El Colón sale de compras: más obras importadas y menos producción propia

Por: Esteban Schoj

Mañana ofrecerá la sala para que se casen doce parejas de porteños, pero el plan de negocios pasa por alquilarlo a privados que lo exploten, como en los shows de Al Pacino y Babasónicos. Los talleres escenotécnicos están abandonados.

Quien conoce la historia del Teatro Colón, sabe lo que representa. Considerado entre los mejores del mundo debido a su tamaño y acústica, es también sinónimo de producción propia integral con talleres especializados en la realización de todo lo necesario para que se levante el telón. Sin embargo, el máximo coliseo de Buenos Aires transita hace tiempo un sendero diferente. Primero con la visita de Al Pacino, luego con la presentación de Babasónicos, eventos realizados por privados que alquilan el espacio. El teatro-factoría por excelencia hoy padece los manejos de una gestión cultural que persigue otros objetivos. Entre ellos, desde mañana, la celebración de bodas.

No se trata de establecer si las estrellas del cine mundial pueden o no ocupar ese escenario. Lo que cuestionan los trabajadores del Colón es que estas prácticas se dan en el marco de un vaciamiento que tiene como principal foco la disminución de las producciones nacionales a costa de la importación de obras de otros teatros, sin cumplir los contratos de reciprocidad.

«Lo de las bodas es una cholulada del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. Lo importante es que para la temporada 2017 se esperan ocho títulos de ópera de los cuales cinco vienen de afuera (ver recuadro). Pero no hay reciprocidad para ninguno de los cinco teatros el año que viene. Entonces, ¿dónde está la ganancia del sistema de coproducción? Hasta el momento no existe», contó a Tiempo una fuente del teatro que prefirió no dar su nombre, pero aseguró que «hubo y hay una persecución feroz para meterle miedo a la gente, para que los trabajadores se desafilien y, así no completar el cupo de afiliados necesarios para tener una delegación».

«El alquiler de esas obras –sigue la fuente– representa un valor de cientos de miles de dólares», y advierte que «no sólo se alquila la producción, es decir la parte escenográfica y de utilería, sino que también hay que pagar los cachés de los artistas». Con todo esto, agrega, «se está afectando directamente la producción propia del teatro». Un teatro público con una riquísima historia de creación de contenidos y con un valor simbólico que parece no importar a la gestión de Darío Lopérfido.

El presupuesto de 2016 para el Teatro Colón fue de 920 millones de pesos. Ese dinero se usó todo, y el año cerrará con los números en rojo, sin certezas respecto de cómo y en qué se gastó ese dinero. «Esto viene acompañado de una pésima administración presupuestaria en la compra de insumos. Durante este año fue un despropósito, ya que nunca llegaron en tiempo y forma. En este sentido, el plantel técnico ya advirtió que si el año que viene los insumos no llegan, el trabajo no se va a hacer. El Colón va dejando de ser un lugar lírico de producción propia para transformarse en una especie de sala multipropósito.»

El presupuesto para 2017 creció notablemente y aseciende a 80 millones de dólares. Pero algunas áreas no despegan del mismo modo. El ballet tendrá 22 funciones, muchas menos respecto de las 35 de 2016. «Es un ballet profesional de 100 personas, altamente capacitado, que necesita como mínimo unas 40 o 50 funciones para que empecemos a hablar de una compañía que pueda desarrollar sus actividades normalmente.»

«Espacios como el taller de maquinarias, el depósito de maquinarias y el de utilería están cerrados juntando polvo», detalla otro trabajador del teatro, y añade: «La reconversión de la sala Saulo Benavente en una sala de ensayo, la Bicentenario, hecha hace seis años, en 2010 cuando se reabrió el teatro, no dio resultado. Todo esto escondía un proyecto político: sacar los talleres fuera del teatro para imponer este modelo que la gestión del PRO está llevando a cabo en el Teatro. Dicen que producir acá es caro. Ellos lo hicieron caro, a propósito, porque es más rentable el negocio de traer cosas de afuera que producirlas acá. Es más rentable para el negocio, no para el patrimonio.»

Lopérfido, renunciado ex ministro de Cultura de la Ciudad pero aún director del Colón, tiene una muletilla para justificar la gestión actual: «El teatro está más abierto al mundo.» Se lo dijo al diario Clarín el 30 de noviembre pasado. La fuente se pregunta: «¿Qué pasó en los ocho años de gestión del PRO en la ciudad (en referencia a los dos mandatos de Mauricio Macri), si estamos abiertos al mundo recién ahora?»

