Los técnicos que auditaron la economía argentina prevén subas de precios de 65% para el año que viene y 48% para 2024.
De acuerdo a la opinión del staff del Fondo, el desborde de este año (30 puntos por encima de las previsiones de hace seis meses) es explicado por la suba en los precios de los alimentos y de la energía derivados de la guerra en el Este europeo, tal como lo señalaron los funcionarios argentinos. Pero también se debe a “una mayor demanda interna y mayor incertidumbre política, lo que contribuyó a desanclar aún más las expectativas”.
En particular, los técnicos del organismo están preocupados por la inflación núcleo, que el mes pasado fue de 6,8%. En ese rubro se inscriben todos los bienes y servicios que no están regulados y que no tienen influencia estacional. Por eso se los considera una buena representación de la suba de precios genuina, que no está alterada por esos factores puntuales.
La inflación no es, por sí misma, una de las metas que debe cumplir el gobierno para mantener el apoyo del Fondo. Esos requisitos fueron centralizados en otros tres aspectos que tienen limitaciones prefijadas: el déficit fiscal primario, la asistencia monetaria del Banco Central al gobierno y la acumulación de reservas internacionales. Sin embargo, va de suyo que la elevada suba de precios conspira contra el mantenimiento del acuerdo. “La persistencia de la inflación elevada y un crecimiento económico más bajo podrían exacerbar el descontento social y debilitar el apoyo político al programa”, reconocieron los auditores del FMI.
Según la visión expresada en el documento, la baja será muy gradual. Si se cumplen los supuestos de una reducción en los exacerbados precios de las materias primas a nivel internacional, una menor incertidumbre política y determinadas políticas macroeconómicas, la suba de precios podría estabilizarse en un ritmo mensual de 5% para este año y de 3,5% para fines de 2023.
Entre esas políticas macroeconómicas para mantener la suba de precios bajo control, el organismo continúa recomendando la austeridad monetaria. “Una implementación más consistente y resuelta del marco de política monetaria es esencial para hacer frente a la alta y desanclada inflación. Después de acciones decisivas para llevar las tasas de interés a territorio positivo, la política monetaria deberá mantener un sesgo de ajuste”, detalló.
De todas maneras, en el FMI dejaron en claro que “siguen existiendo importantes riesgos alcistas, que reflejan los desafíos inusuales de la alta inercia y expectativas de inflación no ancladas, así como el impacto de las políticas destinadas a corregir desajustes de precios (por ejemplo, energía) y reforzar la competitividad del tipo de cambio real”. En otras palabras, la quita de subsidios y la decisión de no dejar que se atrase el dólar, que el mismo Fondo recomienda para fortalecer el frente fiscal, ayudarán a mantener la inflación en niveles altos durante un buen tiempo más.
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