Jan van der Putten (81 años) y Frits Barend (76), los periodistas que durante el Mundial 78 les dieron voz a las "madres locas" de la Plaza de Mayo y enfrentaron al dictador Videla, volvieron esta semana a la Argentina.
-Sí, claro, por supuesto.
-Felicidades por su Mundial.
-Gracias, gracias. Gran partido.
-¿Está contento?
-Sí, estoy feliz.
-¿Dónde está la gente desaparecida?
-¿Perdón? ¿De qué habla?
-Sí, se dice que hay cerca de 30 mil personas desaparecidas.
-¡Eso es mentira! ¡Son mentiras!
-He hablado con las mujeres de la Plaza, con las “madres locas”. No mien…
-Nonono, son mentiras. Y aparte, en su país también hubo guerras.
-Lo sé. Soy judío y toda mi familia murió en 1942: 46 muertos en un día en los campos de concentración de Auschwitz y Sobibor.
-Esas cosas pasan…
En la cena de clausura del Mundial de Argentina 1978 en el hotel Plaza, antes del plato principal, Frits Barend le pregunta al dictador Jorge Rafael Videla por los desaparecidos. Entró camuflado, como si fuese el futbolista Wim Rijsbergen, con su acreditación, después de que Holanda, derrotada 3-1 en la final, decidiera no ir por la multitud en las calles. El fotógrafo Bert Nienhuis, su compañero en el semanario Vrij Nederland, lo capta a Barend con el grabador frente a Videla. Había estudiado español antes del Mundial, cinco días a la semana durante tres meses. Cuando regresan a su hotel, se percatan de que los militares les robaron los pasaportes de la campera de Nienhuis.
El jueves 1° de junio por la tarde, inauguración de Argentina 78, Barend, periodista deportivo, en lugar de haber ido al Monumental fue a la Plaza de Mayo a hablar con las mujeres de los pañuelos blancos en sus cabezas. Primero se encerró en un cine y vio la apertura. Escuchó a Videla presentar “el Mundial de la Paz”. Y, pasadas las 15, con Alemania Federal-Polonia ya en juego, encaró para la Plaza. Desde las calles desérticas, una veintena de mujeres se acercaron. Era el día y el horario del reclamo, de la ronda a la Pirámide de Mayo. Barend se presentó. “¡Por favor, escriba de nosotras!”. “¡De mi hijo!”. “¡Mi marido!”. “¡Mi nieto!”. “¡Mi padre!”. “¡No sabemos dónde están!”. En cinco minutos, recoge más de 20 historias. Le entregan cartas, direcciones, números de teléfono. Hasta que un grupo de provocadores expulsa: “¡Son putas mentirosas!”. Esa noche le pide a su compañero que duerman juntos. Y colocan un escritorio contra la puerta de la habitación.
El periodista Jan van der Putten acude a la Plaza una semana después que Barend. Con una cámara de TV. Van der Putten, aclara, no le hizo ninguna entrevista a las Madres. Sólo comenzó con “una pequeña provocación”: “El gobierno dice que ustedes son mentirosas”. “Les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. ¡Por favor, ayúdenos, ayúdenos por favor!”, le suplica Marta Alconada. La policía trata de intervenir pero debe evitar un escándalo en pleno Mundial. Se emite por la televisión pública holandesa (VARA), pero se replica en toda Europa, donde crecen los movimientos de solidaridad con los exiliados de América Latina. A Van der Putten lo amenazan de muerte antes de la final. Le dicen a una colega: “Que tu amiguito se comporte. O se atenga a las consecuencias”. Había revelado que detenidos eran tirados vivos desde aviones al Río de la Plata. “Los vuelos de la muerte”. El Ministerio de Relaciones Exteriores holandés le garantiza que si le ocurriera algo, Holanda no se presenta en la final. Es su cobertura. Van der Putten había vivido en Argentina entre 1973 y 1976. Y había salido tras el golpe de Estado. En la noche anterior a partir comió en un puesto de la Costanera con Conrado Ceretti y Diana Guerrero, amigos periodistas del diario La Opinión. “Ustedes también tienen que irse”, les dijo. “No, peor que ahora no podemos estar”. Lo acompañaron al aeropuerto de Ezeiza a tomar el avión. Cuando llegó a Holanda repasó las noticias internacionales en Le Monde. En un recuadro leyó que Ceretti y Guerrero habían desaparecido. “Y para siempre”, se emociona.
