El asesinato de Floyd no aplaca la violencia racial ni acalla la violencia verbal de Trump

Por: Ricardo Gotta

Mientras las protestas se reproducen por todo EE UU, se registran nuevas muertes y enfrentamientos; el presidente redobla la apuesta y amenaza con más represión.

Rodney King era taxista. Tenía antecedentes y temía volver a la cárcel. El 3 de marzo de 1991, fue perseguido por la policía en una autopista de Los Ángeles. Cuando finalmente se detuvo, fue derribado, inmovilizado y golpeado por cuatro agentes: fracturas de cráneo, daño cerebral, huesos rotos. George Holliday grabó la paliza desde su casa y lo emitió un canal de noticias. Pero King no murió entonces y,  luego de un año, los agentes fueron absueltos: se inició una revuelta que duró cinco días y produjo al menos a 60 víctimas fatales y más de 2000 heridas.

El tema “American Skin (41 Shots)” fue pergeñado por Bruce Springsteen. Los 41 tiros fueron disparados por cuatro policías de la Unidad de Crímenes Callejeros de Nueva York que creían que el guineano Amadou Diallo se agachaba para recoger un cuchillo, cuando sólo tomaba su propia billetera. De los 41 le acertaron 19. El 4 de febrero de 1999. BS estrenó el tema en Giorgia y luego lo tocó el Madison, a pesar de que el sindicato policial le quitó toda protección.

Eric Garner, 43 años, era padre de cinco hijos y padecía asma. En 2014, en Staten Island, el agente Daniel Pantaleo lo detuvo por vender cigarrillos “truchos”. Lo maniató con una “llave de estrangulamiento” a pesar de que el muchachote negro clamaba: “No puedo respirar”. Eric murió. 

“¡No puedo respirar!», también suplicaba George Floyd, un afrodescendiente de 46 años, mientras un agente, Derek Chauvin, con la complicidad de otros tres, lo apretaba con su rodilla en el cuello. Estuvo así durante ocho minutos: Floyd fue declarado muerto camino al hospital de Minneapolis,  aunque en el video que muestra el violento arresto alguien dice “ya no se mueve”. Sucedió el lunes pasado. Todo fue porque intentó pasar en un súper un billete falso de 20 dólares. Chauvin tiene otros asesinatos en su foja.

La única diferencia entre este caso y los cientos que suceden cotidianamente en los EE UU (y en muchas otras partes del mundo, claro), es que estos episodios hoy se viralizan cada vez con mayor repercusión en las redes y que, además, Floyd era amigo de la infancia del basquetbolista Stephen Jackson, con el que se crió en la barriada Cuney Homes de Houston. Más allá de su gran parecido físico a LeBron James, quien agitó la denuncia y posteó una foto en la que lucía una remera con la frase: “I can´t breathe” («no puedo respirar»).

A las pocas horas comenzaron los disturbios en Minnesota, a la vez que se fueron reproduciendo en decenas de otras ciudades del país. El viernes a la noche, allí decretaron el toque de queda, mientras que se volvía a levantar Houston, la ciudad natal de Floyd. Y en Atlanta, por caso, quemaban decenas de coches policiales. Las imágenes de fuego, violencia, llanto y represión se replican cada noche en muchos lugares. En la cuarta, el viernes, un muchacho negro de 19 años se encontraba reclamando junto a una decena de miles en Detroit y le llegó uno de los tantos balazos que salieron desde un auto que pasó raudamente. El chico murió. Como murió uno de los dos oficiales del Servicio Federal de Protección de Oakland que padecieron heridas de bala durante las protestas.

¿Por cuántos días se repetirán las protestas? ¿Cuántos más muertos se lamentarán? ¿Cuándo disminuirá (ya que es una utopía que desaparezca) el grado de violencia racial en los EE UU?

Son preguntas sin respuestas.

Michael Moore tuiteó el martes: “Los buenos ciudadanos quemando la maldita comisaría de Minneapolis. (…) El cuartel central debería ser demolido por el gobierno mañana mismo, como un acto de contrición hacia la Norteamérica negra. Reconstruyan la policía con gente decente, es decir gente de color”. “EE UU tiene un problema muy serio con el racismo. Y lo tiene porque este momento se fomenta desde la presidencia de la Nación que habla de supremacía blanca” aseguró Adrián Paenza, desde Nueva York.

Sí, Donald Trump también «se indignó cuando vio el video», pero luego envió un tuit ante las protestas de quienes calificó como “matones”, a los que, como “matón” que es, les advirtió: «Cuando comience el saqueo, comienza el tiroteo. Gracias». Es el mismo presidente que hace pocas horas mandó otro mensaje en el que vindica al “gran general Douglas MacArthur o el gran luchador general George Patton”, y le exige al “muy débil alcalde de la izquierda radical, Jacob Frey, actúa juntos y controla a la ciudad, o enviaré a la Guardia Nacional y haré el trabajo bien…”. Otra nueva amenaza.

Mientras tanto, Frey hizo más de un llamamiento a la calma, igual que la mayoría de los líderes civiles de las comunidades afroamericanas. El nuevo enemigo de Trump es un joven alcalde, de 39 años, una de las esperanzas del partido Demócrata, quien finalmente implantó el toque de queda, y gestionó que el asesino de Floyd fuera imputado por la Justicia. Hasta hace unas horas los cuatro policías sólo habían sido separados de la fuerza. Chauvin ahora podría ser condenado hasta 12 años de cárcel.

6 millones

Ayer se rompió la barrera de los 6 millones de contagiados en el mundo. De ellos, casi 1,8 millones son de EEUU, que tiene más de 103 mil muertos de los 367 mil que sufrió el planeta.

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