La obra de Leonel Dolara reflexiona sobre los vínculos y las posturas personales frente a los mandatos familiares y sociales.
La obra de Leonel Dolara propone estímulos que se disparan a través de vínculos materno-filiales y afectivos en general, dentro de una estructura familiar que se podría denominar disfuncional. Y en ese punto la obra aporta un recurso de puesta inesperado, ya que la mujer de edad avanzada que protagoniza la pieza, llamada precisamente Esperanza, está representado por una actriz relativamente joven, mientras que el personaje correspondientes a su hija y otro del cual no se tiene claro su origen ni su edad, salvo su fantasmal condición, son personificados por dos mujeres mayores. Ocurre que la mujer mayor tiene una actitud más joven y desenvuelta que su hija, sumida en una mentalidad pacata, superficial y atada a las convenciones sociales. Ironía no tan inusual en ciertas familias, y que le otorga el sentido buscado a esa inversión de roles. Y este artificio demanda al espectador internarse y comprometerse con el particular código que presenta el espectáculo.
Otro personaje impensado que forma parte de la puesta es una TV que, estando encendida, despierta en la protagonista idolatrías y hasta fantasías amorosas, generando situaciones tragicómicas. Un párrafo aparte merecen las logradas voces de la pareja de animadores de ese programa de entretenimientos vespertino que fascina a Esperanza.
Por otra parte la intervención de una pedicura, rol clave, amalgama adecuadamente los elementos de la historia, aportando metáforas que le otorgan significación a todo el entramado, porque el dolor en los pies de Esperanza encierran un claro contenido simbólico, por ser la porción anatómica que nos sostiene en la vida.
Por último Lucía -que abre la obra- es alguien que se integra desde otro plano existencial, dentro de lo que se podría denominar una “presencia”, y ofrece extrañas y depuradas narraciones mientras que en otros momentos se muestra descontracturada y graciosa, siendo percibida por Esperanza pero no por su hija Raquel.
En suma En Pie de esperanza, que destaca actoralmente tanto a la expresiva Lorena Szekely como a Gabriela del Mar, logrando ambas una buena dupla, cuenta con los aciertos ya apuntados del director y autor, también compositor de la música. Si bien la inversión de roles ya apuntada puede distraer, desviando un poco la atención de diálogos y monólogos bien concebidos, se trata de una propuesta teatral que ofrece un interesante conjunto expresivo. Que dentro del mismo, además de los lazos parentales y fraternales, también le reserva un espacio a la indagación metafísica, a la espiritualidad existente dentro de la experiencia humana.
–En Pie de Esperanza de Leonel Dolara. Intérpretes: Lorena Szekely, Gabriela del Mar, Stella Minardi y Rosella Bosco; Voces en Off: Mariela Techoueyres y Leonel Dolara; Puesta en Escena y Dirección General: Leonel Dolara; Duración: 75 minutos. Viernes a las 20 en el Teatro Andamio, Paraná 660. Hasta el 29 de noviembre.
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