas. Sus pocas horas en Buenos Aires no le dan respiro. En un rato habrá abordado un avión rumbo a Roma, para liderar el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares, que se desarrollará de miércoles a sábado, con la presencia de 150 delegados de organizaciones que abogan por el lema de Francisco: “Tierra, Techo y Trabajo”. El cierre será precisamente con el Papa en el Aula Paulo VI. No será un encuentro inédito. Quien busque notas periodísticas sobre Grabois descubrirá que tiene solo 33 años, que es hijo del histórico dirigente peronista Roberto “Pajarito” Grabois, y que es un abogado católico que lidera la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Mencionarán su cercanía con el Pontífice, remarcarán su “trato directo”, lo llamarán su “hombre de confianza”. Algo que particularmente le molesta.

Eso también le genera tironeos mediáticos: si aparece en una foto con funcionarios del gobierno nacional (como sucedió esta semana, con Marcos Peña, Mario Quintana y Carolina Stanley, durante la presentación del primer Relevamiento Nacional de Barrios Populares), se dirá que, tras el encuentro de Mauricio Macri con Francisco, “el gobierno seduce a Grabois para acercarse al Papa”. “Me molesta que me relacionen al Vaticano, no es verdad. Trabajo para los sectores populares, no para el Vaticano, no soy ni representante ni nada. Por lo tanto, no me corresponde evaluar la relación con el gobierno, no es mi tema”, dice. Grabois se había pronunciado en junio, cuando el gobierno argentino realizó en forma sorpresiva una donación de 16,666 millones a la fundación pontificia Scholas Occurrentes: afirmó que el que piensa que por darle plata a una fundación “por el solo hecho de estar directa o indirectamente vinculada al Papa, está haciendo un ‘gesto a Francisco’, es realmente un pelotudo, además de un corrupto y un prevaricador”. Y agregó: “Se ve que no conocen a Francisco”.

Él lo conoce desde que en 2005 el entonces arzobispo de Buenos Aires dio una misa en la Catedral por los “niños y jóvenes cartoneros”, durante un conflicto con el Ejecutivo porteño. A partir de 2008, Bergoglio celebraría todos los años esa misa pública bajo el lema “Por una Patria sin esclavos ni excluidos”. Después, se transformó en Francisco, y Grabois profundizó su intención de organizar e institucionalizar a los trabajadores que diariamente yacen al margen de los sindicatos y de los derechos básicos: recicladores urbanos, cuentrapropistas, campesinos, vendedores ambulantes, artesanos, feriantes, motoqueros. Hoy la CTEP cuenta con 140 mil afiliados a nivel nacional, y esta semana estuvo presente en Diputados –junto con otras organizaciones como la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie– en busca de que sancione la Ley de Emergencia Social que, entre otros puntos, impulsa un Salario Social Complementario para dos millones y medio de trabajadores del sector, la creación de un millón de puestos de trabajo y la devolución del IVA para los beneficiarios de planes sociales.

Legisladores de todos los bloques opositores respaldaron el proyecto.

Unos 12.431 kilómetros separan al Vaticano de San Martín de los Andes. Esa distancia suele recorrer el líder de la CTEP, desde que hace dos años y medio llegó a esa localidad neuquina a fundar la Escuela Nacional de Organización Comunitaria y Economía Popular, que ya capacitó a mil delegados. “También me fui a trabajar en el desarrollo de las organizaciones populares en la Patagonia y a colaborar en la lucha de los pueblos mapuches”, agrega Grabois, profesor de Teoría del Estado en la UBA, y fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos, que en junio instaló cien ollas populares “contra la pobreza, por el pan y el trabajo digno”.

–¿Cuál es tu mirada sobre la realidad actual, en materia social?

