El gobierno, dispuesto a una guerra abierta para que los clubes sean empresas

Por: Alejandro Wall / Federico Amigo

El macrismo desplegó todo su dispositivo para presionar a los dirigentes: IGJ, Fútbol para Todos, Justicia federal, intervención de AFA y, ahora, hizo ingresar a la AFIP en escena. La cuestión es avanzar con el proyecto de Sociedades Anónimas Deportivas. D'Onofrio y Lammens, principales opositores. El extraño caso de la clausura de la pileta de River.

La pileta de River está clausurada desde hace 15 días. Los inspectores del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires argumentaron que estaba en obra y, por lo tanto, no podía funcionar. «Si fuera por eso tendrían que clausurar todos los estadios de la Capital, y también las piletas», se queja un dirigente de River. «Es raro -agrega-, a San Lorenzo también le demoraron la habilitación del polideportivo que acaba de inaugurar en Boedo.» Rodolfo D’Onofrio prefiere evitar las miradas conspirativas en público, pero a su alrededor creen que nada es casual. Y que son facturas, una más chicas, otras más grandes, que el macrismo se cobra por su oposición a abrir las puertas del fútbol argentino a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), una ofensiva que tuvo su escalada con la exposición que la AFIP realizó el jueves sobre las deudas de los clubes.

«No hubo amenazas de (Daniel) Angelici. Sólo que en cada reunión de AFA nos decían ‘les va a caer la Penal Tributaria’, ‘los desafilian’, ‘se quedan afuera del torneo’. Siempre se están dando esos temas, no puntualmente con Angelici o con ningún otro dirigente, pero se está cayendo permanentemente sobre los clubes con esta situación», le dijo el presidente de Gimnasia, Daniel Onofri, al diario digital El rincón del fútbol. Salvo Angelici, no hubo dirigente del fútbol que no considerara la conferencia de prensa de Alberto Abad y Fernando De Andreis como un apriete, una herramienta más de presión para los dirigentes del fútbol con el objetivo de que los clubes puedan convertirse en empresas. No es la primera: desde el 10 de diciembre de 2015, el gobierno nacional desplegó todo su dispositivo en esa misión: apuró causas en la Justicia federal para sacar de la cancha a dirigentes, retaceó a través de Fernando Marín los dineros de Fútbol para Todos -un programa con fecha de vencimiento el 1º de enero de 2017-, movió los hilos de la Inspección General de Justicia para evitar las elecciones en la AFA, e instaló a un delegado en Viamonte 1366. «Mauricio Macri es mi jefe», dijo hace unos días un desbibujado Armando Pérez, aunque luego lo desmintió.

Pérez juega en tándem con Marín. Pero Macri quedó desencantado por su labor en AFA. Angelici, con el que tenía una buena relación, también le desconfía. El presidente de Boca era -todavía es, más allá de las líneas internas- el operador oficial del macrismo en el fútbol. Pero no le gustó quedar al margen cuando se conformó la Comisión Regularizadora. Cuando De Andreis lo llamó para avisarle que al frente quedaría Pérez, Angelici sonrió con ironía: «General -le dijo a De Andreis-, ¿usted tiene el manual del boludo?». «No, ¿por qué?», le respondió el funcionario, sorprendido. «Porque me acabo de recibir de boludo», remató Angelici.

«Les estamos dando una solución», se jacta un funcionario macrista respecto a la posibilidad de convertirse en SAD, un proyecto de ley en cuya letra trabajaron De Andreis y Marín, y que el gobierno nacional pretende que ingrese al Congreso el año que viene. Todo ocurre mientras ahogan a los clubes. D’Onofrio y Lammens, aunque actuaron junto a Angelici para avanzar con la Superliga, se convirtieron en el dique para las SAD. Ambos, en una reunión muy dura, le hicieron sacar a Angelici ese punto del estatuto de la Superliga.

