La mamá de Lucía, la niña violada y obligada a parir contó las presiones sufridas por el director del Sistema Provincial de Salud, Gustavo Vigliocco, el rol de la Iglesia y la presión de los sectores antiderechos quienes entraban al hospital para robar datos del caso.
Bajo el nombre de Sol, la mujer dio una extensa entrevista al diario La Gaceta donde relató que apenas supo del embarazo de su hija pensó en que ella podía criarlo pero la negativa por parte de la nena hizo repensar su decisión y buscar que se cumplan sus derechos: el del acceso a la interrupción voluntaria del embarazo por causal violación.
El relato de la mujer es develador, y evidencia en un primer punto cómo es el mismo Estado el que funciona muchas veces como “antiderecho”. En primer lugar, muestra la actitud del director ejecutivo del Sistema Provincial de Salud (Siprosa), Gustavo Vigliocco, hizo todo lo posible por impedir que la nena siga adelante con el aborto no punible.
“Tenés que saber que tu hija va a morir”, le decía a la mamá. También mantenía charlas con la nena por Whatsapp, le preguntaba cómo estaba y ofrecía llevarle golosinas. Luego de que se realizara la ILE, el médico bloqueó a Lucía.
Otras de las irregularidades fue la intervención de la Iglesia a través de un cura que iba todos los días a visitar a la nena. “Supuestamente me pedían una lista de las personas que yo quería que pasen a vernos, pero él no sé por qué iba todos los días. Nunca dijo que recemos o pidamos a la virgen, si no que iba y averiguaba cómo se llamaba mi hija, qué íbamos a hacer con el bebé, por qué no lo daba en adopción, que lo deje que siga”, contó Sol. “Le decía a la nena que lo tenía que querer y ella le respondía ‘no lo quiero’. Yo no dejaba que se acercara ningún hombre a ella, y él se acercaba a hacerle cruz en la frente y ella gritaba y le decía que no se arrime”, relató la mujer.
La ministra de Salud, Roxana Chaila tampoco intervino a favor de los derechos de la nena. “Ella fue una sola vez a preguntarme cómo era la atención en el hospital, después de que me hija la operaran. Dije que estaba bien para mí pero que lo único que me volvió loca fue el doctor Gustavo. Ella me respondió que el doctor Gustavo no quería eso, que yo había entendido todo mal”, contó la mamá de Lucía. “Pero él me decía que iba a hacer estudiar a todos mis hijos, él me quería comprar la criatura”.
Un procedimiento de vulneración
La mamá de Lucía llegó al hospital pidiendo el acceso al aborto no punible para su hija. Se hizo el escrito con su firma y no se lo recibieron. “Tuve el papel guardado dos semanas pero me pidieron la firma de mi marido. Lo hice llamar, firmó y me dijeron que no servía”, contó la mujer.
“Después me pidieron dos dadores de sangre, yo no me podía mover del lado de mi hija así que no podía buscar. Cuando conseguí uno, me dijeron que necesitaba cuatro”, agregó.
“Mi hija ya estaba desesperada, lloraba no quería comer y se quería ir de ahí. Le pedí a mi prima que busque a alguien, ni siquiera pedí por un pañuelo verde, pedí a alguien. Ahí conseguimos a Florencia, la abogada”.
Una trampa tras otra
La mujer también contó cómo quisieron engañarla en más de una ocasión con el fin de impedir la ILE. Un día antes de la intervención le dijeron que tenían que poner unas vitaminas a la nena porque estaba anémica, cuando tenían que aplicarle una segunda dosis, la mamá volvió a preguntar de qué se trataba la medicación y la enfermera le respondió que era un medicamento para que maduren los pulmones del bebé.
“Yo no quiero que maduren nada, yo quiero que le hagan el aborto a mi hija”, dijo la mujer.
Ese mismo día, desde el hospital le avisaron que había un remis esperándola para llevarla a un sanatorio dado que en la institución donde estaba con su hija nadie quería llevar adelante la ILE. “Ahí fue cuando se comunicaron con los médicos”, expresó. “Gracias a ellos se hizo el aborto porque no había médicos”.