–Fue un año malísimamente malo para los sectores populares. Parece una máquina de hacer pobres, y de empobrecer más a los que llegan pobres de antes. Y golpeó muy particularmente a la economía popular, que recibe el golpe de manera paradójica: con crecimiento por exclusión. Cuando se producen quiebras de fábricas, vaciamientos fraudulentos, despidos, se achica el mercado laboral formal y se agranda la economía popular. Un cartonero juntaba antes cien kilos, ahora son dos cartoneros en la misma cuadra y se reparten 80, porque hay menos consumo de la clase media. La economía popular está íntimamente relacionada con la cantidad de efectivo que circula en los barrios. Y después están las consecuencias indirectas, como el retraso en programas sociales: si bien no se sacaron, se retrasaron muchísimo los pagos. Es el caso del programa Construcción Sociocomunitaria, para las cooperativas de construcción. El armado de grupos cooperativos para construcción de viviendas es muy complejo. Si el pibe no cobra dos meses, se desarma el grupo. Volver a armarlo es muy difícil. Y ese pibe que había encontrado refugio y sentido en la organización comunitaria, volvió a la esquina.

–¿Cómo pega el aumento de servicios en la economía social?

–Los tarifazos les pegaron a las fábricas recuperadas, que no entraron al régimen de tarifa social. Ahora se está logrando una tarifa para ellas. Pero todo tarda en implementarse. Igual que con el programa Argentina Trabaja: hubo una reestructuración, con algunos puntos positivos, pero es muy lento, y los montos quedaron muy atrasados en relación con la inflación. Pareciera que el ajuste y el deterioro macroeconómico viajan en avión, y las medidas compensatorias van en tren de carga. Fue un año malo, el fantasma del hambre volvió a recorrer las barriadas. Lo que antes eran centros culturales, comunitarios y productivos, ahora los volvimos a abrir como comedores. Es economía de resistencia. Que creció por la necesidad de resistir la exclusión. Cuando te caés del mercado laboral la tenés que remar mucho. Para todos es un año muy triste, por eso peleamos para obtener una compensación de fin de año razonable, que se pague con la Asignación Universal con Hijo, y que los programas de empleo tengan aguinaldo social.

–Diferentes organizaciones sociales han denunciado el crecimiento exponencial de personas en situación de calle este año.

–Es muy doloroso el aumento de cartoneros, de personas en situación de calle. Más que una explosión, genera una implosión social. Cuando entre dos nos tenemos que repartir diez kilos de cartón, nos terminamos peleando entre nosotros. Cuando hay que repartirse una cuadra para vender, primero te peleás con la policía que te quiere coimear, y después con el otro que también necesita vender ahí. Es un deterioro del tejido social que no se expresa en grandes movilizaciones. Solo un 5 o 10% del sector de la economía popular está organizado, pero el daño subterráneo en la autoestima, en la dignidad y en la calidad de vida es muy grande. Y las heridas perduran.

–¿Cómo es la relación del sector con el gobierno?

–Es paradójico: diálogo hay y es fluido. Pero el diálogo, si no se transforma en medidas de aplicación efectiva, es infértil. El diálogo fértil es el que tiene frutos. Y de eso se está viendo muy poquito. Puedo afirmar con absoluta convicción que lo concretado no sirve para compensar el 20% del daño que han hecho. Ese es el diagnóstico de cara a fin de año, con la perspectiva de seguir dialogando, pero que no quita la posibilidad de medidas de acción directa, y de tratar de que esa implosión se externalice para que los compañeros puedan sacar para afuera la bronca y la indignación que tienen, y reclamen a quienes gobiernan el país que las medidas compensatorias tienen que ser ya y urgentes. Nosotros hacemos una crítica al modelo. Nos obliga a combatir la orientación macroeconómica del gobierno, que va en contra de los intereses de las clases populares.

–¿Qué medidas ejemplifican esa orientación?

–Por ejemplo en el campo, no solo en las grandes ciudades, con la expulsión de comunidades indígenas. Una medida muy mala fue la flexibilización de la ley que limitaba la extranjerización de la tierra. Tuvo un efecto no solo en que más extranjeros puedan comprar tierras, sino que lo sintieron como un guiño para avanzar sobre tierras no regularizadas, pertenecientes a las comunidades. Vengo de Neuquén, en la zona de Junín de los Andes, donde un multimillonario austríaco, Thomas Prinzhorn, líder de los neonazis en Austria, ocupó ilegalmente 4500 hectáreas donde crían animales los compañeros de la comunidad mapuche. Y lo hizo con absoluta impunidad. Tuvimos que dar una pelea muy grande para la restitución. Eso mismo lo vemos con Manaos en Santiago del Estero, que hostiga a las comunidades campesinas.

