El hombre del Sur que planificó el peronismo de las futuras generaciones

Por: Demián Verduga / Julia Izumi

Lo dicen los testimonios: Néstor Kirchner dedicó los años previos a su partida a preparar a una militancia juvenil que garantizara a largo plazo la persistencia de una forma de concebir la política.

Fue como si por un instante el tiempo se hubiera detenido. Era la mañana del miércoles 27 de octubre de 2010. En un día normal, a esa hora, los colectivos deberían haber estado circulando atestados; los taxistas tocando bocina y levantando pasajeros; las personas llenando las veredas y caminando en distintas direcciones. Pero no era una jornada habitual. Como si el destino hubiese sabido algo de antemano, ese día había sido fijado para el censo nacional que se realiza cada década. Era feriado en todo el país cuando Néstor Kirchner falleció.

Y la relación íntima que existe entre una despedida y un nacimiento emergió ese 27 de octubre. Varias de las miles de las semillas que había sembrado el propio Kirchner, deseo expresado en su frase “que florezcan mil flores”, dicen hoy que en esa fecha terminaron de abrir sus capullos.

Algunos lo consideran un día fundacional, “un 17 de Octubre en otros términos”, el trasvasamiento de un mandato de construcción de futuro, el punto de inflexión para los que todavía no estaban convencidos, el inicio de un proceso de renovación de cuadros que garantizó la persistencia del peronismo.

Diez años después, aquella generación que terminaba de sellar su fidelidad con la política de la que –hasta la asunción de Néstor Kirchner– esperaba poco y nada, integra buena parte de los cuadros ministeriales y técnicos de la gestión de gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, gobierna municipios, compone las bancadas oficialistas de los cuerpos legislativos, lidera movimientos sociales e impulsa la renovación sindical, por citar solo algunos ejemplos.

Este fue el resultado, entre otros, de una minuciosa tarea emprendida por el propio Néstor Kirchner a través de un puñado de jóvenes –su hijo Máximo entre ellos– en las largas tertulias políticas que se sucedían en El Calafate y en Buenos Aires. El hoy ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, lo refleja muy bien en el texto que escribió para el libro Néstor, el hombre que cambió todo, de Jorge “Topo” Devoto, cuando cita un consejo de Néstor en una sobremesa de la quinta de Olivos: “Aprendan bien cómo funciona el Estado para hacerlo ágil y práctico. Las políticas y los recursos tienen que llegarle a la gente. Si no, ¿saben que pasa? Tenemos que seguir llamando a los tecnócratas”.


Leonardo Grosso, diputado nacional del Frente de Todos y referente del Movimiento Evita, da testimonio de esta realidad. Confiesa que antes de ir a la Plaza de Mayo ese 27 de octubre escuchó llorar por primera vez a su padre. Fue cuando le comunicó la muerte de Néstor a través del teléfono. Y luego describe el efecto de aquella fecha sobre su derrotero político: “Yo era un militante social de San Martín que creía que la política era parte del problema y para mí los políticos eran todos iguales, y que política y poder eran lo mismo. Uno de los enormes legados que nos dejó Néstor fue correr el velo de que gobierno y poder, política y poder, Estado y poder, no son lo mismo. Son cosas distintas. Y que desde el gobierno, desde el Estado y desde la política se puede combatir al poder para construir un país más justo. Eso fue exactamente lo que hizo él”.


Como Leo, en esa misma Plaza, la noche del 27 de octubre de 2010, estuvo Jonathan Thea, de Seamos Libres/Movimiento Evita. Hoy es coordinador institucional de la Jefatura de Gabinete de la Nación. En ese momento militaba en una organización social, cultural y política que trabajaba en algunos barrios de la ciudad y también en la Universidad de Buenos Aires, y aunque acompañaba procesos de transformación de América Latina como los de Cuba, Venezuela y Bolivia, no se consideraba una organización afín a los Kirchner. “Si bien no éramos parte de la coalición de gobierno, había muchas políticas que nos interpelaban y nos tocaban una fibra. No habíamos sido parte porque veníamos de una tradición más de izquierda. Habíamos empezado a militar poco antes de 2001 y en ese contexto político nos alejábamos de las estructuras políticas tradicionales y tratábamos de construir otro tipo de organizaciones. Además, para nosotros el PJ era mala palabra. Pero Cristina ya venía con políticas muy importantes, medidas que tenían un impacto clave en los sectores populares, una discusión con las estructuras económicas de poder en la Argentina, empezaba a haber un clima de avanzada después de la derrota de 2009, y me parece que la muerte de Néstor lo que hizo fue explotar y profundizar una política de agrupamiento de la militancia, sobre todo juvenil, muy grande. Nosotros fuimos, a partir de ese momento y en el transcurso de los años venideros, modificando nuestro posicionamiento, revisando nuestras propias posturas, y hoy somos parte del Frente de Todos”.



