Para la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde debería ser un espacio para gestionar la participación ciudadana, algo que "no se logró en ninguna parte".
«En mi país no ha habido una ley de comunicación desde la colonia adelanta Elizalde, que también es vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) y de la Federación Latinoamericana de Prensa (Felap). Durante todo el siglo XX se ha actuado con artículos de la Constitución que refrendan derechos de la comunicación pero no hemos tenido una política determinada hacia ese sector. Ese es un debate que tiene nuestro gremio».
¿En torno de qué temas giran esos debates?
El eje del debate es que nunca fraguó en el socialismo un modelo de prensa que le corresponda. Heredamos un sistema de prensa de la tradición norteamericana, que tuvo que convivir con un proceso de construcción y con muchas limitaciones, no tanto por las posibilidades que les dio a los periodistas, porque hubo momentos luminosos para la prensa. Pero aun así todavía padece de cierta incapacidad por incorporar nuevas estéticas, un proceso más deliberativo, más enfocado hacia la demanda ciudadana y no hacia la oferta informativa. A veces nuestro periodismo consiste en la cobertura de actos o cosas que no necesariamente concilian o le interesan a la agenda ciudadana. A veces nos retrasamos mucho en informar.
¿Como debería ser esa prensa del socialismo? En algunos sectores es un clásico cuestionar a la prensa de su país.
La prensa en el socialismo debería ser un espacio para gestionar la participación ciudadana donde quiera que esté, para abrir fuentes de interlocución con las autoridades, con la sociedad. Ese es un ideal que todavía no se ha logrado en ninguna parte plenamente. Tenemos esa gran desventaja: a nosotros nos acusan sobre temas de libertad de prensa. Pero Cuba es un país que ha logrado el milagro de no tener un periodista ni secuestrado, ni asesinado en 59 años. El último periodista asesinado en Cuba se lama Carlos Bastida, ecuatoriano, que murió en mayo de 1958 por el crimen de ir a entrevistar a Fidel en la Sierra Maestra. Ese es un reto, el otro es que con esta revolución tecnológica en curso ha cambiado también la infraestructura, los medios, ha aparecido un entorno digital que es muy complejo en el que todo el mundo se está adaptando de manera traumática, y nosotros también. Cuba tiene una experiencia muy particular con Internet. No olvides que EE UU le impidió conectarse a la red hasta finales de los ’90.
¿Cómo es eso?
A Cuba se le conecta Internet a través de la Ley Torricelli (sancionada en 1992 y que extremó las condiciones del bloqueo), que dice que así se va a ayudar a democratizar la sociedad cubana al estilo norteamericano, por lo que hubo cierta resistencia. Sin embargo, Fidel vio desde el inicio las posibilidades que tenía para los cubanos y en un congreso de periodistas llegó a decir: «Internet parece inventada para nosotros». Porque era el sueño de poder acceder muy fácilmente a un cúmulo de información y conocimientos extraordinarios. Pero eso se ralentizó, no así los procesos y los planes educativos para capacitar a la gente. La Unión Internacional de Telecomunicaciones decía hace poco que Cuba era uno de los países de más baja infraestructura de Internet, pero estuvimos en el quinto lugar en cuanto a apropiación de tecnologías. Cuba gradúa 10 mil informáticos en todo el país. Desde que empiezan la primaria tienen laboratorio de computación. Lo que pasó fue que sobre todo los jóvenes han inventado maneras de conexión naïf, jíbara, silvestre.
¿Cómo lo hacen?
Existe una red informal que se llama SNet, que son muchachos que comenzaron jugando de una casa a otra, tirando un cable, y de pronto han cableado toda La Habana. Hay que ver las computadoras que tienen, son grandes Frankenstein. Pero ese es un proveedor de servicios que te pueden crear un blog o dar una plataforma para chatear.
¿De qué modo afecta la ley Torricelli?
EE UU siempre vio a esta ley como un espacio para el cambio de régimen. Y una buena parte de los presupuestos públicos del gobierno norteamericano para ese objetivo, que son ilegales porque son la intervención de EEUU contra las leyes y la soberanía del país, lo han estado invirtiendo en el espacio digital. ¿Cómo? Creando infraestructura: hubo un gran escándalo con una red que se llamó Zunzueo, que fue el intento de hacer un Twitter cubano (creado en 2010, con financiamiento de la USAID, según reveló en 2014 la agencia periodística AP). Al final no se discutió si era o no ilegal sino que era ineficiente, porque finalmente lograron lo contrario de lo que se proponían. Era una red para inyectar información dentro de Cuba pero daba posibilidades de mandar SMS en el día fuera de la isla, entonces la gente se inscribió para mandar mensajes a la familia (risas). En infraestructuras como esta y en contenidos hay toda una industria en Miami para proveer servicios a los cubanos en lo que ellos llaman creación de líderes.
¿El gobierno está planteándose entonces alguna ley para regular este espacio?
A partir de los debates de la UPEC, la institución que agrupa a los trabajadores de prensa, que básicamente son de medios públicos, es una política que permita hacer un tránsito hacia estos escenarios y ponga un cierto orden. Por ejemplo, el sistema de medios públicos es totalmente subsidiado por el Estado pero los presupuestos son muy limitados. Una nueva ley permitiría que los medios además puedan intervenir en el mercado, que tengan algún tipo de financiamiento para poder mejorar, para fomentar la comunicación, mejorar los salarios de los periodistas, que son de los más bajos del país, y avanzar hacia que cada medio se pueda convertir en un gestor o una multiplataforma de contenidos que ayude sobre estos valores y principios pero que mejore la presencia de esos contenidos en los canales que tiene a mano la gente. En Cuba la penetración de móviles es muy alta. A pesar de todas nuestras limitaciones y de nuestro retraso, en uno o dos años el salto ha sido enorme. Siempre nos criticaban diciendo que la conectividad de Internet en Cuba es solo para el 5% de la población y en los funerales del comandante todo mundo estaba con un celular en la mano transmitiendo y con comportamientos muy parecidos a los que tiene cualquier ciudadano en cualquier sociedad hiperconectada del mundo. «
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