El hecho que dio la vuelta al mundo ocurrió en enero de este año.
Jacob Chansley, «chaman» autoproclamado y adherente a las teorías complotistas de QAnon, fue detenido algunos días después del asalto al Congreso realizado por los seguidores del expresidente Trump que dejó cinco muertos.
El hombre arriesgaba 20 años de prisión, pero con este reconocimiento de culpa debería purgar entre 41 y 51 meses de cárcel, menos los ocho que ya pasó tras las rejas, según la fiscal Kimberly Paschall.
«No tiene antecedentes criminales, no se complotó, no fue violento», aseguró durante la audiencia por videoconferencia su abogado Albert Watkins, que pidió que su cliente espere el fallo en libertad.
El letrado destacó que Chansley sufre desde hace varios años de «trastornos de personalidad» que se vieron agravados por un período de detención en aislamiento, consignó la agencia de noticias AFP.
El juez Royce Lamberth indicó que decidirá posteriormente una posible liberación. La sentencia se conocerá el 17 de noviembre.
El hombre fue parte de la multitud de partidarios de Trump que invadió el Capitolio el 6 de enero, bajo el consentimiento del líder republicano, para tratar de impedir que los legisladores validaran la victoria de Joe Biden en la elección presidencial.
La cara pintada, un gorro con piel y cuernos de búfalo, el torso desnudo y con una bandera de Estados Unidos, este joven disfrazado con elementos de la cultura sioux y tatuajes celtas se convirtió en un emblema de los disturbios y expone una de las teorías conspirativas más divulgadas entre la ultraderecha que respalda a Trump.
El verdadero nombre de este activista es Jake Angeli, aunque es mejor conocido como Q-Shaman por los seguidores de QAnon, un movimiento que sostiene la existencia de una sociedad secreta del poder que involucra a dirigentes del Partido Demócrata, multimillonarios como George Soros y Bill Gates y algunos actores de Hollywood que participan de una red internacional de satanismo y pedofilia.
En una entrevista con el diario Arizona Times señaló que usa el gorro de piel, se pinta la cara y camina sin camisa como una forma de captar la atención de la gente a la hora de difundir su mensaje sobre el QAnon.
Participó además de manifestaciones para exigir la reapertura de las empresas de Arizona cerradas por el Gobierno local como restricción para evitar la propagación del coronavirus y fue visto en protestas para impugnar los resultados de las elecciones.
Con su torso plagado de tatuajes de inspiración vikinga, como el martillo Mjölnir del dios Thor y un árbol de la vida, acaparó todas las miradas y llegó a sentarse incluso en el recinto del Capitolio en el que se realizaba la sesión conjunta de las dos Cámaras para certificar la victoria de Biden.
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