En Provincia se duplicaron en solo un año y siguen en alza. La digitalización de los trámites también ayudó a tomar la decisión. Causas y testimonios de un fenómeno pospandemia.
La convivencia «obligada» full time expone las actitudes, amplifica los sentimientos. “En lo que va del año, tenemos casi 10 mil divorcios inscriptos en el Registro Provincial y ocurre un fenómeno similar en CABA. Esto es incontrastable y se refleja en todas las departamentales bonaerenses”, remarca a Tiempo la jueza Gladys Pellegrini, titular del Juzgado de Familia N° 4 de Morón. Añade que el proceso fue acompañado “por el aumento en los incidentes de cuotas de alimentos, los regímenes de comunicación… desde el inicio mismo de la pandemia hubo inconvenientes en el cumplimiento del régimen de visitas debido al aislamiento. Tal es así, que inmediatamente salieron fallos, aclaraciones, comunicaciones, que colaboraron a clarificar el panorama”.
El número de divorcios que maneja el organismo bonaerense marca un derrotero de 13.318 en 2019, y picos de 15.968 en 2014 y 17.522 en 2010. Siete mil menos que el año pasado. «Mucha de la vida del matrimonio quizá tenía que ver con la existencia del afuera, y en la convivencia con un encierro tan férreo de 2020, eso se hizo muy cuesta arriba, sobre todo en lo relacionado a la división de las tareas del hogar, los Zoom escolares, hacer la tarea y trabajar desde la casa», enumera la jueza de Familia de La Matanza, Maite Herrán.
En 2020, de forma inédita, la inscripción de divorcios en la Ciudad de Buenos Aires superó a la de los matrimonios, que solían ser el doble que las rupturas. Ese año hubo 4480 parejas separadas y solamente 3861 casamientos, con la salvedad de que muchos postergaron este tipo de trámites por las restricciones impuestas a las celebraciones.
La cuarentena también facilitó la aceleración de un proceso de digitalización y simplificación de los trámites, que no siempre se cumple. De hecho las diferentes personas consultadas mencionan que varias separaciones formales del 2021 pueden haber sido trámites retrasados del 2020. “Es posible que hubiera habido más casos de haber sido más sencillos los trámites. He llevado divorcios en mi oficina, incluso muy complejos, sin conocer personalmente a los clientes y pudo haber dificultades técnicas para llevar adelante los expedientes a través de Internet. Para los abogados hubo mayores complicaciones”, precisa el decano de Derecho de la UBA, Leandro Vergara, especializado en cuestiones de Familia.
En diálogo con este diario, el académico que trabaja en el AMBA subraya que, “si la estadística indica que hay más casos, es que probablemente haya habido mucho más de los que se registraron”. Y aclara: “En Capital fue complicado porque no teníamos casi nada digitalizado”.
“Todo ese mundo digital fue complejo –continúa Vergara– . Los juzgados empezaron a recibir los escritos las 24 horas e hicieron lo que podían con todas las funciones que tenían. Hay una demora en la fiscalización en los procesos digitales en CABA que es muy notoria”.
Al otro lado de la General Paz, la abogada Lucía Monzón destaca que «la digitalización en Provincia –pionera en implementar esta tecnología prepandemia– agilizó mucho mi trabajo: en una mañana puedo tener una audiencia en el Departamento Judicial de San Martín, otra en Morón o en San Isidro, que de manera presencial habría sido imposible”. En determinadas zonas no ayuda la escasez de posibles lugares a los que acudir. La mayoría de los clientes de Monzón son del Departamento Judicial de Moreno-General Rodríguez, donde existen apenas tres juzgados de Familia para toda la populosa jurisdicción.
El pacto original
La pandemia expuso lo mal que se vive. Puso en primer plano insatisfacciones que antes podían estar tapadas por el velo de la distancia entre personas que convivían pero que se veían poco durante el día. Para el psiquiatra Sergio Grosman, presidente del Capítulo de Psicoterapias de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), “hubo una modificación del régimen de convivencia. De golpe, los integrantes de las familias se encontraron todos juntos en el mismo espacio 24 por 24 y 7 de 7. Ese no fue el pacto original. Porque las personas tenemos como una distancia que sentimos óptima en la relación con el otro; y hay cosas que hacen al sostenimiento de esa distancia”.
