El máximo titán: a 30 años de la muerte de Martín Karadagián

Popularizó la lucha libre en la televisión argentina y se transformó en ídolo de múltiples generaciones. Encabezó un éxito que duró décadas y fue el creador de “el cortito”.

Este viernes se cumplen tres décadas del fallecimiento de Martín Karadagián, el humilde porteño de ascendencia armenia que a fuerza de imaginación e inventiva trascendió para siempre en la cultura popular argentina como el creador y protagonista de Titanes en el ring, el primer show televisivo y cinematográfico de lucha libre del país que se convirtió en su legado y en un éxito comercial hasta entonces sin precedentes.


Una variopinta y excéntrica compañía de personajes, mucho histrionismo arriba del cuadrilátero, estadios colmados por niños y adultos, juguetes, golosinas, figuritas y hasta álbumes musicales: su nombre es el sello de un fenómeno que gozó de 26 años de aire desde que se emitió por primera vez en 1962 por Canal 9, y que, luego de algunos intentos fallidos por reflotarlo, regresó con un formato actual que promete no abandonar su esencia.

Es que hace tres años, Paulina, la hija de Karadiyijan -tal su verdadero apellido, tras su nacimiento en un conventillo de San Telmo en 1922-, decidió homenajear a su padre con una reedición de la «troupe» en el Buenos Aires celebra Armenia, que tuvo lugar en la palermitana plaza Seeber de las avenidas Libertador y Sarmiento.

Y aunque la pandemia de coronavirus también impuso un freno a su nuevo proyecto, la heredera contó en distintas declaraciones a la prensa que la resurrección de Titanes…, en colaboración con Sergio Ventrone (también conocido como el «Súper Pibe» y «Billy Jim» del programa original), sigue en pie y coquetea con un posible retorno a la pantalla chica, donde intentará reavivar con nostalgia y mucha diversión una historia que comenzó hace casi 60 años.

El camino de Karadagián hacia su condición de ídolo se remonta a la década del 40, cuando después de años de hacer changas y trabajar en una carnicería del barrio para aportar lo suyo a un hogar empobrecido que compartía con su padre armenio y su madre española, puso un pie dentro del icónico estadio Luna Park del bajo porteño.

Allí, con su contextura inesperada pero llamativamente pequeña en relación a sus colegas pero dejando salir sus dotes actorales, logró hacerse un lugar entre el equipo de «catch» que entrenaba en el lugar, liderado por «El Hombre Montaña» y el polaco Karol Nowina, y en cuestión de años se transformó en uno de los más reconocidos de ese circo impostado de lucha.


Mientras duró esa experiencia, el «Titán» no solamente empezó a fascinarse y soñar con los primeros esbozos de lo que sería su espectáculo definitivo, sino que en 1957 trasladó su interpretación al cine, con el drama de Iván Grondona «Reencuentro con la gloria», en el que encarnaba a un luchador en plena decadencia.

Pero además, en 1961 le llegaría una oportunidad que significó el puntapié del resto de su carrera: Alberto Olmedo y su entrañable, famoso y entonces recién llegado Capitán Piluso lo desafiaba para combatir en el ring en la «Pelea del Siglo».

El evento, que tuvo lugar el 12 de noviembre y tuvo como ganador a Olmedo con la ayuda de su compañero, Coquito, gozó de una amplia difusión en la televisión argentina y finalizó con un ofrecimiento de contrato para Karadagián, que un año más tarde vería condensado en la concreción de su gran idea, con la primera emisión de «Titanes en el ring».

Así, él mismo, la «Momia Blanca», el «Caballero Rojo», el «Ancho» Rubén Peucella y el «Hombre Vegetal», por nombrar solo algunos del listado, tomaron los roles protagonistas de un show que, a pesar de su concepción como un programa para adultos que se transmitía los sábados a la noche, se volvió rápidamente atractivo para el público infantil, maravillado por las máscaras, los disfraces y la narrativa bizarra de buenos contra malos.

«Todo esto es tongo, pero del bueno», había dicho alguna vez el frontman en los primeros tiempos de esa estrafalaria propuesta que contaba con los relatos de Rodolfo Di Sarli y más tarde de Jorge Bocacci, y que consiguió lo que ninguna otra antes: mezclar la lucha, el «catch» reinante de la época, con lo teatral y la ficción total.


Con un carisma implacable y recordada profesionalidad, Karadagián llevó adelante su ciclo saltando también al Canal 11 y al 13, y con la mentalidad de quien no disfrutó de privilegios pero con el talento comercial suficiente para hacerse cargo de su empresa aunque fuera de una manera casi artesanal.

Hasta su última emisión en 1988, el programa también tuvo sus adaptaciones en el cine con las comedias «Titanes en el ring» (1973), de Leo Fleider, y «Titanes en el ring contraataca» (1984), de Máximo Berrondo; y llevó a su creador a recorrer América y hasta a pelear contra el boxeador italiano Primo Carnera y contra el «Mono» Gatica, ídolo popular local de ese deporte.

Pero para ese momento, la salud de Karadagián ya comenzaba a debilitarse luego de que en 1983 comenzara a sufrir desmayos producto del estrés laboral, y un año más tarde debió someterse a la amputación de su pierna derecha a raíz de un infarto

Ayudado por un trípode y oficiando de jurado, el «Titán» se negó a rendirse y abandonar su creación, y tres años más tarde, en 1991, murió a los 69 años víctima de un edema pulmonar.

Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta y su memoria y espíritu, intactos, en su hija Paulina, que tras algunos intentos fallidos de reflotar el programa, espera confirmar pronto el regreso a la pantalla de Titanes en el ring con un giro contemporáneo en el que las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ también tienen un lugar en el futuro de este ícono de la cultura popular argentina.

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