Elon Musk, el gran ciberoperador político de la ultraderecha global

Por: Gerardo Szalkowicz

El mayor magnate del planeta despliega una militancia cada vez más activa manejando los hilos de la red social X. La construcción de su identidad política y los intereses comerciales de fondo.

La reciente entrevista-espaldarazo de Elon Musk a Donald Trump, que incluyó un posible cargo en su eventual próximo gobierno, ratificó el creciente protagonismo que el hombre más rico del planeta viene desplegando en el escenario geopolítico global, jugando fuerte para las fuerzas de extrema derecha desde su mega amplificador virtual, la red social que se compró hace casi dos años.

Desde que puso u$s 44.000 millones para adquirir Twitter y la rebautizó como X, el empresario sudafricano redobló su apuesta por incidir en el concierto político mundial afianzando vínculos con líderes ultraconservadores como Giorgia Meloni, Benjamín Netanyahu o Javier Milei, y fomentando las narrativas racistas y xenófobas de esta corriente en ascenso.

El último mes lo mostró muy activo en esta militancia virtual. Apoyó las marchas anti migrantes en el Reino Unido compartiendo contenido fake donde se denunciaba al primer ministro Keir Starmer de querer enviar a los manifestantes a un campo de detención en las Islas Malvinas. Posteo que borró pero del que nunca se disculpó, mientras siguió tuiteando contra el gobierno británico y respaldando la ofensiva anti musulmana en nombre de “la libertad de expresión”.

También le dedicó varias decenas de tuits y retuits a Venezuela tras las elecciones del 28 de julio, primero reposteando mensajes de la líder opositora María Corina Machado (y de Milei) y luego confrontando abiertamente con el presidente Nicolás Maduro. “Adiós Dictadora (sic) Maduro”, escribió Musk junto a un video en el que opositores derribaban una estatua de Hugo Chávez. Maduro lo acusó de “sembrar el odio y la violencia” y de formar parte de un “golpe de Estado cibernético”. Y hasta lo invitó a pelear… Finalmente, ordenó la suspensión por 10 días del acceso a X en Venezuela.

Pero la batalla principal a la que se subió el dueño de Tesla y SpaceX se dió en el país que eligió para vivir, donde se metió de lleno en la campaña para que el también magnate Donald Trump regrese a la Casa Blanca. “Estamos en problemas masivos, francamente, con una administración de Kamala. Creo que es esencial que usted gane por el bien del país”, le dijo en la amistosa conversación de más de dos horas, transmitida por X, en la que permitió al expresidente recaudar fondos y hacer al menos 20 afirmaciones falsas.

Allí Musk se ofreció para ser parte de una eventual futura administración de Trump, en una comisión encargada de recortar el gasto público. “Necesito un Elon Musk, necesito a alguien que tenga mucha fuerza, coraje e inteligencia”, lo floreó el candidato republicano. Y Musk cabeceó el centro: “Estaría encantado de colaborar en esa comisión”.

El proselitismo en favor de Trump incluyó además afirmaciones falsas o engañosas sobre el proceso electoral estadounidense: compartió un video que utilizaba inteligencia artificial para hacer parecer que Kamala Harris había dicho cosas que no dijo, planteó dudas sobre la seguridad de las máquinas de votación y afirmó erróneamente que los inmigrantes indocumentados pueden votar.

Una de las primeras jugadas de Musk luego de comprar Twitter en 2022 fue restablecer la cuenta de Trump, que había sido suspendida por “el riesgo de una mayor incitación a la violencia” tras el asalto al Capitolio. Pero no fue el único amnistiado. Muchos otros usuarios de extrema derecha, supremacistas blancos declarados, bolsonaristas golpistas o neonazis también volvieron a ser admitidos gracias a la flexibilización en las políticas anti fake y contra los mensajes de odio de la gestión Musk.

Amistades y negocios

“Gracias por todo lo que hacés por el mundo», lo adulaba Milei mientras le estrechaba la mano y babeaba y sonreía como un niño frente a su ídolo máximo. Estaban en la fábrica de Tesla en Texas, en la primera de las dos visitas que le dedicó a Musk desde que asumió la presidencia en diciembre pasado.

Era el corolario de una serie de guiños y elogios mutuos que venían intercambiando desde que el magnate de la tecnología apoyó la candidatura del libertario y una vez electo celebró diciendo que “la prosperidad está por delante para la Argentina”.

El feeling alcanzó momentos insólitos como cuando Musk publicó una foto sexual para elogiar el discurso de Milei en el Foro de Davos o la mención del argentino cuando presentó el mega DNU y planteó la desregulación de los servicios de Internet “para permitir el ingreso de empresas como Starlink”, de propiedad de Musk.

Como trasfondo de esta buena onda con Milei, aparece el otro gran interés del magnate en Argentina: quedarse con el litio, insumo clave para el desarrollo de baterías para sus autos eléctricos. Algo que ya había quedado claro unos años antes cuando admitió que “derrocaremos a quien queramos”, en respuesta a un usuario que lo cuestionó por apoyar el golpe de Estado en Bolivia de 2019 por su interés en el litio.

Donde tuvo más problemas fue en Brasil: se cruzó fuerte con la Corte Suprema por desobedecer el retiro de perfiles y mensajes de bolsonaristas que instigaron al golpe de Estado contra Lula. Musk llamó “dictador” al titular de la Corte y dijo que tiene “a Lula atado”. El mandatario le respondió: “Debemos decidir si queremos un mundo democrático o si vamos a permitir que se conviva con la xenofobia y el extremismo de extrema derecha, que ahora se da el lujo de que un empresario que nunca produjo nada hable mal de la Justicia brasileña”.

La apuesta de Musk por un perfil cada vez más alto parece responder a la construcción de su identidad política, pero también a sus fuertes intereses comerciales. Su retórica sin filtro y sus posicionamientos podrían ser válidos si no fuera porque lo hace controlando esa gran plaza pública digital, siendo el dueño de la pelota e inclinando la cancha para su equipo, y muchas veces jugando sucio con contenido falso y discursos de odio.   «

ELON REEVE

Musk nació el 28 de junio de 1972 en la ciudad sudafricana de Pretoria. Tiene once hijos de al menos cinco parejas. Nacionalidad sudafricana (desde su nacimiento), canadiense (desde 1989) y estadounidense (desde 2002). Según Forbes, su patrimonio en crecimiento es de U$S 252.4 mil millones: pagó u$S 44 mil millones por Twitter y la rebautizó X.

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