«El madrynazo»: ecos de la guerra de Malvinas bajo el alfonsinismo

Por: Sebastián F. Paris

“No somos aviones, no somos tanques, somos argentinos que echamos a los yanquis”, rememora un testimoniante en el libro de divulgación El Madrynazo. Desmalvionización y memoria colectiva (2017) de la chubutenseMónica Durán. Esta consigna fue coreada, entre otras, en septiembre de 1984 por los vecinos de Madryn, ciudad portuaria del Golfo de San Jorge. Al terminar la guerra de Malvinas, las relaciones diplomáticas entre Argentina y Gran Bretaña se habían disuelto. Fueron los mismos militares los que le habían puesto fin, al dar comienzo a lo que denominaron la “recuperación” del archipiélago luego de largos años de “rodeos diplomáticos”.

Fue, entonces, objetivo del gobierno alfonsinista reconstruir nuevamente esos lazos no sólo con Gran Bretaña, sino también con Estados Unidos, después del error que había sido la guerra. Sin embargo, no fue una tarea fácil de llevar adelante. El 10 de septiembre de 1984, intentaron fondear en el muelle Almirante Storni de Puerto Madryn– por ser un puerto de aguas profundas cuatro buques y un submarino atómico de la flota naval norteamericana USS 988 Thorn.

No obstante, los efectos sociales de la guerra en aquel pueblo que había abrazado a sus soldados al regresar a las costas patagónicas –que se conoció como el “día en que Madryn se quedó sin pan”eran bien distintos a la que atravesaron otras latitudes nacionales, como Buenos Aires. Tras la posguerra en Madryn, cierta ánima anglófoba continuaba hechizando a los pobladores. Cabe destacar la ayuda del imperialismo norteamericano a Inglaterra, su socia en la OTAN durante la guerra misma.


En la fotografía, se notan las salpicaduras sobre la lente del fotógrafo, del agua que arrojaban los marinos norteamericanos con sus mangueras a presión a los manifestantes. Gentileza de Mónica Durán. Créditos Daniel, Feldman (reportero gráfico). 
Foto: Daniel Feldman

Al enterarse del intento de atracar en el muelle, más de tres mil vecinos se reunieron para protestar contra la presencia norteamericana en el intento de reabastecerse en los viajes que emprendían por el Atlántico Sur en el marco del XXV operativo UNITAS (ejercicios navales de la Armada de los Estados Unidos en conjunto con otras FF.AA. latinoamericanas desde 1960). Argentina ya no participaba desde 1980. Los tripulantes tenían previsto pasar seis días en la ciudad.    

La noticia se propagó velozmente entre los trabajadores portuarios quienes debían encargarse logística y operativamente del reaprovisionamiento. Pero ese muelle no era uno más, estaba cargado de significado: fue el del arribo de miles de soldados que fueron voluntaria u obligadamente a una guerra que no determinaron.Así, el muelle y su ciudad como portadores de unas memorias peculiares, habían sido depositarios de esa experiencia bélica que los marcó a fuego. El desenlace fue la creación de una Comisión Multisectorial de vecinos que dispensó notas de repudio y asambleas para organizar la movilización. Tal fue la magnitud del hecho que la movilización popular obligó a que el Concejo Deliberante rechazara oficialmente el amarre e interpelara a las autoridades provinciales para fijar dicha posición.

El espectro del conflicto y su marca local y provincial, hicieron que numerosos autos aparecieran de ciudades como Trelew y Rawson, también a repudiar a la Marina estadounidense. Pequeños comerciantes se negaron a vender sus productos a los soldados que descendieron del buque, aunque algunos comercios mayoristas y de otros rubros fueron más dubitativos, debido a la importancia comercial y turística que revestía el arribo de casi mil soldados. De este modo, participaron los más diversos partidos políticos reactivados tras la transición democrática: el Partido Comunista y la FEDE Trelew, la Unión Cívica Radical, el peronismo y el Partidos Socialista Auténtico. Las pancartas llevaron inscripciones como “Yankees go home” y “Puta´s Sons”. Incluso a dicha manifestación acudieron ex combatientes de aquella ciudad y alrededores la guerra para ellos no había, ni pareciera terminar.

La comunidad festeja- sin importar los roles- la retirada de la flota norteamericana de las aguas  del Golfo Nuevo. El destructor US «Thorn» debió soltar amarras y retirarse aguas adentro. Gentileza de Mónica Durán. Créditos Daniel, Feldman (reportero gráfico).
Foto: Daniel Feldman

Desde la embarcación los marinos, comenzaron a arrojar agua a presión con las mangueras del buque, enardeciendo aún más la situación. La historiadora Durán señala que la presencia de hombres, mujeres y niños, tal vez hizo que los niveles de violencia no sean mayores. Esa tarde se cantó “en puertos argentinos no queremos asesinos” y “fuera de Chile, fuera de Argentina, fuera los yankees de América Latina”. Hasta algunos manifestantes pintaron el casco de un buque con la palabra “asesinos”.

Finalmente, el buque deambuló entre Puerto Pirámides y Bahía Cracker y se reaprovisionó de combustible en altamar con la anuencia del gobierno nacional y de Dante Caputo. En 2008 por Ordenanza municipal 6.965/2008, se sancionó el 10 de septiembre como “Día del madrynazo: por la identidad y la memoria colectiva”. Así, el madrynazo entró a formar parte de las memorias locales patagónicas y muestra lo espinoso que fue para el alfonsinismo, recomponer unas relaciones internacionales signadas todavía por el fantasma de la guerra que, incluso, llegaron a ser leídas por los patagónicos como políticas “desmalvinizadoras”.

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