Dirigente social, migrante nordestina, afrodescendiente, bisexual, madre soltera de cuatro hijos, Ediane cuenta su historia y analiza la realidad de Brasil (en el espejo de Argentina). El racismo estructural y la crítica al “feminismo blanco”.
“Nací en el Sertão de Pernambuco, en una ciudad pequeña y pobre, soy la séptima de ocho hermanos y llegué a San Pablo a los 18 años a trabajar como empleada doméstica siguiendo el mismo ciclo que mi madre”. Así resume sus orígenes esta mujer que ahora pisa los 40 y que, como tantas, siguió ese círculo de explotación y racialización.
Hasta que un día, en la cola para recibir la leche que da el gobierno, conoció al Movimiento Sin Techo (MTST): “Ese día, el 3 de septiembre de 2017, entré en la ocupación Povo Sem Medo de São Bernardo do Campo, la mayor de América Latina, y mi vida cambió”. En ese asentamiento vivió criando a sus cuatro hijos y recorriendo un camino de militancia que la llevó a ser hoy la coordinadora estadal del movimiento. “En el MTST recuperé mi identidad”, sintetiza.
Luego creó el movimiento negro Raiz da Liberdade y, de la mano de Ghillerme Boulos, llegó el salto a la política partidaria en el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una vieja escisión del PT y hoy principal aliado.
El año pasado, en una fuerte apuesta colectiva que incluyó candidaturas indígenas, del feminismo y la diversidad, llegó al Congreso paulista con más de 175 mil votos, luciendo siempre remeras con su lema: “Luche como una empleada doméstica”.
Durante una fugaz visita al país, invitada por la Fundación Rosa Luxemburgo y el Frente Patria Grande, compartió sus sentires y pensares.
-En una entrevista contás que Francia Márquez te dijo “ganar es el primer paso pero si no consigo levantar a esas mujeres negras, no logré nada”. ¿Sentís que has logrado cambiar algo para esas mujeres que representa?
-Llegué al Congreso con la agenda de las trabajadoras domésticas, a una estructura que nunca nos vio, donde solo tuvimos un avance en 2013 cuando Dilma sancionó una ley que por primera vez nos reconocía como trabajadoras. Pero aún después de 11 años, tres de cada cuatro siguen sin ser registradas, en la informalidad. Sin embargo, en poco tiempo ya tuvimos una victoria, logramos que por primera vez el estado de San Pablo aprobara una ley para las trabajadoras domésticas, que dispone centros de acogida que les garantice el acceso a la información y derechos. Es el único en Brasil. Tuve el honor de conocer a Francia Márquez. Cuando nos abrazamos, me dijo: “Estamos avanzando, tenemos que hacer que más mujeres negras ocupen estos espacios”. Y yo siento que tomé esa consigna, que estoy aquí para servir de inspiración a que más mujeres como yo puedan llegar a estos lugares.
-¿Aún se siente fuerte en Brasil esa deriva racista como herencia del pasado esclavista?
-Mucho. Somos un país muy atrasado en ese aspecto por la construcción del Brasil, el último país de América Latina en abolir la esclavitud, de la cual salimos sin ningún derecho, sin una política de reparación, y somos las mujeres negras las que ocupamos ese lugar del trabajo doméstico. Los daños causados por ese periodo de esclavitud fueron naturalizados y todavía se mantienen, seguimos siendo un país con mayoría de población negra pero casi sin personas negras en los altos cargos. Nosotras, las madres solteras de los morros, discriminadas, invisiblizadas, vivimos un proceso muy naturalizado de que solo podemos seguir el mismo ciclo que nuestras madres y abuelas, nos quieren mantener calladas y encerradas en el cuarto de la empleada doméstica.
Así que en esa lucha estamos, intentando quebrar ese ciclo, construyendo un movimiento de reparación histórica. Como dice Francia, nuestros pasos vienen de lejos.
-¿Cómo evaluás este tercer gobierno de Lula? ¿En qué se ha podido avanzar en estos 16 meses?
