El verano menos caluroso de nuestras vidas

Por: Luciana Rosende

La evidencia científica ya avisó: la aceleración del calentamiento global es un hecho. "Si no quieren invertir en ciencia y medidas de adaptación ahora, van a tener que invertir después en las consecuencias", advierten los especialistas. El peligro negacionista.

El juego de «el piso es lava» obliga a saltar para evitar quemarse en las zonas imaginariamente calientes. Algo así es moverse en las grandes urbes en medio de las olas de calor. Cruzar rápido el cemento para llegar a algún suelo con sombra. Buscar una vereda arbolada, recurso escaso. Saltar para no quemarse. ¿Y si el juego dejara de ser un juego?

La evidencia científica ya avisó: el calentamiento global es un hecho y su aceleración, también. Los veranos tenderán a ser cada vez más calurosos, sobre todo en grandes centros urbanos de cemento como Buenos Aires. Ni algún esporádico diciembre más fresco ni la mirada negacionista de gobiernos como el de Javier Milei modifican esas proyecciones.

“No hay ningún trabajo científico que respalde el negacionismo. No hay forma de probar que esto es mentira. No hay forma. Y es también un problema económico: si no quieren invertir en ciencia y medidas de adaptación ahora, van a tener que invertir después en las consecuencias. Eso está claro”, advierte Matilde Rusticucci, investigadora del Conicet y profesora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

“Preocupa que a nivel global se planteen tan ligeramente conceptos erróneos y falsos sobre este tema y que la gente pueda poner en duda el calentamiento”, lamenta. Y afirma: “Los veranos van a ser cada vez más calurosos, con olas de calor que persistan más intensamente. Las temperaturas cálidas se van a extender más al sur, llegando hasta las latitudes de Buenos Aires. Y el proceso de aumento de temperatura se está acelerando. No se pensaba que se iba a llegar a 1.5° de aumento como se llegó el año pasado. Sobre todo en un año donde no había un fenómeno del Niño intenso. Lo que sucedió fue que los océanos estaban muy cálidos. El Atlántico particularmente. Eso acompañó la temperatura global de la atmósfera más alta”.

Foto: Mariano Martino

Islas de calor

Damián Verzeñassi dirige el Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario. El mes pasado, durante “una de las peores olas de calor” registradas en la región, alertó ante el diario local El Ciudadano: “Este será el verano menos caluroso de los que nos quedan por vivir”.

En diálogo con Tiempo, analiza los tres grandes pasos que habría que dar en paralelo, de cara a lo que viene. “Debería estar planteándose seriamente una reconversión de la matriz energética a nivel nacional, porque es fósil dependiente. Incluso gran parte de la producción hidroeléctrica requiere de energía que se genera a partir de gas y petróleo. Hay que avanzar hacia un proceso de reconversión también para modificar la matriz de consumo. Quienes más energía consumen no somos los que intentamos ver cómo hacemos que nuestra noche esté un poco más fresca con el aire acondicionado, sino el transporte y la industria generadora de energía, ahí está la paradoja a abordar. Y el tercer paso simultáneo es repensar la organización de las ciudades. Con los niveles de aglomeración que tienen hoy, no están en condiciones de ser habitables en términos saludables. Cargadas de cemento, con mayor densidad de consumo energético, son islas de calor que requieren mayor consumo energético para poder refrigerar espacios cerrados”.

Verzeñassi aclara que “hay que repensar la ciudad desde el punto de vista sanitario. No lo decimos como urbanistas, sino como médicos”. ¿Por qué? Porque los efectos del calentamiento global en los cuerpos están cada vez más probados. “Una ciudad que no se enfría de noche no permite descansar, con las olas de calor hay aumento de estrés, de irritabilidad, alteraciones en el sistema circulatorio, problemas cardiovasculares. El aire caliente aumenta la cantidad de partículas en suspensión y el sol permite el desprendimiento de dioxinas, oncogénico y disruptor endócrino”. Al mismo tiempo “se aceleran los nacimientos por partos prematuros. Lo sabemos porque en Europa se miden estas cosas. El año pasado hubo 75 mil muertes por olas de calor allí. Acá nadie está midiendo ‘cuando viene alguien a la guardia hay tal temperatura’. Y no lo tiene por qué hacer el médico: que lo haga el Estado con mediciones de temperatura urbana, de calidad del aire. Es difícil llevar adelante una política pública porque se necesita información clave y certera”. Difícil misión para el Estado cuando hay un topo que se propone destruirlo desde dentro.

Rusticucci coincide en que, así como hay que “disminuir esta aceleración del aumento de temperatura, otro camino que hay que hacer en paralelo es conocer los impactos sobre la salud. Entender que el cambio climático es la principal amenaza para la salud. Lo dice la OMS”.

Foto: Mariano Martino

Islas de verde

Si el calentamiento global llegó para quedarse, si las olas de calor serán cada vez más frecuentes e intensas, si las ciudades son el peor escenario para atravesarlas y para colmo regidas por gobiernos negacionistas, ¿cómo se subsiste en las islas de calor sin morir en el intento? Todo apunta a multiplicar el verde en medio del cemento.