Las promesas de un médico dispuesto a torturar a Lucía
Lo más duro durante el testimonio de la mamá de Lucía fueron sus declaraciones acerca del comportamiento de Gustavo Vigliocco quien no sólo dijo que se iba a hacer cargo del hijo de Lucía sino que les prometió hospedaje en un hotel, construirle una nueva casa y becas para que tanto Lucía como sus hermanos estudien.
“Si no querés estar en el hospital, yo te pago un hotel los siete meses así estés ahí con tu hija. Pero que ella aguante los siete meses”, le dijo el director ejecutivo del Siprosa. “Yo le decía que no porque mi hija tenía miedo y él me dijo ‘si vos no querés darlo en adopción yo te prometo que me hago cargo del bebé que lo voy a criar como mi propio hijo’”.
“También le preguntó a mi hija qué quería estudiar y ella le dijo que le gustaban los animales. Yo quiero que estudies para doctora, tenés cara de doctora. ‘Aguantá los siete meses, mamita’, le decía”, cuenta su mamá.
El médico prometió construirles una casa pero una vez que Lucía siguió adelante con la ILE, Vigliocco desapareció. Antes había hecho desarmar la casa. “Fue hasta la comuna a hablar con un delegado para pedir que la hagan de nuevo. La destecharon del todo, la destrozaron y ahora está así, no tengo puertas ni ventanas, sólo están los tirantes, está todo desarmado. No fue nunca más él ni nadie a que la armen de nuevo”.
El testimonio completo de Sol, publicado en La Gaceta Play
«Cuando entré al hospital pedimos entre las dos con mi hija que le hagan un aborto porque ella no lo quería. Yo había dicho primero que me iba a hacer cargo pero mi hija me dijo que no lo quería, entonces pensé que para qué va a venir una criatura al mundo si se iba a criar bajo el odio y el desprecio. Supuestamente había una ley que la amparaba y queríamos que se respete la ley que la amparaba».
«No recuerdo bien (cuándo se pidió formalmente la ILE) si fue una o dos semanas después de que quedamos internadas. Dudaba un montón porque tenía miedo de perder a mi hija. El doctor Gustavo (Vigliocco) me había dicho que se podía morir desangrada».
«Me dijo que la matriz de mi hija era gruesa, que estaba llena de coágulos, que al cortarla se podía morir desangrada y que yo iba a llevar una carga de conciencia. Llorando le decía que haga todo lo posible para que mi hija no se me muera. Él me decía que esperar hasta los siete meses era la única solución. La criatura ya iba a tener madurados los pulmones, iba a nacer bien y mi hija no iba a correr peligro. Yo le decía que no, porque ella no quería tenerlo»
«En la habitación estaba quién era la enfermera, iba mi prima a verme siempre, también mi hermana con mi cuñada. Todos los días iba un cura. Supuestamente a mí me hacían hacer una lista de las personas que yo quería que pasen a vernos, pero él no sé por qué iba todos los días. Nunca dijo que recemos o pidamos a la virgen, si no que iba y averiguaba cómo se llamaba mi hija, qué íbamos a hacer con el bebé, por qué no lo daba en adopción, que lo deje que siga. Él decía que lo tenía que querer y ella le respondía ‘no lo quiero’. Yo no dejaba que se acerca ningún hombre y él se acercaba a hacerle cruz en la frente y ella gritaba y le decía que no se arrime».
«También iba el doctor Gustavo (Vigliocco) que iba todos los días a veces a la mañana y a la tarde. Me decía ‘tenés que firmar un papel pero tenés que saber que tu hija puede morir. Si no querés estar en el hospital, yo te pago un hotel los siete meses así estés ahí con ella pero que ella aguante los siete meses. Yo le decía que no porque mi hija tenía miedo y él me dijo que si no quería darlo en adopción y le me dijo, ‘si vos no querés darlo en adopción yo te prometo que me hago cargo del bebé que lo voy a criar como mi propio hijo’”.
