Una de las reivindicaciones del liberalismo de los siglos XVIII y XIX fue la libertad de prensa.
Una de las reivindicaciones fundamentales del liberalismo revolucionario de los siglos XVIII y XIX fue la libertad de prensa, entendida como la capacidad de expresar sin censura opiniones que pudiesen ser compartidas mediante el soporte del papel, ya sea en libros o en diarios. La lectura cotidiana de las noticias, decía Hegel, es para el ser moderno el equivalente de la plegaria para el creyente. En la Argentina, la Gaceta de Buenos Aires creada por Mariano Moreno demuestra que no hay revolución en la práctica sin ideas teóricas que la sustenten. “Siempre y en todo lugar” el periodismo es político, como también lo vio Mariano Fragueiro, que ya a mediados del siglo XIX alertaba sobre la capacidad de pensar ideas y la dificultad de imprimirlas, pues una cosa es la palabra escrita y otra bien distinta es el dueño de la imprenta -o del papel, diríamos nosotros ahora. “Sin la libertad de crítica no hay elogio valedero” nos recuerda Beaumarchais desde “Las bodas de Fígaro” (1778). Libertad de prensa y libertad de empresa pueden convivir, aunque en general se llevan a las patadas. Vaya un ejemplo.
Bezos compró el Washington Post en 2013, desembolsando 250 millones de dólares, apenas un 1% de su fortuna, estimada entonces a 25.000 millones. Quedaba en manos del fundador de Amazon uno de los diarios con más prestigio de Estados Unidos, que con idas y vueltas en casi siglo y medio de historia estaba marcado por la impronta de la familia Graham. Sin duda, su hora más gloriosa es a principios de los años ’70, cuando revela el escándalo conocido como “Watergate”, ese caso de escuchas ilegales que le costará la presidencia de Estados Unidos al mismísimo Richard Nixon. Llegaría al cine con Todos los hombres del presidente (1976), dirigida por Alan Pakula y protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman en los roles de Bob Woodward y Carl Berstein, los dos periodistas del Washington Post que levantaron la perdiz.
Estaba en la perspectiva que el ejercicio de cierto periodismo gráfico debe estar basado sobre la opinión y la investigación, en la línea que “la radio informa, la televisión muestra, el diario explica” cara a Hubert Beuve-Méry. Es la culminación de la obra periodística entendida como examen del poder, accountability le dicen en inglés a la rendición de cuentas, en una visión occidental “liberal”, o sea progresista, tanto como se pueda en Estados Unidos. Desde 2016 el Post ostenta un lema en la portada: “la democracia muere en la oscuridad”. Según Bob Woodward, tal expresión fue acuñada por el juez Damon J. Keith durante los años sesenta.
Este 26 de febrero, Jeff Bezos comunicó a los empleados del Washington Post que ya no será un diario de opinión, sino que se limitará a defender “las libertades individuales y los mercados libres”. Todo asunto contrario a esos principios enunciados no será publicado, y podrá aparecer en otros medios, dijo Bezos, como la Internet. Así se tira la opinión al mercado, en un lugar como las redes donde rige algo parecido a ley de Gresham sobre la moneda: la mala palabra hecha a la buena. Este comportamiento, que dice mucho sobre la concepción libertaria de la libertad que cunde por el mundo, ya se veía venir con el abandono del posicionamiento político frente a las elecciones presidenciales (endorsement), una tradición de los grandes diarios de opinión norteamericanos. Nada contra Trump. También la expulsión de Ann Telnaes, caricaturista de reconocida trayectoria, culpable de haber dibujado a los zares digitales de rodillas –Bezos entre ellos– ante una panza gigantesca adornada con corbata a quien ofrecían bolsas de dinero como tributo. Si bien hay una cancelación masiva de suscriptores digitales al diario, no parece que Bezos cambie de parecer. Para terminar, recordemos que el Washington Post, cuando existía, alcanzó los 69 Pulitzer, un premio a la calidad periodística establecido por Joseph Pulitzer, publicista, en 1917. Sí, el mismo que decía “nuestra república y su prensa crecerán o caerán juntos (…) una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá con el tiempo un pueblo tan vil como ella”. Jeff Bezos tiene hoy 84.000 millones de dólares y ha inventado el periodismo zombi. «
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