Enigmas detrás de la detención del gendarme en Venezuela

Por: Ricardo Ragendorfer

Arietto habló de una "extracción" para recuperar al gendarme Gallo, capturado en Venezuela. Entre septiembre y octubre fueron detenidos tres mercenarios peruanos al ingresar al país caribeño.

Esa foto, tomada quizás a hurtadillas, muestra, en primer plano, a dos enormes policías de espaldas en una zona militarizada y, entre ambos, de frente, un civil (al menos, en apariencia) que, con semblante preocupado, parece deshacerse en explicaciones. Tal composición da para el afiche de una película, sólo que aún no se sabe si tipo Expreso de medianoche (sobre un viajero “engarronado” en un país lejano) o una de espías.

Lo cierto es que en aquella escena (que transcurre en el puesto de frontera venezolano del Puente Internacional Simón Bolivar, que une al poblado de San Cristóbal, en el estado de Táchira, con la ciudad colombiana de Cúcuta) palpita una paradoja. Porque su protagonista estuvo muchas veces en tal situación, pero del otro lado del mostrador; específicamente, en el puesto de frontera del Paso de Uspallata, que une a la Argentina con Chile. Allí examinaba a los migrantes y a sus equipajes, en busca de prófugos, drogas, armas y otras ilegalidades, así como ahora lo hacían con él.

Pues bien, aquella es la última imagen que se tiene del cabo primero de la Gendarmería, Nahuel Gallo, quien prestaba servicios en el Escuadrón 27 con asiento en Uspallata –pero que ingresó al país caribeño omitiendo su condición de tal–, antes de ser detenido por la Policía Nacional Bolivariana al sospecharse su condición de agente de inteligencia extranjero con aviesas intenciones.

En ello, desde luego, entra a tallar el prestigio “latinoamericanista” de la ministra criolla de Seguridad, Patricia Bullrich.

Ya a fines de 2019 –cuando ocupaba el mismo puesto durante el régimen macrista– supo dar la nota al respecto por ser una pieza fundamental del envío a Bolivia de un avión Hércules cargado con gendarmes, armamentos y miles de municiones en apoyo al golpe de Jeanine Añez contra Evo Morales.

En marzo de 2024, Bullrich confirmó el envío a Caracas de un número impreciso de gendarmes con la excusa de custodiar la embajada argentina, pero no sin evitar una bravuconada: “Nuestro gobierno protegerá a todo opositor”.

Tampoco favoreció al pobre Gallo la diputada libertaria Florencia Arietto –otra voz “oficial”–, quien, tras el arresto de éste, soltó en un programa de TN: “Una de las opciones del Ministerio de Seguridad debe ser la extracción”. No se refería a un tema odontológico, y lo aclaró: “Hablo de recuperar al nacional haciendo una incursión”.  Es que a ella le gusta la jerga castrense.

Ante este dislate, hasta la vicepresidenta Victoria Villarruel pasa por un ser criterioso: “Yo jamás hubiese autorizado a un gendarme a ir a Venezuela”, escribió en su cuenta de X (antes Twitter).

De hecho, en la aprobación de la licencia anual del gendarme, desde el 5 de diciembre al 3 de enero de 2025 (firmado por el jefe del Escuadrón, el jefe de la Agrupación, el jefe de la Región y el subdirector de Gendarmería), también se lo autorizaba a viajar a Venezuela, habida cuenta de la ruptura de relaciones diplomáticas con ese país.

Para justificar semejante destino, Gallo poseía una “Carta de Invitación” notariada en Caracas–, y suscripta por su pareja venezolana, María Alexandra Gómez, quien, por razones familiares, había vuelto en mayo a su país. Su plan, dicho sea de paso, era visitarla a ella y al hijo que tenían, de apenas dos años.

El original de dicho documento (con, valga la redundancia, las firmas y sellos originales) fue difundido a la prensa por el Ministerio de Seguridad. Pero en ello, justamente, hay un enigma: siendo Gallo su único receptor y estando la misma en su poder para exhibirla a las autoridades caribeñas, ¿cómo pudo llegar –con sus sellos y firmas originales –es decir, sin ser una copia– a la dependencia encabezada por Bullrich?