Para Verzeñassi “el panorama es desalentador si uno asume que no tiene nada por hacer”. A cambio, propone prestar atención a iniciativas de distintas ciudades como Lovaina (Bélgica). “Ahí están levantando las veredas para garantizar permeabilidad y hacen huertas para que los vecinos cultiven colectivamente. EnEstados Unidos hay movimientos de vecinos que salen con picos y palas a las calles para dar permeabilidad. En Ontario (Canadá) hay una organización que convoca a transformar veredas en huertas comunitarias o mariposarios para que los polinizadores puedan seguir existiendo. No son todos snob, tienen claro hacia dónde van”.

Igual que el empresariado que en el último informe del Foro Económico Global (“el mismo lugar donde el presidente dijo barbaridades”) planteó que entre los principales riesgos económicos para los próximos años están las cuestiones ambientales. “Si los cuatro primeros problemas económicos del mundo para los próximos diez años tienen que ver con problemas ambientales, ¿qué es lo que hace que los genios de las economías locales no estén discutiendo esto?”, se pregunta el director del Instituto de Salud Socioambiental.

Mientras el negacionismo avanza, el especialista propone pensar en islas verdes dentro de las islas de calor. Una idea: “Si los edificios para ser autorizados tuviesen que incorporar áreas de producción de alimento en huerta dentro de su superficie a construir, habría huertas colectivas y permeabilidad para territorios que si no van a ser cocheras”. Suena lejano, pero hubo y hay intentos de huertas urbanas en el ámbito porteño. Se trata de lograr que prosperen. “En CABA el Gobierno de la Ciudad levanta las huertas de las calles porque el único que la defiende es el que la hizo. Si salieran todos los vecinos, no podrían levantar todas las huertas”.   «

La flora en el baldío

Entre las baldosas y las grietas del asfalto muchas veces se ven plantas que asoman a pesar del cemento. Hay quienes en sus jardines en medio de la ciudad dejan ser vegetación sin control y delimitaciones. La fuerza de ese verde se ve en los baldíos, donde llegan a formarse pequeños montes en medio de la ciudad. Sobre estas formas que tiene el verde de irrumpir en las urbes trabaja Paula Alvarado, periodista, autora del libro Flora espontánea (editado por BAI Cultura Ambiental y próximo a
reimprimirse).
“El baldío es uno de los primeros lugares a los que mira cualquier persona que empieza a observar esta flora espontánea. En esos lugares se va generando un paisaje silvestre donde las plantas hacen lo que quieren. Son lugares que se podrían aprovechar”, propone Alvarado, quien además integra Relieve, un colectivo que apunta a rescatar un baldío de Almagro para resguardarlo como reserva natural, y ya impulsó un proyecto de ley para que sea rezonificado como Urbanización Parque, primer paso en ese sentido.
“Los baldíos de dominio público se podrían aprovechar como espacios verdes, o incluso como ‘micro reservas’, que es la figura que proponemos desde Relieve. Algunos tienen ecosistemas ya constituidos después de varios años de sucesión vegetal, así que no necesitan de un proceso de parquizado; es más que nada preservarlos y generar algunas intervenciones para que, además de aportar a la ciudad todos los beneficios del verde –como control de temperatura– puedan ser disfrutados por humanos y por la multiespecie”.

“Coolcation”, o la búsqueda de vacaciones más frescas

Las olas de calor hicieron estragos en los últimos años en Europa y su impacto se está sintiendo sobre el turismo. Ante temperaturas cada vez más altas en regiones hasta ahora clásicas para vacacionar, en el Sur europeo, las elecciones de viajes apuntan cada vez más hacia el Norte.
Mezcla de cool (frescura) y vacaciones, se habla de coolcation como la nueva tendencia a buscar viajes que escapen al calor extremo. Así lo están fomentando las áreas turísticas de las regiones más frías: “Escapa del sol abrasador y del calor intenso. Dirígete al Norte para disfrutar unas refrescantes vacaciones de verano”, invita el programa Visita Noruega, según reseñó el portal alemán DW.
Cita también un estudio sobre el tema realizado por la Comisión Europea de Viajes (CTE), según el cual las mayores pérdidas se esperan en Grecia, España, Italia y Portugal, y los mayores aumentos en Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Suecia y el Reino Unido. Según ese relevamiento, el 74% de los encuestados dijeron estar adaptándose a la crisis climática, entre otras cosas evitando temperaturas extremas en sus viajes.

Una proyección que asusta

Según un estudio publicado por la revista científica Nature Medicine, que modelizó el impacto del aumento de la temperatura media en 854 zonas urbanas de 30 países de Europa, el aumento de entre tres y cuatro grados -respecto a niveles preindustriales- a finales de siglo provocaría –atención al siguiente dato– 2,3 millones de muertes adicionales en el Viejo Continente a causa del calor (si, leyó bien. Más de dos millones de víctimas como consecuencia de las nuevas temperaturas extremas).
Los peores pronósticos se los llevan tres grandes centros urbanos como Barcelona, Madrid y Valencia, todos en España.

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