-El gobierno Lula viene de un momento en el que Brasil vivió lo que Argentina está viviendo ahora, un gobierno fascista que le quitó los derechos a la clase trabajadora y regresó al país al mapa del hambre de la ONU; 33 millones de brasileños volvieron a pasar hambre tras quitar los programas sociales que habían implementado los gobiernos del PT. Entonces ahora estamos en un proceso de reconstrucción del país. Lula volvió a colocar programas como “Bolsa Familia” o “Minha casa, minha vida”, políticas para que los jóvenes puedan acceder a la universidad. Está principalmente rescatando las políticas que fueron destruidas por Bolsonaro. Y jugando un rol importante como articulador internacional, luego de que Bolsonaro nos aislara del mundo. Por eso decimos que Brasil está de vuelta, y que Brasil volvió a respirar democracia.
-Sin embargo el bolsonarismo viene de hacer una enorme manifestación en Río, ¿cuál es su fuerza real hoy?
-El bolsonarismo es un fenómeno impresionante, tienen una gran fuerza porque consiguió jalar a mucha gente de derecha hacia la extrema derecha. Hay que tener en cuenta que Bolsonaro perdió por poco, todavía sigue fuerte y tiene una capacidad de movilización enorme. Han tenido un sistema de comunicación muy efectivo, un gran despliegue en las redes, diseminando fake news, manipulando la herramienta de WhatsApp, y también cooptando a líderes de las iglesias evangélicas. Así lograron llegar a mucha gente despolitizada. El gobierno del PT tuvo muchas políticas de inclusión pero no hizo una buena publicidad. Yo misma recibía el “Bolsa Familia” y pude terminar mis estudios.
-¿Qué enseñanzas deja la experiencia del bolsonarismo para lo que vivimos hoy en Argentina? ¿Cuáles creés que son las claves para derrotar a la extrema derecha?
-Vivimos con mucha tristeza la llegada de Milei, un hombre con muchas similitudes con Bolsonaro. No podíamos entender cómo ganó un tipo así. Desde nuestra experiencia, creo que lo más importante que hicimos para derrotar a Bolsonaro fue construir un frente bien amplio de toda la izquierda, los movimientos sociales, los partidos políticos. Y hacer un trabajo fuerte de concientización para que la gente comprendiera que estaba siendo engañada.
Creo que, como pasó con Bolsonaro, va a haber un proceso natural de desgaste de Milei y su paquete de maldad, y los trabajadores van a ir notando la pérdida de derechos y las consecuencias de ese modelo. Así pasó en Brasil. También pasamos por esa angustia, pero conseguimos salir. La clave fue la unidad del campo popular, y construir nuevos liderazgos, eligiendo mujeres negras, personas LGBT+, líderes sociales, que fuimos quienes estuvimos junto al pueblo en esos momentos tan difíciles. Lo que puedo decirles es que no bajen los brazos, que no dejen de construir esa unidad popular para derrotar a Milei. Estoy segura de que van a poder, que la esperanza va a vencer y, como dice la canción, “mañana va a ser otro día…”.
-¿Cómo ves los debates y desafíos de los feminismos en Brasil y en América Latina?
-Yo digo que tenemos dos tipos de feminismos. Un feminismo blanco, más de clase media, que no suele llegar a las bases, a las mujeres pobres. Y un feminismo popular negro que está involucrado con mejorar las condiciones de vida de las mujeres que viven en las zonas periféricas, que lucha por la creación de guarderías, contra la violencia doméstica, por la vivienda, por mejores condiciones de trabajo. Es cierto que el feminismo creció mucho, hay que valorar ese saldo. Pero es importante dar estos debates en América Latina porque muchas veces hay una cooptación de las agendas. A muchas mujeres negras no les llega el lenguaje del feminismo, entonces creo que el desafío en América Latina es impulsar un feminismo que esté involucrado con la vida cotidiana de las mujeres más pobres.
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