Elizabeth Gómez Alcorta: “Defiendo la política del Ministerio aún con todos sus déficits”

Por: Agustina Paz Frontera / María Florencia Alcaraz

Esta conversación es parte del proyecto “Institucionalizadas: cuando los feminismos se vuelven parte del Estado”, una investigación transnacional de LATFEM sobre Argentina, Uruguay, Chile y Brasil con apoyo de FESminismos.

En Argentina comienza a cerrarse un ciclo en relación al vínculo de los feminismos con las instituciones del Estado. La encrucijada entre un movimiento político de masas y la gestión de gobierno a nivel ministerial tuvo una primera experiencia con la abogada Elizabeth Gómez Alcorta a la cabeza, como ministra de Mujeres, Género y Diversidad de la Argentina.

En esta entrevista analizamos junto con ella los nudos que tensaron la relación feminismo/Estado y las características del momento actual, con una campaña política donde las políticas de género brillan por su ausencia o, más aún, son señaladas como responsables del malestar social. Esta conversación forma parte de “Institucionalizadas: cuando los feminismos se vuelven parte del Estado”, una investigación transnacional de LATFEM sobre Argentina, Uruguay, Chile y Brasil con apoyo de FESminismos.

—¿Qué diagnóstico hacés del movimiento feminista local?

—Venimos de un movimiento—hasta la pandemia— que estaba en constante crecimiento y ampliación. No solamente en términos sectoriales sino además en términos de agendas. Tenemos 2015 con Ni Una Menos, sí, pero luego se volvió a inflar en 2018. El aborto era una demanda, un eje rector de los distintos feminismos y de las distintas agendas de nuestros feminismos populares en Argentina. Llegamos así a la pandemia y a la conquista del aborto en 2020.

En los dos últimos años estamos con algunas cuestiones vinculadas a las necesidades materiales por las que estamos atravesadas todas. No creo que sea un repliegue. La precarización de nuestra vida complejiza una agenda que era tan potente, con una demanda tan concreta, tan fácil de explicar, que tenía tanta historia, que tenía tanta lucha atrás y que además era transversal. Las necesidades materiales nos atraviesan durante la pandemia y en la post pandemia. Eso y la conquista de la principal demanda que teníamos nos dejan en estado de suspenso. A esto se le suma una decisión política, a partir de las elecciones del 2021, de que nuestra agenda deja de ser prioritaria de un gobierno que venía diciendo que era el que iba a hacer eso —y lo hizo bastante, pero dejó de motorizarla.

La política feminista

—¿Qué características debería tener una política pública feminista?

—Es una condición absolutamente sine qua non que vaya acompañada de una notoria y visible decisión política. Tenés millones de políticas de Estado, pero no todas se evidencian como una prioridad.

Cuando una no está en el Estado, piensa que el Estado es un ente. Pero el Estado es una red infinita de cruces y de tejes. Para poder sacar algo, se necesita una enorme cantidad de intervenciones, de personas, de políticas, de cruces, de visados, de autorizaciones, de plata. Entonces, si vas a promover una política feminista, lo que necesitás es decisión política. Porque nuestra agenda todavía es una agenda en disputa en el sentido común dentro de nuestros propios espacios y dentro del Estado. Muchos piensan que no es correcto ocuparse de los temas de género con la pobreza que hay, como si las pobres no fuésemos nosotras.

Por otro lado, transversalidad. Para pensar en transversalidad en las políticas feministas necesitás institucionalidad hacia adentro del Estado, no solamente a niveles provinciales, municipales. Necesitás tener, en cada una de las cabezas institucionales —ministerios, organismos, tal vez áreas—, alguien que traccione las políticas feministas hacia adentro de cada una de estas áreas.

Y otra cosa fundamental es tener funcionarias feministas, compañeras feministas, buscar estrategias de institucionalidad, de transversalización de las políticas de género, y una evidente y marcada decisión política.

—¿Qué vuelve feminista a una política?

—Una política feminista es una política que no se piensa exclusivamente para mejorarle la vida a las mujeres, sino que lo que busca es modificar —algo bastante difícil desde el Estado— un sistema que genera y reproduce violencia y desigualdad. El Estado, a lo largo de su existencia, tuvo entre sus funciones generar las desigualdades y reproducir violencia de género. Entonces, ¿cómo hacés para pelear desde adentro? Ese es un gran dilema, sobre todo para las que venimos de afuera del Estado. Con políticas feministas, no con políticas para mujeres o para gays, lesbianas. Es difícil. ¿La otra opción es quedarse del lado de enfrente, en la calle, exigiendo? Sí, nosotros creemos que hay que quedarse en los dos lados, si no, no sirve.

Foto: Gentileza Solange Avena

Antifeminismo

—Que la agenda feminista sea piantavotos ¿está vinculado al disciplinamiento de las feministas?