«Le preguntó a mi hija qué quería estudiar y mi hija decía que le gustaban los animales. Yo quiero que estudiar para doctora, tenés cara de doctora. ‘Aguantá los siete meses, mamita’, le decía.
«Fue hasta la comuna a hablar con un delegado a pedir que la hagan de nuevo. La destecharon del todo, la destrozaron y ahora está así, no tengo puertas ni ventanas, sólo están los tirantes, está todo desarmado, no fue nunca más él ni nadie a que la armen de nuevo”.
«La ministra de Salud fue una sola a vez a preguntarme cómo era la atención en el hospital, después de que me hija la operaran, dije que estaba bien para mí pero que lo único que me volvió loca fue el doctor Gustavo, y me dijo que el doctor Gustavo no quería eso, que estaba todo mal. Pero él me decía que iba a hacer estudiar a todos mis hijos».
«Firmo el papel no recuerdo si una o dos semanas después de que internáramos a mi hija. Le entrego a una doctora y ella me devuelve al papel firmado y lo tengo como dos semanas. Yo avisé que estaba el papel y me dijeron que no servía, me pidieron que firme el papá y lo hice llamar para que firme. Después me pidieron dos donadores de sangre y yo no conseguía por eso retardaban la operación. Cuando conseguí uno ya me pidieron cuatro».
«Mi hija ya estaba desesperada, lloraba no quería comer y se quería ir de ahí. Le pedí a mi prima que busque a alguien, ni siquiera pedí por un pañuelo verde, pedí a alguien y de ahí después hablé con Florencia, con la abogada».
“Hubo personas que se hicieron pasar por policías, entraron a pedir datos de mi hija. Después una mujer diciendo que era de la fiscalía y no lo era, era pañuelo celeste. El mismo día que mi hija estaba por operarse había alguien informaba para afuera todo lo que pasaba en la sala. Nosotras estábamos como presas, teníamos policías en la puerta de la sala para que no dejen pasar a nadie. Pasaba cualquier persona haciéndose pasar por periodistas o policías”.
“Le ponían inyectables, el día antes, diciéndome que eran vitaminas para la anemia. Pero cuando le iban a poner la segunda dosis, era cuando mi hija la estaban por operar. Pregunté me dijo que era para la ‘maduración del pulmón del bebé’. Yo ahí le dije que lo quería era que le hagan el aborto a mi hija”.
“El mismo día de la operación me querían hacer firmar una alta el mismo día de la operación y que me estaba esperando un remis abajo para que me trasladen al sanatorio para que le hagan el aborto porque en el hospital no había quién opere a mi hija y no había instrumentos para hacerla. La hablé a la abogada, y me dijo que no me vaya que para eso había ambulancias. Como yo no me moví fue que buscaron otros médicos”.
“Cuando Vigliocco se entera que no iba a continuar el embarazo, fue a la sala a pedirme que aguante, que faltaban cuatro semanas. Yo le dije que ya no podía más ni yo ni mi hija. A mi hija la bloqueó del whatsapp, le dio un número y le preguntaba cómo estaba, le mandaba cosas todos los días pero ahora la bloqueó.”
“Después de la cirugía le cortaron los puntos y no le daban el alta. Me daban permiso para llevarla a mi hermano y luego traerla de noche. Ella ya lloraba y le daban crisis de nervios, no quería ingresar al hospital, hasta que la jueza tomó la decisión la jueza».
«Mi hija va a la escuela, está con mi hermano y mi cuñada tiene la tenencia por seis meses. Estoy al frente de la casa donde está mi hija porque no la quiero dejar sola, sé que me necesita. Verla feliz, que se ríe, que juega a mí me llena de alegría. Para que seamos feliz, me hace falta que me entreguen mis hijas para que seamos una familia no te digo feliz, porque por lo que pasamos no nos vamos a olvidar nunca. Yo ahora estoy para luchar con mi hija y para que ese tipo pague el daño que hizo a mi hija y a mi familia».
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