La banda comandada por Micaela Vita y Juan Saraco es un fenómeno en permanente crecimiento que está sacudiendo nuestra música de raíz. Con su flamante álbum "A los amores", desarrolla su costado más folklórico, reafirma su histórica inquietud artística y sigue desplegando su mirada política.
El álbum de ocho canciones -que será presentado el 17 y 18 de agosto en el Xirgu- recrea la atmósfera intimista de cuando Juan Saraco las compuso en soledad pensando en la voz de su compañera Micaela Vita. “No compondría estas canciones sin la voz de Mica. Son canciones pensadas con ese horizonte sonoro”, dice el guitarrista y compositor del grupo. Los instrumentos suenan con la calidez de un fogón, cierto aire retro y los aromas del patio de la infancia. El disco fue grabado en cinta abierta, bajo la dirección de Tatu Estela, y completa de alguna manera un díptico que comenzó con el álbum La fuerza (2023), mucho más eléctrico y mixturado, con el que inauguraron una nueva formación, donde además de las piezas fundacionales como Micaela Vita en voz, Juan Saraco, en guitarra y coros; Nicolás Arroyo, en percusión; y Tomás Pagano, en contrabajo, se sumaron Valen Bonetto, en guitarra y voz; Silvia Aramayo, en piano; y Martín Beckerman, en percusión.
“Este es como un lado B de La fuerza”, dice Micaela Vita, mientras cae la tarde en Unquillo. “Cuando hicimos este cambio de formación y esta renovación pensamos en dos álbumes que un poco completaran la idea total de la bandan -agrega la cantante-. Con el primero hicimos como todo el camino más habitual, pero en este segundo disco nos jugamos para que fuera una sorpresa para la gente. Así de sopetón compartimos esta música nueva y fue hermoso. Todo lo que está volviendo de la gente hacia nosotros, a partir de la salida del disco, es como un gran abrazo muy reconfortante y sanador en este momento”.
-Sobre todo en este momento de crisis del país.
Micaela Vita: -Claro, es sentir que la música sigue encontrándose con personas que se sensibilizan con ella, que desean escucharla, acercarse y que nos dan esta conciencia de comunidad. En este momento de tanta ruptura, tanta tanto horror y tanta violencia, que la música nos siga regalando comunidad es de los de los regalos más preciosos y preciados. Eso nos tiene muy felices: la música nos está regalando un presente de mucha alegría, de mucho placer y de estar conectados con esto que amamos tanto hacer. Así que ese viene siendo nuestro día a día. Estamos como en el Titanic, pero la música puede ser un salvavidas, te abraza, te salva y te dice: “Vení que te puedo sostener un tiempo más”.
-Ustedes decían que la música es como una trinchera, pero con este disco me dio la sensación de que es un espacio de refugio, más como el patio de la infancia.
M. V.: -Eso que percibiste es algo que nos vino mucho de la gente, algo de como conectar con la memoria emotiva del folklore sonando en las casas de las abuelas y el folklore sonando en los patios. Es un disco para llegar a la casa, para estar un domingo tomando mate, para encontrar ese refugio. Para nosotros fue muy orgánico hacer este disco. No tuvo vueltas. Lo grabamos en vivo como a la vieja usanza. Por ser de otra generación no formó parte de la manera en la que habíamos accedido a grabar música. Hacer esa vuelta atrás nos conectó a nosotros con un pasado que no vivimos, pero que formó parte de cómo se hizo la música durante muchísimo tiempo. De alguna manera, toda esa memoria viaja en las cintas que se reutilizan muchas veces, además de la memoria de cada persona que lo recibe, y eso resuena, rebota y se va a los patios y se va a esos recuerdos. Así que me emociona que suceda eso con este disco. Es lindo hacer una música para que nos podamos refugiar.
Juan Saraco: -Coincido con lo que dice Mica. Creo que la cámara, lo que miran estas canciones, tienen un poco de un registro más íntimo que la idea de la trinchera ¿no?, de lo colectivo afuera, sin dejar de relacionar una cosa con la otra. Hay un registro más poético, más íntimo, más de escribirle a la infancia, a los amores, las amistades, a los procesos personales, a los lugares felices, territoriales, geográficos, y a lugares de la infancia. Es llamar un poco a esa calma, como si el disco fuera un cable a tierra en una época difícil. Conservar un poco nuestro estado de ánimo, a través de la música, y el de la gente que nos escucha. Hacer canciones de música de nuestro territorio, también es un gesto político.
-A diferencia de todos sus trabajos, este disco es netamente folklórico, en la forma de sus letras y sus ritmos. ¿Qué fue lo que disparó esta idea?
J. S.: -La idea de hacer un disco folklórico estuvo siempre. Hace muchos años que lo queríamos hacer pero medio que no nos salía muy bien. Creo que había algo de un proceso de maduración personal y de dónde estábamos poniendo la mirada. Siempre había una cosa en nuestra búsqueda un poco más explorativa, probar coloraturas, mezclar esto con lo otro, a ver que sale. Siempre tuvimos una actitud más curiosa y eso hace de alguna manera que sea difícil conectarte con la mirada sobre la música tradicional y ver qué tenés vos para decir y cómo te sentís tocando esa música. De hace un tiempo para acá salieron un par de canciones que dijimos, «esto sí suena folklórico» y nos gustaba como nos salía, aunque el impulso de irse para otros lados está siempre porque es parte de nuestra cultura musical. No es que venimos del universo del folklore, ya venimos mezclados. Entonces, creo que maduramos en ese sentido, al punto de decir esta canción es linda pero se va porque pinta el paisaje sonoro de otro color. Creo que hay una maduración y el gusto de tocar así. El disco está muy poco arreglado. Tiene los arreglos mínimos. Estaba muy clara cuál era la sonoridad, queríamos que el piano cante, que las guitarras acompañen, que la voz de Mica brille, y queríamos que el disco fuera un ámbito sonoro, que vos lo puedas poner entero y escuchar de punta a punta sin sobresalto.
