En diciembre se termina el mandato de Angelici y el contrato de Tevez. La eliminación ante River abre un gran interrogante sobre el futuro del estilo que gobierna en el club hace 24 años.
Macri fue electo jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por primera vez cuatro días después de que Boca ganara la Libertadores 2007 al compás de Riquelme. Lo mandó a buscar a Villarreal: lo veía como una carta de triunfo, afuera y adentro de la cancha. Angelici repatrió a Carlos Tevez a mitad de 2015. En agosto de aquel año, después de un partido de Boca en Formosa por Copa Argentina, Tevez habló de la pobreza en la provincia: «Me gusta mirar mi país. La gente se está cagando de hambre. Nos tenemos que dar cuenta». A los dos meses, Macri ganó las elecciones que lo llevaron a la Casa Rosada. Y Angelici fue reelecto. Boca como unidad de negocios. Y negociados, como el pase de Tevez a Corinthians en 2005, investigado en Argentina y Brasil. Tevez volvió también con la intención de tomar carrera para la presidencia de Boca. Con Macri como «segundo padre». Con el afán de competir en idolatría con Riquelme. Pero Riquelme, esquivo al poder, del Topo Gigio a Macri en 2001 hasta la reclusión en Don Torcuato que romperá con su partido homenaje, es el mejor jugador de la historia de Boca. Y por eso todos mueven para que juegue Riquelme. Sin Macri en el gobierno, aumentarán las chances de que entre en la vida política del club.
Angelici y Tevez se despedirán a fin de año de Boca. Tevez criticó en público a todos los entrenadores que tuvo antes y después de 2007, el año en China: Rodolfo Arruabarrena, Guillermo Barros Schelotto y Gustavo Alfaro. «Líder negativo». Ni Christian Gribaudo, candidato oficialista en las elecciones, cree en el rédito político de renovarle el contrato a Tevez el 31 de diciembre. El macrismo exhibe superávit como carta exitosa. Pero es el modelo empresarial, de «gerencias» y negocios tercerizados, como el museo a la empresa Torneos, el que se impuso en Boca. Con barra brava que silencia los cantos de hinchas contra de la dirigencia. Con el proyecto de jubilar la Bombonera y construir un nuevo estadio con dineros qataríes. Con periodistas que centran ahora las críticas en Nicolás Burdisso, el director deportivo, y no en los 82 jugadores que Boca compró desde 2012 por casi 137 millones de dólares a la par de las ventas de juveniles. Con la creación del «socio adherente», una caja recaudatoria de hinchas que pagan por tener la posibilidad mínima de comprar una entrada, a los que les piden en el mercado negro hasta 45 mil pesos para pasarse a socio activo.
«Macri cierra la conscripción de socios en 2005, y antes quiso reformar el estatuto y si no votabas, perdías la condición de socio. Claramente, quería ser el dueño de Boca, convertirlo en una sociedad anónima», dice Federico Polak, interventor de Boca entre 1984 y 1985. Exvocero de Raúl Alfonsín, Polak frenó el remate de la Bombonera en 1984, año en el que Boca llegó a jugar con remera blanca y números pintados con fibrón que se destiñeron con la transpiración. «Boca se hizo de clase media alta, pero es el club más popular de Argentina. Lo que cambió es que esos tipos que sufren por Boca no van a la cancha. Hay hinchas que no conocen la Bombonera porque no pueden entrar, y tampoco tienen el pack televisivo». Polak escribió Armando a Macri, memoria de un interventor, un libro reciente que va de Alberto J. Armando a Macri. Y dice que Armando, 22 años presidente de Boca, se creyó el «patrón», no «el dueño» de Boca, como Macri. «El final del partido con River, con la gente cantando contra Angelici, implica que se está en un punto de inflexión –analiza Polak–. Es muy largo el período que arranca en 1995 con Macri».
https://twitter.com/lamitadmas1/status/1186844702974320641?ref_src=twsrc%5EtfwLa oposición unida inclinó las elecciones nacionales. La oposición desunida en Boca le deja todavía muchas chances a Gribaudo, funcionario de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, delfín de Angelici, no de Macri, que ya intentó cambiar al candidato oficialista. Abocado a la campaña, Gribaudo entregó el cargo de secretario general a Carlos Aguas, el dirigente que insultó y escupió a los socios de la platea baja desde el palco presidencial después de la caída ante Racing, en la previa a la semi de Libertadores. «Desde el punto de vista de la vida civil del club, el martes quizá se viva un día terminal», escribió Juan José Becerra, hincha de Boca y escritor, antes de River en Olé. «No sobra paciencia ni cierta calidad humana en algunos dirigentes. Hay una pedantería de época que no cuaja con la medianía de la gestión. Porque Boca se identificó mucho más con la humildad que con la soberbia». Hinchas en la madrugada de la Bombonera, llorando en soledad en las tribunas, y lejos de escenas de violencia, cerraron la década en que Boca no ganó ningún título internacional por primera vez en 50 años. Otra cara de la pasión.
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