—Disciplinamiento de las feministas y de las periodistas feministas. Hay muchas compañeras demandadas, no solamente amenazadas, sino con juicios civiles. No puedo afirmar cuál es la incidencia. Tiene una influencia, pero también creo que siempre las feministas lo sufrieron, en muchísima más soledad que como lo hemos hecho nosotras, en nuestra época. Sí está claro que la derechización de la política, con esta derecha misógina, que nos escoge como principal objetivo, tiene un impacto en el campo nacional y popular: esa derechización lleva a derechizar la agenda y el escenario. Pasa en otros países, Irene Montero (ministra de Igualdad de España), vetada Y lo que se genera es un sentido común de que efectivamente para tu desarrollo político es mejor ser moderada. Sé una feminista moderada, te dicen, si sos moderada, tenés posibilidades de seguir tu carrera política.

El Ministerio del “qué más quieren”

—¿Vos defendés la política del Ministerio de Mujeres?

—La recontra defiendo.

—La campaña política pone en discusión la existencia misma del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. ¿Qué pasa si en el peor de los escenarios gana la ultra derecha y no existe más?

—Saldremos a tirar piedras. Yo las recontra defiendo, con todos sus déficits, que los conozco perfectamente. De todas las políticas, defiendo mucho el crecimiento de la institucionalidad a nivel provincial. Es difícil hablar del Ministerio en sí, pero cuando empezás a jerarquizar, se jerarquiza una agenda.

—¿Cómo fue el momento de tu salida del gobierno, cuando tomaste la decisión de renunciar?

—Las cosas que nos quedaban por hacer estaban siendo cada vez más difíciles, a contracorriente, con mucha dificultad e incomodidad política. La incomodidad de Manzur (Juan Manzur fue jefe de Gabinete desde septiembre de 2021 hasta febrero de 2023 y es abiertamente detractor del derecho al aborto), la incomodidad de Massa (Sergio Massa es ministro de Economía y candidato presidencial por Unión Por La Patria), eran muchas incomodidades. Pero nosotras sabíamos que teníamos que cuidar el Ministerio. Y estuvo la situación de las compañeras mapuches. Yo tengo argumentos de derechos humanos, soy abogada de comunidades indígenas, soy miembro fundadora de la Asociación de Derechos Indígenas de la Argentina. Hay algo que me transportó, en esos días, al año 2017. Me sentí en el 2017. Con las mismas alarmas, las mismas indignaciones, reactivando grupos, conversaciones y debates como cuando estábamos en el macrismo, exactamente igual.

—¿Te sentías fuera del Estado? ¿Del gobierno?

—Me sentía fuera de todo. Pensé que en el lugar en el que estaba, no por la fortaleza política sino por los vínculos personales —gabinete, presidente—, tenía que tener la posibilidad de intervenir de algún modo. Y lo intenté. No funcionó. Está a la vista. Cuando efectivamente me di cuenta de que no había capacidad de intervención en el caso… Si yo hubiese podido resolverlo me habría quedado. Cuando me di cuenta de que no, ya estaba afuera. De hecho, llevó muchísimos meses recuperar la libertad de las compañeras en una causa en la que no existía ni una sola justificación para tener a las mujeres detenidas. Ninguna tenía una causa penal, ni un antecedente. No existe lo que hicieron a esas compañeras mapuches. Fueron presas políticas.

Yo seguí trabajando con Milagro Sala, nunca dejé mi vínculo con ella. Ahora, son presas políticas en tu propio gobierno, en donde vos sos además la ministra de las Mujeres. Y no es que el gobierno hizo poco, creó un comando especial para esa situación. Muy difícil. Yo voy a defender al Ministerio. El Ministerio no es ni tuyo ni mío, es del movimiento, así que hay que bancarlo.

—¿Volverías a ser ministra?

—¿De qué? ¿De quién? A mí me encanta la función pública, pero amo el ejercicio del derecho. En la función pública se pueden hacer muchísimas cosas y tienen muchísimos obstáculos, entonces hay que poder sobrevivir a eso. No me imagino hoy un escenario posible que me podría llegar a convocar políticamente a ser parte de un gobierno, sea cual sea que gane las próximas elecciones. El futuro está abierto y ojalá tengamos muchísimos gobiernos que nos convoquen a nosotras a ser parte.

Foto: Gentileza Solange Avena
Para leer

Durante la entrevista, la exministra de Mujeres, Género y Diversidad de la Nación abordó temas vinculados a las políticas públicas, la relación entre las instituciones y las calles, y el antifeminismo, entre otras temáticas.

La versión completa de la entrevista se puede leer en www.latfem.org

Esta nota se publica como parte de la alianza entre Tiempo y Latfem, un medio de comunicación feminista aliado que trabaja para visibilizar la desigualdad de género a través de la elaboración de contenidos claros y de calidad.

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