La idea de que la muerte de Néstor Kirchner fue un 17 de Octubre para las nuevas generaciones sale de las palabras de Lucía Cámpora, actual legisladora porteña del Frente de Todos: “Hace poco un compañero me decía que para él ese 27 de octubre fue para muchos de nosotros como nuestro 17 de Octubre, en otros términos porque la partida de Néstor fue muy dolorosa, pero en el sentido de sellar un gran voto de lealtad y compromiso para con el proyecto político y la conducción de Cristina. Y eso hicimos y eso hacemos con nuestra militancia. Volvemos muchas veces a sus discursos, no solo por lo emocional sino por lo que aporta volver a escuchar lo que pensaba. Se trata de eso, honrarlo con la militancia, entender que para él el compromiso de construir una patria más justa es el que tenemos que asumir todos y todas, y que la formación política es fundamental para poder hacerlo. Así que siempre lo llevamos en el corazón y en la cabeza a Néstor”.



Oxígeno al viejo peronismo

Aquel proceso que Kirchner había iniciado se sintetiza en la frase que Juan Cabandié, hoy ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, le atribuye al santacruceño en el libro de Devoto: “Quiero ser lo primero de lo nuevo y no lo último de lo viejo”.

Y aunque recibió un impulso inicial a través de sus propios actos humanos y de gobierno, largamente narrados a lo largo de estos años, se instalaría como soplo vital a partir del 27 de octubre: “El gobierno de Néstor Kirchner aseguró la pervivencia generacional del peronismo. Hizo ingresar a una generación a la militancia y a la identidad peronista después de diez años en los cuales para muchos de los jóvenes el peronismo era algo bastante lejano. No se puede comprender la vitalidad que tiene el peronismo ahora sin pensar todo el ciclo kirchnerista, pero fundamentalmente los cuatro primeros años de Néstor”, dice María Esperanza Casullo. Para la politóloga, en ese período incorporó a la identidad kirchnerista a actores que durante el menemismo no se hubiesen definido como peronistas o kirchneristas: movimientos piqueteros, juveniles, que no se identificaban con el menemismo, y que participaban de luchas contra aquel modelo. “Yo no sé si Wado de Pedro en 1998 y 1999, cuando militaba en H.I.J.O.S., se hubiese definido como peronista, pero quienes militaban en organizaciones de Derechos Humanos, en movimientos piqueteros o territoriales, terminaron confluyendo en una identidad”.

Casullo da cuenta del alcance de aquel mandato: “Si lo comparamos con otros movimientos de América Latina, el kirchnerismo tuvo siempre presente la herramienta del Estado, mientras otros movimientos de izquierda o de centroizquierda tenían una relación ambivalente con él. Para el kirchnerismo, el único actor posible para transformar la realidad es el actor estatal. Por eso aparece siempre en Kirchner el imperativo ético: es importante que se sumen a la acción estatal. Que trabaje como funcionario, científico, burócrata, investigador, pero muy cercano al Estado. Es una impronta que viene de momentos muy tempranos de su gestión”.

Kirchner fue, en resumidas cuentas, uno de los pocos dirigentes que en un país cortoplacista como la Argentina se animó a planificar a largo plazo.

Grosso retoma esa idea: “Entender que hacer política para acceder a los espacios de decisión del Estado nos permitía combatir las injusticias que generan los poderes concentrados de nuestro país fue central para mi generación, que no lo veía, que no lo entendía, que no lo había visto en la práctica porque desde Perón nunca más la política había estado al lado del pueblo. Néstor le abría la puerta a toda una generación a la práctica democrática de la construcción política, para cambiar la sociedad en la que vivimos. Si hay un motivo por el cual nuestra generación cree profundamente en la política es porque Néstor nos mostró que era posible cambiar la historia”.

