Putin inauguró la primera reunión parlamentaria Rusia-América Latina, que tuvo lugar en Moscú.
Gente cruza la Plaza Roja en Moscú. Crédito: Dimitar DILKOFF / AFP
No es fácil llegar a Moscú. Es posible ir por Estambul, Adís Abeba o Catar, en trayectos aéreos no menores a una treintena de horas, que es lo que toma evitar la zona de guerra y esquivar el bloqueo impuesto por occidente. Tampoco hay que cabecear misiles ni consentir prejuicios. Pero bien vale la pena. Vaya si vale: Graham Greene no dudaría ni un instante.
Es que la utilidad de esta conferencia internacional es doble. Primero, permite conocer cuáles son las contrapartes parlamentarias de América Latina en Rusia. Eso permite realizar contactos sobre la base de posicionamientos políticos, que son muy útiles a la hora de discutir problemas y buscar soluciones. El otro aspecto reside en las relaciones que pueden establecerse entre parlamentarios de América Latina. Por cierto, responder a una convocatoria de la Duma en estos momentos establece cierto grado de comunidad de valores entre los participantes, aunque no de unanimidad. Valga como ejemplo la presencia de una nutrida comitiva paraguaya… del Partido Colorado. Y así hay otros ejemplos de participantes que pueden disentir y expresar sus opiniones desde el estrado. No es una reunión del Komintern ni del Kominform, ni para los que las añoran ni para los que las detestan. Es una construcción política que busca construir relaciones sin interferencias sobre las soberanías nacionales y proponer acuerdos de mutuo beneficio. Eso es lo molesto para occidente y lo interesante para el Sur Global. También, quizás sobre todo, sirve para demostrar que Rusia no está sola en el mundo, y aquellos que tenemos una visión crítica sobre el devenir del capitalismo tampoco estamos aislados.
Participé de la mesa sobre “Seguridad para todos – el rol de los Parlamentos”. Recordé que Rusia estuvo durante la guerra de Malvinas; estuvo durante la pandemia de Covid; en tiempos donde hay una nueva agresión fascista al territorio ruso, bueno, estamos. Expuse el concepto de terrorismo económico, donde los atentados y bombas de los terroristas son reemplazados por deudas externas, fondos buitres, bloqueos económicos. La ilegalidad de tales procedimientos, en particular el bloqueo unilateral, debería ser parte de una convención nacional, luego internacional, que prohíba el uso de armas económicas en desmedro de los pueblos. Una cosa es el embargo de materiales bélicos, y otra es detener medicamentos y alimentos. Eso significa la aplicación de castigos colectivos, cuyos resultados pueden constatarse desde Cuba hasta Irak, y están prohibidos de manera expresa por la Convención de Ginebra de 1949. Por supuesto, las consecuencias de los bloqueos dependen de la “espalda” social de cada país. Rusia ostenta el récord de 17.500 sanciones, y la economía va bien, gracias. Occidente busca hacer que lo fuerte parezca justo, nosotros debemos hacer que lo justo sea fuerte. Es una idea de Blaise Pascal que le gustó al moderador, el diputado Tolstoy, descendiente directo del escritor. Algo así como el nieto del nieto. Así que hablamos un rato en francés, que la sangre no es agua.
Digamos también que el desempeño del Embajador Eduardo Zuain merece ser destacado como ejemplo de trabajo permanente para el interés nacional. Posee la cualidad de distinguir lo esencial de lo accesorio, lo que es fundamental en la diplomacia, así como la capacidad de sintetizar de manera pertinente y en pocas palabras las situaciones más complejas, identificar los caminos existentes y las soluciones posibles. Escucharlo es aprender.
El cierre del evento corrió por parte de Sergei Lavrov, el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia. Reivindicó la necesidad “de encontrar una verdadera libertad y una auténtica soberanía, de tomar su destino en sus propias manos”. “Nos une”, continúa Lavrov, “un firme compromiso con la democratización de la comunicación interestatal y su construcción sobre los principios universalmente reconocido del derecho internacional, en primer lugar la carta de las Naciones Unidas. Somos partidarios consecuentes del respeto de la diversidad cultural y civilizatoria de los pueblos del mundo y de su derecho a determinar sus propios modos y modelos de desarrollo político y socioeconómico”. Así está el mundo. ¿Osaremos la grandeza? Es un destino para asumir con orgullo o rechazar con culpa. «
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