«El gobierno de los Kirchner desafió la ley de la gravedad»

Por: Alberto López Girondo

Entrevista al economista y escritor peruano Oscar Ugarteche. Profundo conocedor de la realidad financiera regional y la influencia del Fondo Monetario Internacional, pasó por Argentina en la búsqueda de documentación para sus investigaciones.

Escribir una historia del FMI es tarea ardua. Qué se podría decir sobre investigar acerca de la integración de América Latina. El que hizo la primera proeza y pasó por Argentina hurgando en archivos locales para la segunda es Oscar Ugarteche, economista peruano radicado en México y autor de otra infinidad de textos que desnudan la arquitectura financiera desde 1850 en adelante.

¿Por qué buscar documentación en Buenos Aires? “Pues porque salvo el primer intento integrador del chileno Diego Portales en 1835, todos los demás nacieron de la Argentina”, dice Ugarteche.

De estos asuntos habla con Tiempo, comenzando por la pregunta obligada de si algo cambió en el FMI desde el 2001 a esta parte: «Lo que cambió es que hay un nivel de autocrítica sorprendente sobre su política fiscal, sobre su política cambiaria, sobre lo que sucedió en Argentina en la década del ’90».

–Este gobierno parece deseoso de volver al FMI.

–Argentina nunca se fue del todo del FMI. Se suspendieron las visitas artículo cuarto, que son visitas regulares para levantar información y allí el Fondo da una opinión que es no vinculante. En los ’90 había acuerdos de condicionalidad que ahora no hay. El Fondo puede decir lo que quiera pero eso no es vinculante.

–Pero en Europa no parece registrar esas críticas.

–Es cierto, en Europa hemos visto que no le permitieron a Grecia reducir el sobreajuste al que la sometieron. Tengo la impresión de que su política cambiaria tampoco cambió, aunque después de la autocrítica sobre Argentina creo que no tienen política cambiaria.

–¿Cuál fue la autocrítica sobre Argentina?

–Desde el año ’71 siempre el FMI abogó por el cambio flexible pero en el ’90 aceptaron cambio fijo. Luego dijeron que se habían equivocado con la política cambiaria y fiscal. Otra cosa que no cambia es cómo el FMI se relaciona con Tesoro estadounidense. El Fondo es el brazo extendido de la política exterior del departamento de Estado. Christine Lagarde hizo bastante por lavar la cara del FMI, pero el Tesoro jamás va a dejar de lado un instrumento de política exterior como ese. Si ellos quieren darle condiciones benéficas a alguno el FMI las dará y si no quieren, pues no las dará.

–¿La inquina de Estados Unidos con los Kirchner tiene que ver con su planteo ante el FMI?

–El gobierno de los Kirchner desafió las leyes de la gravedad, ellos tuvieron un papel muy importante en la política exterior latinoamericana y Argentina apareció en un primer plano con iniciativas muy importantes en Naciones Unidas en el tema del capital financiero. Eso ha producido una reacción en Washington y la represalia la estamos viendo en la forma en que están cambiando gobiernos. No se trata de que un candidato pierda unas elecciones el nivel de revancha que yo veo.

–¿Ese revanchismo estará relacionado con la temor del poder financiero a perder influencia?

–Yo creo que el poder financiero internacional se está afirmando en el control. Seguimos con la tendencia que ya viene de hace 20 años de que los jefes de Estado y ministros provienen de la banca, algo que ahora en Argentina es evidente. Tendría que haber alguna ley contra esos conflictos de intereses.

–¿Qué se puede decir del Tratado Transpacífico (TTP) que impulsa Barack Obama?

–Hay una paradoja de que hoy Estados Unidos busca un sistema de tratados bilaterales que crea una discriminación positiva a favor del comercio intrarregional de la Cuenca del Pacífico y con Europa. Eso es lo que EE UU combatió en 1932, cuando Gran Bretaña firma el Tratado de Ottawa y hace tratados de libre comercio con los 65 Estados miembros de la zona esterlina. Entonces EE UU argumentaba que había un principio de comercio a respetarse que era el de la no discriminación. Los británicos decían que no, “lo que yo quiero es darle preferencia al comercio intrarregional y no quiero extender esa preferencia al espacio de los que no han firmado ese acuerdo”. Esa discusión terminó en el año ’45 cuando EE UU puso como condición para otorgar créditos durante la guerra la apertura de la cuenta capitales. Pero el debate duró desde el ’32 al ’45, y hoy resulta que tenemos el debate a la inversa, solamente que ahora nadie habla de que eso es comercio discriminatorio.

–Ese acuerdo en Argentina devino en el tratado Roca-Runciman, que ató la economía local a la británica.

