Francisco recorrerá esta nación y Sudan del Sur en una visita a uno de los pocos lugares del mundo donde crecen los católicos y las vocaciones religiosas. Aprovechará para denunciar la explotación de los recursos naturales y la violencia contra los trabajadores locales.
«No toquen la República Democrática del Congo, no toquen el África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear. Que África sea protagonista de su propio destino», manifestó Francisco ante las autoridades y el cuerpo diplomático del país.
En un discurso en el palacio presidencial en Kinshasa, el Papa afirmó que la historia del país se ha visto torpedeada por conflictos, pero también por el dominio de intereses extranjeros.
«Tras el colonialismo político, se ha desatado un ‘colonialismo económico’ igualmente esclavizador. Así, este país, abundantemente depredado, no es capaz de beneficiarse suficientemente de sus inmensos recursos», señaló el pontífice.
«El veneno de la avaricia ha ensangrentado sus diamantes. Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca. Sin embargo, este país y este continente merecen ser respetados y escuchados», agregó el papa argentino en su aplaudido discurso.
La situación en Congo La República Democrática del Congo, que se independizó de Bélgica en 1960, tiene inmensas reservas de minerales, pero es uno de los países más pobres del planeta.
Alrededor de dos tercios de la población vive con menos de 2,15 dólares al día, según el Banco Mundial.
En su quinto viaje a África en los 10 años de su pontificado, que se cumplen en marzo, el avión de Francisco aterrizó en Kinshasa en horas de la tarde, para una visita que estaba programada para el año pasado, pero que se había suspendido por problemas del Papa con su rodilla.
«Estamos esperando desde hace un año, es un hermoso viaje», dijo el argentino Jorge Bergoglio, de 86 años, a periodistas que lo acompañaban en el avión.
Organizaciones humanitarias esperan que el viaje del Papa llame la atención sobre dos de los conflictos olvidados del mundo y de las peores crisis humanitarias de África, en medio de una disminución de la asistencia de donantes y las nuevas prioridades de ayuda en Ucrania.
Pero el viaje de Francisco también lo pondrá cara a cara con el futuro de la Iglesia católica: África es uno de los pocos lugares del mundo donde crece el catolicismo, tanto en términos de fieles practicantes como de nuevas vocaciones a la Iglesia católica, sacerdocio y vida religiosa.
Fuentes vaticanas habían dicho a Télam que uno de los ejes centrales de la visita del Papa sería la crítica a la explotación de los recursos naturales, en un área en la que se extraen los denominados «diamantes sangrientos» con condiciones de violencia sobre los trabajadores locales, entre otras riquezas que son tomadas del subsuelo africano por las potencias o multinacionales.
«La República Democrática del Congo sufre, sobre todo en el este del país, a causa de los enfrentamientos armados y la explotación», dijo el Papa el domingo pasado en el Vaticano sobre su inminente viaje, que es su primera salida de Italia de 2023.
La RDC se destaca como el país africano con más católicos: la mitad de sus 105 millones de habitantes son católicos, el país cuenta con más de 6.000 sacerdotes, 10.000 monjas y más de 4.000 seminaristas, el 3,6 % del total mundial de jóvenes que estudian para el sacerdocio.
Fieles congoleños acudían hoy en masa a Kinshasa desde otras partes del país para el evento principal de Francisco, una misa prevista para mañana en el aeropuerto de Ndolo que se espera atraiga a hasta dos millones de personas.
Se prevé que sea una de las reuniones más grandes de su tipo en la RDC y una de las misas más multitudinarias que ha dado el papa Francisco.
En vísperas de la llegada del Papa, el presidente Felix Tshisekedi se reunió con diplomáticos extranjeros en Kinshasa y les dijo que la visita era una muestra de solidaridad “en particular con las poblaciones maltratadas de la parte oriental del país, víctimas de actos de violencia e intolerancia que ustedes están presenciando”.
El programa inicial del viaje incluía una parada en Goma, en el este del Congo, pero la región circundante de Kivu del Norte está sumida en intensos combates entre el Ejército y el grupo rebelde M23, y además sufre ataques de yihadistas vinculados al grupo Estado Islámico.
Los combates han desplazado a unos 5,7 millones de personas, una quinta parte de ellas solo el año pasado, según el Programa Mundial de Alimentos (PAM) de la ONU.
En cambio, Francisco se reunirá con una delegación de personas del este que viajará a Kinshasa para un encuentro privado en la embajada del Vaticano. El plan exige que participen en una ceremonia en la que se comprometan conjuntamente a perdonar a sus agresores.
«Me habría gustado ir a Goma pero, a causa de la guerra, no puedo», declaró el Papa a periodistas en el avión, informó la agencia de noticias AFP.
En Kinshasa, Francisco alentó hoy los esfuerzos de paz y enfatizó: «No podemos acostumbrarnos a la sangre que corre en este país desde hace décadas».
La visita a Sudán del Sur La segunda etapa del viaje de Francisco lo llevará el 3 de febrero a Sudán del Sur, el país más joven del mundo, donde continuos combates han obstaculizado la implementación de un acuerdo de paz de 2018 para poner fin a una guerra civil.
Francisco expresó por primera vez su esperanza de visitar el país de mayoría cristiana en 2017, pero las preocupaciones por la seguridad impidieron una visita y solo contribuyeron a empeorar una crisis humanitaria que ha desplazado a más de 2 millones de personas.
La parada en Sudán del Sur también marca una novedad en la historia de los viajes papales, ya que Francisco estará acompañado en el terreno por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el moderador de la Iglesia de Escocia, el reverendo Iain Greenshields.
El objetivo de la visita tripartita es mostrar un compromiso cristiano unido para ayudar a Sudán del Sur a avanzar en la implementación del acuerdo de 2018.
Francisco presidió una iniciativa conjunta similar en 2019 en el Vaticano cuando se puso de rodillas, besó los pies de los líderes rivales de Sudán del Sur, el presidente Salva Kiir Mayardit y el vicepresidente Riek Machar, y les rogó que hicieran las paces.
Desde entonces, el progreso en la implementación del acuerdo, en particular la creación de un Ejército unificado compuesto por fuerzas gubernamentales y combatientes de la oposición, ha sido muy lento.
La situación se vio complicada por un incremento de los conflictos interétnicos entre comunidades nómades y ganaderas y otras sedentarias y agrícolas, que han dejado cientos de muertos en varias partes del país en los últimos meses.
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