La obra que dirige Franco Verdoia imagina el instante previo a la desaparición de la Humanidad, a través de un encuentro tan casual como significativo entre desconocidos.
“Nunca había leído tanto”, ríe Leyrado. “Hacía 10 años que no hacía teatro, me había dedicado más al cine y tenía muchas ganas de hacerlo. Y Nelson tiene un derrotero bastante interesante en teatro independiente. Y a esta obra, verdaderamente la encontramos de curiosos: nos resultaba un poco extraña porque por momentos roza el absurdo pero nos empezó a interesar mucho porque pudimos empezar a visualizarla”. La elección del director no llevó mucho tiempo: los dos actores conocen de hace tiempo a Verdoia, aunque Leyrado lo tiene más por el lado del cine, dualidad que comparte con el autor catalán del original. “Franco dijo que sí porque para él resultaba un desafío dirigir una obra que no había escrito él, ya que nunca lo había hecho.”
Eso fue hace dos años. Ahora la obra ya tuvo su debut en julio, exitoso hay que decirlo, tanto en público como en crítica. De ahí que siguiera en agosto, y de ahí también que se prolongue a septiembre, prácticamente un largo plazo en la precariedad argentina. La historia de El cielo en una habitación cuenta que un periodista tan prestigioso como afamado (Rueda, que no se sabe si usa chupines) se dispone a cubrir en un pueblo medio perdido un nuevo anuncio del fin del mundo (y van…). Pero su coche se rompe justo al llegar y entonces entra en la oficina de turismo del lugar para pedir ayuda, donde se encuentra con el desconfiado empleado (Leyrado). En la ficción, es 21 de julio y hace un calor insoportable. “Una de las funciones que hicimos cayó el 22 de julio, y hacía 30 grados; nos miramos con Nelson y Franco y nos dijimos: no estamos tan lejos de esto.”
“Mientras íbamos ensayando, la televisión y todo lo que íbamos investigando mostraba eso que decía la obra, la falta de agua en Uruguay, los incendios -agrega-. Pero a nosotros no nos motivó eso, no es que quisimos mostrar el apocalipsis, sino el vínculo entre estos dos personajes y cómo se enfrentaban a esta situación terminal. Todos sabemos que nos vamos a morir, pero estos tipos están en cuenta regresiva: es tremendo saber que te vas a morir, pero es peor saber cuándo te vas a morir.”
Pero más allá de esa situación límite, lo relevante también es a quiénes expone a esa situación límite. Si Rueda es el prototipo del que se las sabe todas, de ese que viene y te dice: “dejá que yo te lo arreglo”; Leyrado es el mejor ejemplar de los tipos escasos de capitales culturales y simbólicos, pero dueños de una sabiduría supina en eso de conocer a los que se las saben todas construida en base a una superlativa experiencia en haberlos padecido tantos años.
“Lo que nos interesó del texto, y lo hablamos mucho con el autor, tiene que ver con el vínculo y cómo ellos se enfrentan a esta situación; cómo ponen en juego toda la rivalidad. Trabajamos mucho las posibles referencias públicas de estos personajes. Sobre todo el mío, que está bastante alejado de lo que soy yo. No son referencias específicas o claras, pero sí que nos sirvieron como inspiración y hay cosas en la obra que hasta por momentos pueden ser reconocibles. Por ejemplo trabajamos mucho con películas, tomando como referencia más que nada a dos: Melancholia, de Lars Von Trier, y Funny Games, de Michael Haneke. No es que se vaya a ver algo parecido, pero en esas obras había un olor, algo que rondaba por ahí.”
Pero los aromas y las atmósferas se parecen y se mezclan, entonces los aspectos cambiantes de la realidad eran llevados a los ensayos a fin de afiatar lo más posible los personajes. “Probamos muchas cosas, y claro que no quedaron todas. Cuando vos ves las noticias argentinas, es como el fin del mundo por momentos”, ríe. Y sin llegar a tanto, las funciones de El cielo… se van precipitando sobre un singular fin del mundo en cada función. “En todos los ensayos hicimos descubrimientos sobre la obra y los personajes. Pero desde que empezaron las funciones la cosa fue diferente. Pasa porque el teatro es un poco así, es un hecho vivo y vas descubriendo todo el tiempo cosas. Pero además porque Franco es una director que nunca nos suelta: termina la función y durante la semana tenemos reuniones donde Franco va pensando cosas nuevas en base a lo que nosotros proponemos en cada función.
Sin embargo, nada los cambia como el público: a través de la vidriera en el lugar en el que nos quedamos encerrados hacemos referencia al público. Porque en la obra ellos son los otros, que también disputan el lugar.. Al principio empiezan con risas, pero a medida que pasa las risas se hacen incómodas. En el tiempo de la obra, la escenografía se mueve hacia el público, como que lo vamos a arrinconando, y terminamos pegados a la primera fila. Eso es muy mágico.”
El cielo en una habitación
De Jan Vilanova Claudín, con dirección de Franco Verdoia. Actúan Eduardo Leyrado y Nelson Rueda. Los sábados a las 22 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759.
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