–¿Qué fue, desde la perspectiva de lo que está haciendo este gobierno, lo mejor del anterior?

–Haber planteado, por lo menos en el imaginario colectivo, la dignidad del trabajo, la militancia y el tema de la Patria Grande. Lo peor fue la corrupción, la hipocresía y el doble discurso, una brecha entre lo que se dice y lo que se hace. De este gobierno, muchas cosas buenas todavía no las vi. Lo mejor quizás es que hay un espíritu de diálogo del gabinete social con los movimientos. Hay un respeto. Lo peor: el desprecio y el desconocimiento de la importancia de la construcción de la Patria Grande. Y la política macroeconómica, que es una vertiente de ideología neoliberal. «

Sobreinterpretación y teorías conspirativas

«El Papa representa un rechazo a esa izquierda ilustrada, prejuiciosa de la tradición católica del pueblo», declaró Grabois dos años atrás. Desde hace cuatro meses, la realidad lo encuentra como consultor ad honorem del Pontificio Consejo de la Justicia y la Paz. «Fui designado por el cardenal Turkson, que está muy comprometido por la cuestión campesina, dentro de un Consejo donde hay 14 personas de todo el mundo y distintas ideologías. Hacemos una crítica estructural al sistema capitalista, que no permite el acceso a derechos elementales a cada vez más personas. Planteamos un cambio estructural. Tiene bastante poco que ver con la relación que el gobierno de Macri pueda tener con el Vaticano», dice en relación a artículos que lo han vinculado con la relación tensa que une al presidente y el Papa. Grabois acota: «Hay una sobreinterpretación, que tiene que ver con que somos argentinos y pensamos localmente y nos gustan las teorías conspirativas. Nunca recibí una orden de Francisco ni de nadie sobre qué hacer, ni un pedido de que no haga tal cosa.»

Si bien prefiere no referirse al Papa, para no caer en la figura recurrente de «el consultor de» o «el más cercano a», sí enfatiza que desde que Bergoglio se transformó en Francisco, el líder mundial del catolicismo, «la Iglesia como institución le da más bola a los movimientos populares y la justicia social. También en la Iglesia hay mucha corrupción e indiferencia, pero el Papa es más duro con la propia estructura de la Iglesia que con lo que pasa afuera.»

Encuentro en Roma contra la exclusión, por Gustavo Montiel

Más de 150 delegados de organizaciones sociales y de la economía popular de todo el mundo comenzarán este miércoles en el Vaticano cinco días de debates y análisis en el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Culminarán el sábado con un diálogo con Francisco que incluirá la entrega al Pontífice de las conclusiones alcanzadas y una serie de medidas a tomar. El Papa cerrará la actividad con un discurso –como ya hiciera en las ediciones de Roma 2014 y Santa Cruz de la Sierra 2015– que enriquecerá el documento final.

Representantes de movimientos campesinos, indígenas, de vecinos de asentamientos populares, trabajadores precarizados y de la economía popular, excluidos y confinados en las «periferias» económicas, geográficas, sociales serán algunos de los participantes que buscarán darle forma a iniciativas que ofrezcan alternativas a la globalización excluyente, con el histórico reclamo de «Tierra, Techo y Trabajo» como punto de partida.

Hay otros ejes comunes y transversales con Francisco que, según supo Tiempo, prometen volver a sobrevolar e influir en el documento final de este III Encuentro, además de las nuevas conclusiones que surjan: la denuncia al capitalismo sin rostro humano, la de una economía excluyente que promueve la idolatría del dinero, la defensa y el cuidado de la «casa común», el Planeta Tierra, así como la búsqueda de la paz.

Los movimientos sociales ya reafirmaron que las propuestas papales enunciadas en la exhortación apostólica Evangelii gaudium y la encíclica Laudato Si continúan en la base de la construcción de propuestas superadoras.

Entre los participantes, además, están previstas las presencias de la escritora y filósofa hindú Vandana Shiva y del ex presidente del Uruguay José «Pepe» Mujica.

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