-Los ritmos folklóricos también dan otro marco musical concreto.
M. V.: -Es un limitante que muchas veces se utiliza dentro de la creatividad y que permite que afloren lugares un poco distintos a los que uno se va más naturalmente. Ese límite hace que aparezcan otras cosas, pero tenemos esa tendencia para irnos a otro lado. El autito se te va y hubo que traerlo y ese traerlo nos llevó un montón de tiempo. Eso lo vi mucho en las composiciones de Juan, hace 20 años que compartimos esta banda y pude ver también su crecimiento como compositor en el marco del folklore argentino, escuchar y ver en sus letras, en la poética y en la música, y cómo empezó a aparecer algo que para mí son canciones realmente que son del Nuevo Cancionero folklórico argentino. Las escuchó con ese peso y me dan esta sensación que parece que ya estaban hechas desde antes. Es una sensación muy placentera experimentar una canción que parece que ya vino con el mundo.
-¿Qué se hayan instalado en Córdoba terminó de anclar todo esta idea musical más folklórica?
J. S.: -Sí, claramente, aunque nos venía sucediendo todo este proceso desde antes. Hay algunas de las canciones previas, como por ejemplo “Mudanza”. Nosotros vivíamos en Liniers en una casa muy querida y fue una canción hecha antes de mudarnos, viviendo el proceso del cambio, pero ya veníamos relacionándonos con esta zona de las Sierras Chicas y la gente de acá. Un poco ya estábamos respirando este aire. Vivir todos los días acá te hace contemplar y aprender cosas que no estaban en el registro de lo cotidiano, como por ejemplo de cómo se mueve la gente acá, y como se conecta culturalmente con la guitarreada, en las plazas y las peñas, el monte, las problemáticas de los incendios, el agua y el frío. Todas cosas que no es lo mismo que te lo cuenten a vivirlo. Salir a la esquina y ver las sierras, poder ir al río, poder andar por ahí con los perros sueltos, todo eso se mete de alguna manera en la poética, y cambia tu perspectiva de las cosas.
M. V.: -Es así. Está hecho de monte este disco.
-Duratierra tiene 20 años de historia. ¿Qué ven de todo este recorrido?
M. V.: -Que siempre nos tomamos en serio, siempre lo hicimos de verdad, siempre lo hicimos para decir algo, siempre lo hicimos porque tenemos convicciones que nos llevan a hacer esta música. Eso estuvo siempre. No estamos haciendo música de entretenimiento, no estamos haciendo música para vaciar, estamos haciendo una música para decir, estamos haciendo música para proponer, para acompañar, para movilizar y creo que hay algo en eso que tiene que ver con un vínculo visceral y muy fuerte con la creación. Eso está desde el inicio, incluso cuando pedíamos prestadas aquellas canciones para reinterpretarlas. Hay algo de eso que nos define, porque nuestra música es política, nuestra música habla de este mundo, y habla del mundo que deseamos, y propone espacios para la ternura, y propone espacios para la reflexión y para la diversidad. Todo eso nos habita desde siempre, y creo que nunca nos movimos de ahí.
A los amores – El folklórico Vol.1 está compuesto por ocho canciones, donde aparecen ritmos como el huayno, la zamba, el gato, la chacarera, el aire de estilo y la milonga canción. Dentro de ese repertorio sobresale uno de los himnos de los conciertos de Duratierra, pero que hasta ahora no habían grabado: “Te miré por vez primera”. La canción de amor que Juan Saraco le compuso a Micaela Vita podría ser la versión criolla de “Un vestido y un amor” de Fito Páez.
“La verdad que es una canción hermosa. Después de llorarla muchas veces recién la pude empezar a cantar. Eso me pasa con otras canciones de Juan porque hablan de nuestra intimidad. Hacemos una música que nos atraviesa la vida”, dice Micaela.
El tema cuenta con la complicidad de Raly Barrionuevo, que canta y toca el guitarrón. “Fue un trabajo hermoso compartir esta canción con este gran amigo. Raly funcionó casi como un llamador para que nos vengamos a vivir a las sierras. A través de conocerlo a él, empezamos a venir a esta zona y nos enamorarnos de este paisaje y de todo lo que estaba pasando acá”.
La canción se la mostraron durante una cena. Cuando terminaron de cantarla Raly les dijo: “quiero grabar esa canción con ustedes”. En la cocina de su casa de Unquillo armaron el arreglo y al otro día la grabaron en el estudio de un amigo. “Lo que quedó es el registro de ese vivo, lo que sucedió ahí entre los tres. Fue hermoso”.
Para Saracco, la composición del tema fue todo un desafío: “Tenía escrito el estribillo y estuvo un par de años largos en un cajón. En un momento dije: ‘Nunca le voy a escribir una letra. Nunca voy a lograrlo’. Hace como dos años me levanté a la mañana y estábamos con los chicos de Duratierra tomando mate, y salió todo el texto así de un tirón. Fue hermoso”.
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