Durante un Congreso sobre fútbol que se realizó días atrás, el presidente de River fue contundente: «Somos uno de los clubes más importantes de América y del mundo también. Con una gran infraestructura social y deportiva, como la tiene Banfield, Vélez, Independiente y Lanús. ¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a privatizar el fútbol para que todo eso desaparezca? Si queremos que los chicos no se vayan a la droga, que no estén taradeando (sic) por ahí y en cambio se dediquen a hacer deporte, ¿nosotros vamos a estar privatizándolo? ¿Para qué? ¿Para parecerme al París Saint Germain? Ya vamos a llegar, si somos inteligentes y no destruimos cada vez que tenemos un proyecto». El auditorio lo ovacionó.

La vertiginosa semana de lucha por el poder en la AFA se podría resumir en una sucesión de imágenes. La primera la entregaron Marcelo Tinelli y Pablo Moyano cuando se mostraron juntos para avanzar en la intención de acumular poder con la tentativa de elegir un presidente por los votos. La alianza entre el conductor y el sindicalista inquietó al gobierno. No fue la única foto que molestó. Un día después, veinticinco presidentes se reunieron alrededor de las carnes y las achuras del restorán Estilo Campo, en Puerto Madero, para avanzar con una posición común. La respuesta llegó en forma de apriete a través de la AFIP y del Comité de Regularización: ambos salieron a difundir las (supuestas) deudas de los clubes.

Pero esa nueva ofensiva del gobierno logró reordenar un tablero que, hasta el último jueves, tenía piezas desparramadas. La rebelión que en el último tiempo alentaba el Ascenso se expandió a partir de la conferencia de prensa que intentó convertir a la AFIP en el nuevo cuco para los clubes. El fisco puso sobre la mesa acciones legales ya presentadas contra diez instituciones -cuatro de ellas contra presidentes aún en funciones- y amenazó con un futuro aumento de las aportes de la seguridad social, hoy beneficiado por un régimen especial instaurado en el Decreto 1212 de Eduardo Duhalde. Todos, salvo Boca, el búnker permanente del PRO, hicieron causa común contra un enemigo: la Casa Rosada, decidida a seguir metiendo los pies en la AFA como si se tratara de una dependencia más dentro de la órbita del Poder Ejecutivo.

Las presentaciones, sin embargo, estuvieron flojas de papeles. Los nueve clubes denunciados por el fisco de retener el dinero que habían descontado a los jugadores por ganancias informaron que, en realidad, ya las cancelaron, entraron en distintas moratorias o caen sobre conducciones previas. También negaron la deuda que Pérez reclamó con vehemencia como normalizador. «Estamos esperando que cruce De Andreis desde Casa Rosada», decían en los alrededores del Salón Tacchi del edificio central de la AFIP como explicación al retraso de la conferencia. La presencia del secretario general de la Presidencia junto a Abad resultaba clave: era la representación del peso con el que gobierno quería bajar el mensaje a los clubes. En la primera fila, se sentó Fernando Marín, el ex gerenciador de Racing y actual liquidador de Fútbol para Todos.

«El fútbol argentino ya le dijo que no a las Sociedades Anónimas. Lo que hay que discutir es sobre las buenas o malas gestiones de las sociedades civiles», sintetizó Lammens sobre el escenario reabierto por un avance más del gobierno. La estrategia se mantiene inalterable desde el 10 de diciembre pasado: aprovechar la frágil economía de los clubes, un problema en buena parte potenciado en la era del Fútbol Para Todos, para terminar de ahogarlos. «Es un claro avance para quedarse con el fútbol. Hay muchos clubes que no van a poder hacer frente a las exigencias. Hay un intento por legitimar a las Sociedades Anónimas y eso podría abrirle la puerta al narcotráfico», advierte Héctor Maldonado, secretario general de Independiente.

El martes habrá una reunión de dirigentes en Ezeiza. La guerra está abierta. Y el Gobierno, ya lo demostró, está decidido a ir con todo para que los clubes puedan ser empresas.

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