En relación a esto, otro testimonio recabado por Tiempo confiesa: «Me indignan las declaraciones de Lopérfido. Que diga que ahora vamos a trabajar en las ligas mayores, cuando el Teatro Colón siempre trabajó en las ligas mayores… Son puro marketing.» Lleva décadas trabajando en el coliseo, y relativiza la idea de que presencia de figuras del cine vayan en contra de los principios rectores del teatro: «Por supuesto que se puede mantener el espíritu del Colón aún trayendo a Al Pacino. La plata entra al Teatro. Pero no sabemos dónde está.» Y finaliza: «Lo que fue la producción propia del teatro funcionaba como un engranaje perfecto. Pero ahora mandaron los talleres a La Nube. Aquella idea rectora se ha pervertido.» «

Pacino fue un negocio redondo y se viene Depardieu

Para los eventos como el que en octubre pasado trajo a Al Pacino al Teatro Colón, el coliseo recibe unos 40 mil dólares por día en concepto de alquiler. «Estos eventos no ayudan al Colón. Es mentira. La mayor cantidad de plata se la llevó la empresa que organizó el evento. La recaudación por la visita de Al Pacino fue de dos millones de dólares, de los cuales sólo 80 mil fueron para el teatro (fueron dos días). Es decir que le pagaron a Pacino, al catering y listo. Se ganaron un palo verde en un día. Están haciendo negocios privados con una institución pública», explica un trabajador del Colón. La platea para ver a Pacino costaba unos 7500 pesos, y es un hecho que se revendieron en Internet mucho más caras. La más económica salía 2000 pesos. Nada que pueda describirse como promoción de la cultura.

La próxima figura internacional que ocupará la sala será el francés Gérard Depardieu, quien se presentará en el Colón los días 17 y 18 de diciembre. Traerá su show por primera vez a América Latina. El espectáculo contará con una orquesta, con la presencia de la violinista Érica Di Savio y del bandoneonista Federico Pereiro.

Una Traviata que llega en containers

«Las producciones del Colón vienen en contenedores.» En efecto, el anuncio de la temporada 2017, la semana pasada, revela una mayoría de obras traídas del extranjero. Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny (con régie de Marcelo Lombardero, en una producción del Teatro Mayor de Bogotá y el Municipal de Santiago de Chile); Rusalka (del Teatro de Bellas Artes, de México); El caballero de la Rosa (de Richard Strauss, con régie de Robert Carsen, una producción del Metropolitan Opera de Nueva York y la Royal Opera House-Covent Garden de Londres, en coproducción del Colón con el Teatro Regio de Turín); La prohibición de amar (Teatro Real de Madrid y la Royal Opera House-Covent Garden londinense) y la frutilla del postre, La Traviata (con régie de Sofia Coppola y vestuarios del diseñador Valentino, completamente importada del Teatro de la Ópera, de Roma).

«El problema es el de un director de teatro que programa con una chequera en la mano, sin pensar en el valor agregado que tiene una producción propia. Son 350 técnicos que se miran a la cara porque los talleres están destrozados y vaciados. Donde funcionaban los talleres hicieron depósitos y una sala de ensayo que está inoperable», dicen los trabajadores del Colón. 

El deterioro en los talleres de La Nube

«El propósito político era avanzar contra la producción propia. Sacar los talleres del teatro.» Otra fuente de Tiempo pide no revelar su identidad. Dice que trabaja en un galpón que estaba abandonado y que no reúne las condiciones para llevar adelante su tarea. El galpón es La Nube, en Maure entre Córdoba y Charlone, un espacio donde funcionan talleres que antes estaban en la sede del Teatro y que no cuenta con las condiciones de seguridad e higiene que debe tener un ambiente laboral. «Sin embargo, los trabajadores lo fuimos poniendo de pie para sostener la producción propia y con la idea de que fuera pasajero, para luego volver al teatro», dice la fuente.

Además, agrega, «La Nube tiene las salidas de emergencia bloqueadas, no tenemos cobertura de primeros auxilios en la totalidad de los horarios y trabajamos con materiales altamente inflamables. Las condiciones de trabajo hacen que se acumule material.»

Según grafica el testimonio, el staff en La Nube es de 100 trabajadores entre los talleres de mecánica escénica (herrería artística), de utilería, escultura, pintura, escenografía y maquinaria escénica, además de la oficina técnica. Y puntualiza que el desplazamiento de los talleres «influye en la formación del técnico, y en la perdida de la identidad de trabajadores del Teatro Colón, al no estar en contacto con el hecho más importante que es el que se produce en el escenario. Porque cuando estábamos en el teatro veíamos todo el proceso de producción completo, con el ensayo general, lo que hace que te formes técnicamente.»

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