“Si había una tensión en una pareja, era administrada con el uso de la distancia –analiza Grosman–, y esa distancia se rompió, de golpe esa tensión se vio amplificada y se presentó el desafío de qué hacer con esa tensión. Hubo gente que tuvo los recursos para encontrarle una vuelta y hubo quienes se encontraron con la tensión multiplicada por la cantidad de horas que convivía y descubrió que ya no quería soportarlo más”.
Además, está el factor económico: muchas familias se quedaron sin trabajo, lo que desgastó las relaciones. Todas las fuentes coinciden: la pandemia también acrecentó los casos de violencia y el consumo problemático de alcohol y sustancias. La jueza Pellegrini revela que aumentaron los conflictos violentos hacia la pareja y aquellos que involucran a niños, niñas y adolescentes, sobre todo en el hogar. También se detectaron más abusos intrafamiliares: «Noté cómo esta convivencia forzada hizo que muchos jóvenes adultos o adolescentes recordaran situaciones de abuso que habían vivido años atrás en el seno familiar”.
“La violencia de género por supuesto que es mayormente masculina sobre la mujer, y puede ser masculina sobre los hijos y femenina sobre los hijos”, describe Grosman. Y concluye que el violento no va a cambiar en una convivencia total: «Va a ser el mismo de siempre, solo que las oportunidades de sentirse frustrado y tratar mal a los demás se van a multiplicar”.
Pellegrini completa: “Otra cuestión que para mí incidió mucho y no se puede soslayar es el reparto inequitativo de las actividades. Con la pandemia y el aislamiento hubo una reorganización social, económica y también familiar. Hubo una redistribución de los roles y tareas de cuidado de los hijos, hijas y adultos mayores, las cuales quedaron en un 70% u 80% a cargo exclusivamente de las mujeres a pesar de que los dos hicieran teletrabajo». «
N.G.R. tiene 43 años, es periodista y docente. Tras 18 años en pareja (17 de convivencia y siete de ellos como matrimonio), supo sobrellevar con su excompañera diferentes desavenencias como sucesivas crisis económicas y tragedias personales, pero no superaron la pandemia, aunque él prefiere no relacionar la ruptura “de manera tan lineal con la cuarentena, si bien es cierto que quizá tuvimos más tiempo para pensar ciertas cosas. Es como que se detuvo todo”.
“Hay otras cosas atrás que te llevan a una separación. Es contrafáctico analizarlo a la distancia, aunque es cierto que la pandemia nos puso en la cara que las cosas no son eternas. Lo digo por la relación, pero también por las pérdidas. Mostró miserias, padecimientos. A mí, creo que me afectó más allá de lo que pasó en mi pareja. Lo entiendo como un momento en el que mucha gente pensó qué era lo que quería hacia adelante. Pero bueno, yo no me separé. A mí me dejaron”, y agrega: “Me rompieron el corazón, pero tuve una gran historia de amor”.
L.F.V. conoció a su mujer hace más de 20 años, cuando iban a un colegio en el oeste del Conurbano. Recién hace diez la vida los volvió a cruzar y empezaron a salir. Hace cinco tuvieron a una niña y la cuarentena los puso a prueba: “Los dos trabajábamos fuera de casa, cuando tuvimos que quedarnos encerrados yo resuelvo trabajar virtual, ella no pudo. Me desentendí de todo y laburaba las 24 horas y ella quedó volcada a la casa”, explica. La situación se tornó una bomba de tiempo y explotó. Decidieron romper. Luego lo analizaron mejor: «Era un quilombo avanzar con eso en ese momento. Ahí le dije que quería agotar todas las alternativas. Empezamos terapia de pareja. Ahora nos decimos todo y lo superamos”.
La situación de J.J.B. es más compleja y no tuvo un buen final. “Nos casamos con M.F. en 2017 en Buenos Aires y luego nos mudamos a Córdoba, donde generamos un negocio. Nos agarró un momento crítico de la pandemia y decidimos separarnos”. En el medio no pudo despedir los restos de su padre, el primero en morir de Covid en Morón. Más allá de la decisión tomada, la mudanza se demoró y sobrevinieron denuncias cruzadas.
Los famosos tampoco estuvieron ajenos a las rupturas tras convivencias que se aceleraron con la cuarentena, desde Laurita Fernández y Nicolás Cabré hasta Marcelo Tinelli y Guillermina Valdés. La pandemia, se ve, termina exponiendo el reflejo de lo que somos.
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