A ello se suma otro misterio, diríase, burocrático: en el ítem “Familiares” del legajo de Gallo, figura su hijo (cuyo nombre no vamos a transcribir) y una tal “Andrea De Santiago” en calidad de “conviviente”, pero especificando que el lazo entre ellos se disolvió el 1 de enero de 2017. Ello se ajustaría a la verdad, pero, ¿por qué razón figura en ese documento actualizado una mujer de la que él se separó hace ocho años y no su actual pareja?

María Alexandra fue profusamente entrevistada en los últimos días por los medios argentinos, confirmando una y otra vez la naturaleza “sentimental” y “familiar” de la visita del gendarme a Venezuela. Y no hay por qué descreer de sus afirmaciones.

Aún así, en tal sentido llamó la atención una frase vertida por el ministro venezolano de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Diosdado Cabello, durante la conferencia de prensa que recientemente ofreció sobre el caso: “¿A qué venía (Gallo) a Venezuela? Todos ponen una fachada… que tenía a su novio o su novia. Si usted se quiere casar, ¡véngase a Venezuela! Si quiere conseguir novia, ¡véngase a Venezuela! Todos con esa excusa”.

La razón, en cierto modo, lo asiste.

Entre septiembre y octubre fueron detenidos tres presuntos mercenarios peruanos al ingresar –por separado– al territorio venezolano a través del Puente Simón Bolívar, en Táchira, el mismo usado por Gallo.

Se trata de Renzo Huamanchumo Castillo, de 46 años; Ricardo Meléndez Guerrero, de 55, y Nelson Cubas Mendoza, de 36.

El primero, afincado en Miami, es un guardaespaldas de celebridades. Y el motivo de su viaje era conocer a la familia de su novia venezolana, Carolina Chirinos Zambrano.

El segundo, un comerciante de Lima, fue para visitar a la familia de su pareja venezolana, Belkis Nieto.

El tercero, un taxista del distrito limeño de La Victoria, presentó como motivo de su viaje reencontrarse con su novia venezolana Leidy Diana Angulo.

¿Acaso el régimen chavista ha emprendido una cruzada contra el amor o, en efecto, lo de las novias venezolanas es una cobertura habitual para agentes encubiertos que ingresan a Venezuela?

Por lo pronto, ellos están procesados por ese delito. Y Gallo también, tal como lo acaba de anunciar el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab.

Mientras tanto, en Argentina, el asunto adquirió visos escandalosos, cuyo eje parece inspirado en la premisa de “matar al mensajero”.

Así se puede resumir la alocada denuncia penal por “traición a la Patria” que presentó, durante la mañana del jueves, el Ministerio de Seguridad contra el exembajador en Venezuela, Oscar Laborde.

Su delito: haber gestionado –por un pedido de la familia Gallo a Juan Grabois– el envío de una carta que ya llegó a las manos del gendarme arrestado, una acción humanitaria que derivó en el primer contacto de éste con los suyos.

En las últimas horas, el apoyo hacia Laborde por parte de organizaciones y personalidades de la política, la cultura y el sindicalismo ha contrastado con el silencio de los funcionarios libertarios. Ni Manuel Adorni abrió la boca.

Mientras llueven críticas sobre Bullrich, tanto por haber autorizado la ida de Gallo a Venezuela como por la inacción de sus tratativas y la del canciller Gerardo Werthein para lograr su liberación, desde Caracas, el fiscal general ha incluido a Bullrich en la causa por “terrorismo” contra el cabo primero.

 “La notoriedad dada por las altas autoridades argentinas a la detención de Gallo tiene directa relación con el hecho que las investigaciones realizadas por los cuerpos auxiliares de justicia venezolanos revelan que en la cadena de mando del grupo de terroristas enviados desde Argentina aparece la propia ministra Bullrich y así consta en el expediente», fueron sus palabras.

En un plano objetivo, no se sabe a ciencia cierta si Gallo tropezó con una inmerecida pesadilla o si realmente era parte de un complot.

De ser así, Bullrich habría ladrado otra vez sin tener con qué morder.  «

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