Marcelo Leiras, politólogo, traza un enlace entre los hijos de la crisis de 2001 y el renacimiento de la militancia juvenil del kirchnerismo. “Los jóvenes que habían sido niños durante la crisis de 2001 y quedaron conmovidos por ver ese sufrimiento encontraron en el kirchnerismo un lenguaje y una invitación a involucrarse. La crisis de 2001 había despertado la solidaridad. Una de sus expresiones era la consigna ‘piquete y cacerola, la lucha es una sola’. Incluso en esa versión, que puede resultar caricaturesca, se ve la intención de asociar padecimientos. De decir todos estamos en la misma. Los niños que tenían padres que cantaban ‘piquete y cacerola’ son los jóvenes y adolescentes que luego encontraron un lenguaje y una invitación por parte del krichnerismo. Y no olvidemos que también les dio derechos políticos, como el voto optativo a partir de los 16 años. Esto no fue solo un fenómeno de la clase media. Se dio también en los barrios populares. Contenía una reacción a la despolitización de la generación anterior, la que fue joven durante los ‘90”.

Una noche en el Luna

Un hito fundacional para la juventud kirchnerista fue el acto convocado el 15 de septiembre de 2010 en el Luna Park. Es recordado porque ocurrió pocos días después de que Néstor Kirchner fuera intervenido por segunda vez por una obstrucción en la carótida, y porque pese al consejo de los médicos de guardar reposo, lo encontró en el escenario con la única concesión de no pronunciar discursos y ceder la palabra a Cristina. Allí condensó su idea de construcción política y transversal para el futuro. Detrás de él  y de CFK se ubicaba, en las gradas, buena parte de la renovación política que acompañaría a Cristina en su segundo mandato.

Algunas historias en primera persona reconstruyen aquel acto desde las bases. “Fui parte de la organización del acto en el Luna Park desde el principio. Estuve en la distribución de las tribunas, la convocatoria, en la difusión. Tenía 21 años”, relata Facundo Ballesteros, hoy senador bonaerense por la Segunda Sección Electoral. “El legado de Néstor fue volver a confiar en la política. Era un presidente que recorría el país, algo muy importante para quienes somos del interior de la provincia de Buenos Aires. Eso va marcar algo para cualquier gestión nacional y popular”, agrega.

 Marina Moretti estuvo ese día en las gradas del escenario, y recuerda: “Fue una de las primeras veces que movilizamos con mucha fuerza desde el interior de la provincia de Buenos Aires”. La hoy subdirectora ejecutiva de Prestaciones de Anses y concejal en San Andrés de Giles, asegura que la herencia que dejó Néstor Kirchner es “no darse por vencido”. “No dejar nunca que termine el día sin sentir que hicimos un aporte para que nuestros vecinos y vecinas, nuestro pueblo, las grandes mayorías, vivan todos los días un poco mejor. Néstor es Perón para mi generación. Y su impronta es con la que nosotros comenzamos a militar y gestionar”.

(Foto: Hernán Mombelli)

La calle, el palacio, la calle

La sorpresiva partida del “pingüino” alteró los planes. La Cámpora pasó a ser la principal usina de cuadros jóvenes sobre los que se recostó la exmandataria para abroquelar la gestión que ya venía asediada por la crisis económica mundial y el ataque de los sectores de poder que años después llegarían al gobierno con Macri.

Así, la organización juvenil kirchnerista tuvo que dividirse entre el trabajo territorial, que había sido la fortaleza de su formación, y una acelerada experimentación en la gestión. Fue puesta a prueba tempranamente.

Hoy acompañan la gestión de Alberto Fernández varios herederos de aquella forma de hacer política. “Claramente, Alberto no es Néstor Kirchner, el momento es otro, pero justamente lo que se ve es una maduración de la carrera política de este grupo que era muy joven en el gobierno de Kirchner y que hoy ocupa espacios de decisión. Si uno se pregunta cuáles son los nombres del gobierno de AF, hay pocos que vienen del de NK, como Ginés González García o Agustín Rossi, y muchos más los nuevos”, subraya María Esperanza Casullo.

Leiras cree que la identificación con el espíritu militante de NK no se apagó. “Los pibes encontraron una identificación en el kirchnerismo como modo de respuesta a este ciclo neoliberal corto que fue el gobierno de Macri. Así que ahí hay un discurso y figuras, en especial Cristina, con las que se identifican. Es un fenómeno que se extiende a Juntos por el Cambio, como espacio de derecha refractario al kirchnerismo que también tiene juventud. Pero los pibes politizados que tienen una sensibilidad por lo público, aunque lo público no se ejerza solo desde la política, encuentran un espacio en el kirchnerismo”. «

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