–El TPP es como el tratado de Ottawa, el Roca-Runciman sería como un tratado bilateral con Estados Unidos dentro del TPP. Argentina quedó en la zona esterlina y por eso acumuló reservas en libras durante toda la guerra y como los ingleses no tenían convertibilidad no había forma de saldar esa deuda. Por eso pagaron con los ferrocarriles. Visto desde el otro lado fue la nacionalización del servicio.

–¿El TTP es un tratado defensivo en relación con China y los BRICS?

–Lo ha escrito Obama, es un tratado “para evitar que China escriba las reglas internacionales del comercio”. Todo eso se podría evitar volviendo al Organización Mundial del Comercio, pero ellos no quieren reducir sus subsidios y entonces están creando un pequeño monstruo, que además hay muy poca evidencia de que se vaya a firmar. Porque a estas alturas, ¿a quién le interesa que se firme el TPP dentro de EE UU? A (Donald) Trump no y a Hillary Clinton tampoco.

–¿A nadie interesa?

–A los únicos que interesa es a las trasnacionales farmoquímicas, por el tema de las patentes. También a la banca, porque a partir de un banco permite crear sucursales usando esa sede como back office, es decir, la central donde se hará el papeleo. Con lo cual universalizan la ley estadounidense. Eso también preocupa a Europa, porque ellos tienen leyes bancarias más severas y además la banca europea no está en su mejor momento.

–Usted que investiga los procesos de integración, ¿cómo ve la situación del Mercosur?

–El Mercosur tiene problemas desde el momento en que se aplicaron medidas proteccionistas en un espacio común de integración. Ahí la dinámica de integración se paró, y eso fue hace años. Otro problema es la incorporación de Venezuela, porque como país monoexportador energético no tenía una estructura económica para entrar al Mercosur, que es un mercado de bienes industriales. Lo que se pensó en ese momento es que ellos podrían aportar energía y el resto industria. Los sistemas de integración no están hechos para replicar los viejos sistemas de comercio de productos primarios por productos complejos, pero así fue como se incorporó a Venezuela, y se lo hizo por la presión política de (Hugo) Chávez, que encontraba su pertenencia a la Comunidad Andina como falsa porque allí Colombia y Perú habían cambiado de rumbo hacia tratados de libre comercio con EE UU. Por otro lado, estos tratados tienen el defecto de que eres parte de algo y entonces te miran a ver cómo estas. Y en los últimos años las cosas han ido mal a nivel económico en Venezuela y eso ha tenido un impacto a nivel político evidente. Con el cambio político del resto del Mercosur es un vecino incómodo. Y por otro lado, Uruguay ya dijo que quiere ingresar a la Alianza del Pacífico. La denuncia contra Brasil de estos días va al mismo tiempo que el anuncio de que quiere firmar un acuerdo con la AP. Para los fines del caso, Uruguay se está saliendo del Mercosur.

–¿Qué es lo que falló en el Mercosur?

–Hay siete procesos de integración en los 200 años de independencia latinoamericana y todos se desinflaron. ¿Por qué? Porque hay un conflicto entre una parte de la élite vinculada al sector interno y la otra vinculada al sector exportador. Se trunca porque hay una alianza de EE UU con el sector exportador en contra del sector interno pero además hay una intervención abierta de EE UU, que dice «no queremos tal cosa» y termina proponiendo un tratado unilateral de libre comercio con alguno de los países.

–¿Qué otros intentos hubo de integración?

–El primero es de Chile, Cuyo, Bolivia y Perú en 1835. En 1877 el argentino Ricardo Napp hizo una propuesta que quedó dormida. Entre uno y otro, (Juan Bautista) Alberdi promueve una Conferencia análoga a la de Viena de 1820 para obtener derecho de libre navegación en torno del continente para los países de la región, cosa de fabricar un espacio de integración. A Alberdi lo pararon los ingleses en 1861. Después se hizo la Unión Aduanera del Sur, a impulso de Alejandro Bunge, con Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, que deriva en el Tratado de Montevideo en 1941. Yo estoy un poco desenterrando esa historia que fue olvidada especialmente.

–¿Y el ABC de Perón-Vargas-Ibañez?

–El ABC nunca fue un tratado. Lo que se formalizó después fue la ALALC, de 1958, que se trunca en 1965 y de ahí nace el grupo subregional andino, luego Pacto Andino.

–Paradójicamente, ya están circulando autos con patente de Mercosur y hace años están los pasaportes.

–El problema es que mientras todo esto se ha atrancado, sí hay evidencias de un proceso de integración y la gente de a pie quiere la integración, no así las élites. Hay una búsqueda popular por la integración, ese es el conflicto a lo largo de la historia. Algún día terminaré con este tema en mi libro La integración trunca de América Latina. Encontré mucho material en la Biblioteca Tornquist del Banco Central y también en la Biblioteca de Relaciones Exteriores.

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