La Selección repitió 10 de los 11 nombres, pero aún no encuentra un estilo. El inesperado autor del empate 1 a 1 ante Paraguay fue Nicolás González, exdelantero de Argentinos Juniors, que jugó como lateral.
En el empate, con ese cabezazo alla Passarela de Nicolás González, quizás esté la llave para explicar este momento de la Selección. No sólo por el frentazo de González, el delantero de 22 años surgido de Argentinos Juniors que juega en el Stuttgart alemán y Lionel Scaloni ubicó como lateral izquierdo, una de las piezas a las que el entrenador le dio rodaje cuando no aparecía en el radar, como Rodrigo De Paul o Lucas Ocampos. También por la escena posterior al gol, la del festejo, con Lionel Messi en el centro del abrazo grupal, ordenando a un equipo que parecía sin brújula, esa imagen de líder que tantas veces se le reclamó con el brazalete argentino. Ese minuto, entonces, podría ser la sinopsis ideal para resumir la película completa de una Selección que busca como puede una nueva identidad.
Ya sin la sorpresa por la Bombonera vacía, con los efectos de sonido que llegan a través de los altoparlantes sin resultar una novedad, la mirada estaba puesta en si efectivamente Argentina había encontrado su base rumbo al Mundial de Qatar 2022, ya que Scaloni repetía 10 de los 11 nombres del triunfo en Bolivia. Los primeros 20 minutos fueron incómodos para el local, porque el partido se jugaba al ritmo que quería Paraguay. Messi tardó ocho minutos en tocar su primera pelota. Todo un síntoma. Una excursión velocísima de Miguel Almirón al área argentina terminó en el penal que le dio la venta parcial al equipo paraguayo. A partir de ese 1 a 0, cambió el mapa del partido. La visita se replegó, Argentina ganó la pelota y el terreno. De un córner llegó ese cabezazo de González, sobre el final del primer tiempo.
En la segunda mitad, la imagen de la Selección fue otra, más protagonista. Aunque no encontró los caminos al arco de Antony Silvia. Un tiro libre de Messi que tapó muy bien el arquero de Huracán, una guapeada de Lautaro Martínez que se fue desviada y el gol anulado al 10 fueron las opciones que encontró Argentina. El VAR impidió que el rosarino anote ese gol que siempre hace en Barcelona pero que con la camiseta nacional se le niega: el centro atrás hacia la medialuna del área, para que el 10 defina con un toque tan suave como inatajable.
Si los partidos de selecciones siempre fueron un asterisco en el calendario del fútbol, con viajes largos, entrenamientos sin exigencias y el salto casi directo al campo de juego casi sin preparación, la pandemia potenció ese recorrido. “Los entrenadores ya no existen: es sólo recuperación y partido”, dijo Pep Guardiola esta semana. Algo de eso se vio en La Bombonera, sobre todo en los minutos finales, cuando el partido se volvió un desorden total, aunque con la pelota muy lejos de los arcos.
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