Invitados por el Centro Ana Frank para América Latina, Jan van der Putten y Frits Barend volvieron en la última semana a caminar por las calles de Buenos Aires. Fueron reconocidos por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, invitados por la escuela de periodismo DeporTEA y por River, visitaron la ex ESMA, vieron el avión recuperado de “los vuelos de la muerte” y se reencontraron con Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. “El deporte es muy importante para las dictaduras. Para Hitler, los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 fueron una defensa de su paraíso en Alemania. Es lo mismo que Videla vio en el Mundial 78. No era un Mundial de fútbol, era un Mundial para defender el régimen de Videla. Los grandes torneos pueden ayudar a la gente que lucha por más derechos. Sin el Mundial 78, quizá no se hubiera denunciado nada en el mundo. Los periodistas pueden ir a los Mundiales, no boicotear, pero también deben escribir lo que pasa fuera del estadio, no solamente del deporte. Nunca olvido en mi vida esos cinco minutos con las Madres en la Plaza. Esas mujeres son heroínas”, dijo Barend.
“El Mundial 78 fue un juguete de la dictadura para una campaña publicitaria internacional: que todo en Argentina era fantástico. Me disfracé como periodista deportivo y me fui a reportear al Mundial. Fue mi regreso después del golpe del 76”, recordó van der Putten, e instó: “Hay un brujo, José López Rega, un personaje siniestro, que necesita ser más estudiado porque parece que alguien que aspira a la presidencia argentina tiene sus características. El fútbol lo utilizamos como pretexto para contar la situación política y económica y lo que ocultaban los militares. En ese momento no todos estaban en contra. Y ahora parece que de nuevo hay unos nostálgicos de la dictadura. Es el mundo al revés, en el que los culpables son las víctimas. La verdad, la ‘objetividad’, muchas veces no está en el medio. Entre vida y muerte no hay intermedio. Es vida o muerte. Los periodistas tienen una tarea que cumplir”.
Van der Putten (81 años) y Barend (76) hablaron de “los peligros de los discursos de odio que generan Holocaustos”, del existencialismo en la recuperación de cada nieto apropiado durante la dictadura, de “la mafia de la FIFA” y del mito de que Johan Cruyff no jugó el Mundial 78 por la represión, aunque “Holanda es un país muy importante en el fútbol gracias a Cruyff”. En DeporTEA, una hija de un desaparecido les preguntó de dónde habían sacado el coraje, la valentía y el amor. Barend recordó a su madre, sobreviviente del nazismo: “Me decía que nunca acepte un encargo, una tarea, lo que me pidan, sin pensar. ‘Siempre toma tu propia idea, y nunca olvides los derechos humanos’. Nosotros vivimos porque hubo paisanos que, poniendo en riesgo su vida, nos ayudaron. Por la resistencia estoy acá, y a veces la resistencia, en dictadura, tiene que matar. Por eso pienso que he sido periodista”. Van der Putten contó que hacía su tesis de Lenguas clásicas en París cuando estalló el Mayo francés de 1968, y que le ofrecieron ser el corresponsal de un diario holandés: “Ahí tuve más conciencia política. Vi cómo funcionaba una sociedad en crisis contra el general de Gaulle, una revolución. Lo seguí desde muy cerca. Y pensé: ‘Esto es vida’. Mi motivación era estar donde esté la acción por un mundo mejor, donde se luche. En América Latina era más fácil integrarse que en Asia y África. Fui a la Chile de Allende. Después del golpe del 73, a Argentina. Hay mucha gente que ha desaparecido por sus ideas. Me acuerdo de una muchacha discapacitada acusada de terrorismo. ‘Quizá no participó, pero su pensamiento es terrorista’, dijo Videla. Y así hay muchos periodistas y sindicalistas, muy lejos de la lucha armada. Cuidado con el fanatismo; sólo hay que ser fanático contra los que, dentro de la democracia, quieren liquidar la democracia. Eso es intolerable. He visto demasiado, pero sigo con esperanzas. Un periodista debe dar la noticia y, sobre todo, interpretar. Ahora, dar la noticia, todo el mundo con los smartphones puede. Pero hay que interpretar. La tarea de un verdadero periodista es más necesaria que nunca. Antes no se sabía, sólo los periodistas. Ahora todo el mundo puede saber, pero no todo el mundo está capacitado para interpretar el cómo, el trasfondo, la historia”.
A 40 años del retorno de la democracia en la Argentina, van der Putten y Barend miran ahora el video de la nota a las Madres y la foto de la entrevista a Videla. Sentados en el anfiteatro del Centro Ana Frank, en Coghlan, en la tarde del martes 3 de octubre de 2023, se ven a sí mismos en 1978, durante el Mundial. Afuera, en el jardín, un grupo de alumnos de una escuela pública termina el recorrido. Hay un retoño del árbol castaño que Ana Frank miraba desde la única ventana de su escondite de los nazis en Ámsterdam. A los pies, un fragmento de su diario en un cartel: “Los dos miramos el cielo azul, el castaño sin hojas con sus ramas llenas de gotitas resplandecientes, las gaviotas y demás pájaros que al volar por encima de nuestras cabezas parecían de plata, y todo esto nos conmovió y nos sobrecogió tanto que no podíamos hablar”.
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